domingo, 31 de julio de 2022

El teleclub mientras fue un teleclub. Una breve historia

D. Antonio sirviendo en el bar-ambigú
del "teleclub viejo"

La Pedrosa moderna no se podría entender sin su Teleclub. Al menos para los que andamos escalando el segundo y duro tramo de la cincuentena, el Teleclub ha sido, sin lugar a dudas, uno de los escenarios más importantes de nuestras vidas. Yo me recuerdo de niño tirado en el suelo del "teleclub viejo" viendo una película en su pantalla o, poco más tarde, jugando al escondite entre las zanjas que se practicaron para la cimentación del nuevo edificio, por cierto, en un lugar distinto al que luego ocuparía definitivamente. Y desde entonces, hasta aquí.   

Las imágenes que sobrevienen a la mente son, sencillamente, infinitas y sería absolutamente temerario pretender, ni tan siquiera, hacer un resumen. Y no lo sería menos el tratar de componer una historia de esta institución, para lo que habría que tener mucho tiempo y muchas ganas, necesarios para leer con atención los libros de actas de sus reuniones y entrevistarse con sus protagonistas.

Yo aspiro, tan solo, a dos modestos objetivos. El primero, dedicar una especie de homenaje a una generación, aquella que se movió con una enorme ilusión y energía en los años 70, dinamizando la vida cultural y social del pueblo. La conjunción de los aires de apertura que se vivían en España con una generación de jóvenes muy inquieta y muy activa (entre ellos, personas situadas en lugares clave, como los curas, los maestros, los alcaldes y concejales…), depararon una “década prodigiosa”, cuyo símbolo bien podría ser el Teleclub, en el aspecto social, y el impulso comunitario al regadío en el económico. Iniciativas colectivas decididas y audaces que provocaron la admiración y el asombro de toda la comarca y de casi toda la provincia.

Por otra parte, con los datos que he ido leyendo en la prensa del momento, se pueden establecer algunos hitos en el proceso de creación del Teleclub, siendo el más importante, sin duda, la construcción del nuevo edificio, una historia de éxito que ha resistido hasta nuestros días, a duras penas, las plagas bíblicas de la despoblación y el envejecimiento que se ciernen, sin remedio aparente, sobre el ámbito rural.

Quien quiera hacerse una idea cabal del concepto mismo de Teleclub y del contexto histórico en que surgió esta iniciativa, le aconsejo encarecidamente la lectura de la tesis doctoral de Luis Herrero Martín, titulada Tardofranquismo y educación popular: aportación socioeducativa de la Red Nacional de Teleclubs (Universidad de Salamanca, 2002), disponible aquí mismo, pulsando sobre su título.

Sintetizando mucho la cuestión, parece ser que la iniciativa de organizar una especie de centro social que pivotara sobre el disfrute del nuevo invento de la televisión (al principio, un verdadero artículo de lujo) deriva de algunas experiencias de integración social en estratos urbanos bajos y marginales que se habían llevado a cabo en Quebec y Montreal, en Canadá, y en los suburbios de Paris, Tokio y Marsella, en que la televisión era el elemento de atracción para estimular actividades de distinto tipo.

En cualquier caso, parece ser que en tiempos de Manuel Fraga como ministro de Comunicación y Turismo, fue Carlos Robles Piquer, subdirector general de información de ese ministerio, quien recibió el encargo de poner en marcha una red nacional de teleclubes, muy vinculada, también, a la progresiva consolidación de las emisiones de Televisión Española.

Lo más sorprendente, a mi juicio, de esta iniciativa de “cultura popular” fue que, en el seno de un régimen autoritario, se organizó una institución fundada sobre bases totalmente democráticas, pues la soberanía sobre el teleclub la tenía la asamblea general de socios, que pagaban una pequeña cuota para su sostenimiento y elegía democráticamente a una Junta directiva, sometida a renovación periódica, que gobernaba la institución

El elemento tal vez más llamativo, por no ser un cargo electo, sino nombrado por la administración y con un cierto aroma doctrinario, era el de monitor, una figura imprescindible que hacía las veces de dinamizador cultural y de enlace con la estructura administrativa superior. Los monitores recibían un carné que los acreditaba como tales tras un proceso de formación e integraban la junta directiva (era el único representante que no elegía la asamblea).

En definitiva, y aunque es muy fácil percibir el tufillo paternalista y de control propagandístico que envuelve la iniciativa (no hay que olvidar, tampoco, que un teleclub era una unidad dentro de una gran red perfectamente jerarquizada y dependiente de la administración), también es indudable que tenía un sincero propósito de dinamización social y cultural, sobre todo para los barrios obreros y las zonas rurales, estas últimas muy castigadas por la emigración y con notables déficits de desarrollo con respecto a las ciudades. Una iniciativa arriesgada para el poder, porque, en esencia, consistía en promover la toma de conciencia de la comunidad y (como tanto gusta decir hoy) su empoderamiento. 

Pero volvamos a nuestro Teleclub. Don Antonio nos cuenta en el interesante artículo que publicó en 2009 en el número 65 de Regañón (Mis años en Pedrosa del Príncipe, 1968-1976) que el 11 de abril de 1970 recibió el carné de monitor del teleclub número 3946. Supongo que ese mismo año (o, como mucho, un año antes), en el seno de una juventud inquieta y muy activa, se tomó la iniciativa de solicitar un teleclub para Pedrosa del Príncipe. Para ello había que disponer de un local apropiado (el de Acción Católica, conocido popularmente como Teleclub viejo o Capilla, de titularidad parroquial, se adaptaba perfectamente a ese propósito), captar los socios que compondrían la asamblea y le darían sentido, encontrar una persona con el perfil de monitor y constituir una junta directiva. 

Aspecto del Teleclub de Pedrosa en la actualidad

No cabe duda de que el Teleclub así constituido supuso en Pedrosa todo un éxito, debido, en buena parte, al entusiasmo de su monitor, don Antonio, que se entregó fervorosamente a la causa. En su artículo antes citado, nos cuenta alguna de las innumerables iniciativas culturales y sociales que abanderó el Teleclub, y de las que hemos encontrado reflejo en la prensa de la época.

Este éxito, que no pasó inadvertido a las autoridades que gestionaban la red de teleclubes, hizo posible concebir el propósito de la concesión al teleclub de Pedrosa de la categoría de teleclub-piloto, que era algo así como un teleclub de referencia para toda la provincia, y que llevaba aparejada la construcción de un edificio de nueva planta con unos requerimientos muy concretos y estandarizados (biblioteca, salón de actos, bar-sala de tertulia, etc.) que los hacen casi clónicos, con independencia del lugar en que se construyeron. 

Hay que decir que el Teleclub de pedrosa fue un fruto tardío, pues el primero que se constituyó en España se remonta al año 1964 en un pueblo de Zamora, Matilla de la Seca. En el año 1970, en todo el país, había 4.414 teleclubes, y el nuestro llevaba por número, como se ha dicho, el 3.946. Y sin embargo, su progresión fue fulgurante. 

El día 27 de abril de 1973 el gobernador provincial, en un solemne acto, tras la bendición de los terrenos, colocó la primera piedra de la nueva construcción y, lo que era más importante, hizo entrega de las 800.000 pesetas que ofrecía el Ministerio de Información y Turismo para la construcción de un teleclub piloto (el coste total de la obra, sin contar los terrenos, se estimaba en 1.400.000 pesetas). Los terrenos, como cuenta don Antonio en su artículo, fueron facilitados por los hermanos Escribano Escribano (Evilasio, Carlos, Beatriz, Pilar y María), y el desfase presupuestario se alivió en buena parte con la rifa del Seat 131 Super-Lujo que también menciona don Antonio en el artículo citado y que ha perdurado como una deliciosa anécdota tan característica de aquellos tiempos. 

Un albañil del pueblo, Porfirio Fernández, fue el encargado de acometer la obra (en este enlace disponemos de una imagen de la construcción, y, en este otro, el perfil de Porfirio), y parece que a la altura del 28 de septiembre de 1974 la cosa ya estaba hecha, pues El Diario de Burgos nos informa de una nueva visita del gobernador en la que se congratula de la calidad de las instalaciones. 

La actividad del teleclub siguió su ritmo triunfal, y en 1975 fue distinguida la institución como Teleclub del año, se le otorgó el Primer premio nacional de actividades, por parte de la Dirección General de Cultura Popular, dotado con medalla de plata y 30.000 pesetas, que se sumarían a la subvención inicial y a las ganancias de la rifa del Seat 131.

El gran día llegó el 25 de marzo de 1976, sin duda una jornada histórica en la memoria colectiva de nuestro pueblo. Ese día se celebró en Pedrosa “El día del Teleclub”, y se aprovechó para proceder también a la inauguración del flamante edificio del Teleclub Piloto, por parte del secretario general de Cultura Popular, Miguel Cruz Hernández, como acreditaba la placa conmemorativa que en su día lucía en el porche exterior.

Gerardo Manrique