Esta fotografía que le ha sacado Víctor al "Teleclub viejo" parece todo un estudio geométrico de equilibrio entre rectas y curvas. La pintura ha resaltado unas formas que tal vez antes nos pasaban un poco desapercibidas. Visto así, es una fachada elegante, preocupada por la estética, aunque casi más propia de Nuevo México que del corazón de Castilla.
Según reza el mármol colocado en el centro de su ondulado frontón, el edificio se levantó como un centro de Acción Católica en el año 1952. Creo que vale la pena reproducir la leyenda de la inscripción:
Centro de A.C. / sufragado por Dª Venancia Manrique / su hija Honorata Gil Q.E.P.D. / y D. Víctor Escribano Parra / Perpetua memoria y gratitud / año 1952
Para quienes deseen conocer algo más de su historia, son de lectura muy recomendable dos entradas de este blog:
- Aquel cine de pueblo (publicado en el número 52 de Regañón, septiembre de 2004), por Florentino Escribano Ruiz.
- Mis años en Pedrosa del Príncipe (1968-1976), por Antonio López-Sanvicente López.
Por mi parte, tengo un recuerdo imborrable de mi infancia más remota, en que se proyectaba en el "Teleclub viejo" la película Sansón y Dalila (supongo que sería la superproducción hollywoodiense de Cecil B. DeMille, de 1949). El local estaba abarrotado de gente y los niños nos agolpábamos tirados en el suelo, casi al lado de la pantalla. No se me olvidará la perfidia de Dalila, cortando la melena a Sansón, en la que residía su fuerza sobrehumana, mientras estaba dormido. No me cabía en la cabeza que se pudiera hacer algo tan vil, tan infame. Me apenaba ver al gran Sansón inerme y me enfurecía aquella injusticia.
Pero al final de la película, y tras sufrir toda clase de humillaciones, aquel Hércules judío recuperó su portentosa fuerza mientras los gerifaltes filisteos hacían burla de él y derribó las columnas del templo arrastrando consigo a todos ellos a la muerte. Y no se me olvida el estallido de júbilo entre los asistentes ante un desenlace tan espectacular y reparador de la justicia, aunque yo no podía entender por qué Sansón tenía que pagar con la misma culpa que aquellos malvados. Con el tiempo, y ya fuera del cine, he aprendido a percibir la poca ecuanimidad del destino en el reparto de premios y castigos.
Fotografía: Víctor Manrique
Texto: Gerardo Manrique
Texto: Gerardo Manrique