viernes, 8 de julio de 2022

Las procesiones de antaño

Las procesiones eran antaño una de las manifestaciones más emotivas del fervor religioso popular. Con el advenimiento de los tiempos posconciliares, se apreció en ellas, tal vez, un componente supersticioso o folklórico que no casaba muy bien con la religión más franca e íntima que se proponía entonces.

En cualquier caso, como se ya dijo en otra entrada, algunas de ellas han sorteado el paso del tiempo, y de otras tenemos su recuerdo en imágenes como las que siguen, y que se deben al interesante archivo fotográfico de Jesús Borro. 

La primera fotografía compone una armoniosa imagen en que ha quedado congelada (salvo sus pies, que aún siguen en movimiento) la agilidad y elegancia de dos danzantes de la jota en honor al Santísimo, el día del Corpus y, en segundo plano, la eterna custodia y su atrezo floral. Un niño contempla admirado el baile mientras, un poco más atrás, lo siguen ataviados con sus trajes de primera comunión quienes la recibieron ese año. Al fondo se adivina la concurrencia, que secunda respetuosamente la marcha. 


En la segunda imagen parece que la procesión de Semana Santa se nos echa encima, mientras remonta la calle de Oriente, en una interesante secuencia de primeros, segundos y terceros planos, presididos en su centro por el patetismo del Crucificado.


En la tercera y última se saca por el pueblo la talla de la Inmaculada Concepción, que descansa de ordinario en el retablo de su nombre, dentro de la truncada nave del evangelio de la iglesia parroquial, acompañada de los cuatro evangelistas, esos que no paran de trabajar. Una hermosa fotografía, en la que destaca la seriedad de la comitiva, a pesar de su juventud, y esa puerta y ventana que nos empujan a un misterioso espacio interior.



No hay que insistir demasiado en que las tallas nos sobreviven...