jueves, 23 de junio de 2022

Doña María Dolores y don Quirós en aquel curso 1926-1927

Es imposible no sentirse atraído por la figura de estos dos docentes que coincidieron en la escuela de Pedrosa allá por el año 1926. María Dolores recibió su nombramiento el día 5 de marzo de 1925 y allí permaneció hasta su cese, el 2 de mayo de 1927, mientras que tenemos constancia del nombramiento de Quirós en julio de 1926 y de su permanencia en el pueblo hasta su traslado a Ribadesella en el año 1933. 

Sus caminos convergen en el curso 26-27 en Pedrosa, para luego seguir cada uno una estela casi opuesta, arrastrados por la terrible vorágine que asoló España en los años treinta y cuarenta del siglo pasado. Pero en aquel tiempo aún reinaba Alfonso XIII y María Dolores era una joven de veintitrés años que llegaba a Pedrosa, su primer destino definitivo, cargada de ilusión, tras haber cursado con gran brillantez académica sus estudios de magisterio (se puede encontrar más información al respecto en este enlace). Al poco llegó Quirós, más maduro (casado y ya en la treintena) y con un mayor bagaje de experiencia profesional a sus espaldas.

A los dos les presumo una gran inquietud por la educación y por el bienestar de los niños y niñas de Pedrosa, aunque ella, muy devota, desde una perspectiva religiosa y conservadora y él, que sabemos que militó en Izquierda Republicana (el partido de Manuel Azaña), probablemente con un enfoque laico y de justicia social, como se deja intuir en su iniciativa mutualista de tan tierno nombre, el Hormiguero Infantil (para más detalles, se puede seguir este enlace). Supongo que a lo largo del curso hablarían mucho de educación (y de muchas otras cosas), pues no dejaban de compartir la misma profesión y vivían en el pequeño pueblo al que habían sido destinados, pero del que no eran naturales (ella venía de Burgos capital, y él había nacido un poco más cerca, en Palazuelos de Muñó, al lado de Pampliega).

Cuando estalló la Guerra Civil ninguno de los dos estaba ya en Pedrosa. A cada uno le sorprendió la contienda en una de las dos Españas, esas que han de helarte el corazón; todo parece indicar que uno y otra en la que le era más afín. 

Una vez terminada la guerra, la simple condición de maestro nacional convirtió a sus titulares en presuntos culpables, y todos ellos fueron sometidos a exhaustivos expedientes para acreditar su sintonía con los principios del Movimiento Nacional. María Dolores superó sin problemas ese trámite, mientras que Quirós fue "depurado".

Supongo que ambos recordarían con nostalgia aquel curso en Pedrosa, en sus antiguas y precarias escuelas (en este enlace hay datos sobre la fecha de construcción del nuevo edificio), cuando dos personas con una perspectiva ideológica muy diferente podían entenderse y convivir en paz, unidos por una intensa vocación común hacia la enseñanza.

Me los imagino algún día de primavera, después de una larga jornada laboral, paseando hacia la ermita, exhaustos de batallar con todos aquellos niños y niñas con los que aparecen fotografiados, pero orgullosos de sus avances, con muchas ideas para mejorar sus condiciones de vida y formación. Tal vez él se permitiera alguna ironía con los excesos de celo religioso de ella, y tal vez ella le reprochara con amabilidad el empeño en buscar soluciones fuera del amparo de Dios y de los valores tradicionales. O simplemente hablarían de sus familias (los tres hijos de Quirós nacieron en Pedrosa), de sus planes de futuro, él con la preocupación de sacar a su prole adelante (sabemos que en 1935 ya había enviudado y vivía con su anciana madre) y ella con ganas de acercarse a su ciudad. Poco sospecharían entonces por qué derroteros tan distintos iban a discurrir sus vidas. 

Aunque, también puede ser, nada de esto sucediera como yo lo imagino, tan dado a novelar el pasado. Con todo, María Dolores y Quirós, dos buenos profesionales, son un símbolo de cómo la intolerancia, en un momento de obcecación colectiva, puede echar a perder lo mejor que tenemos. 

Gerardo Manrique