viernes, 17 de diciembre de 2021

¡Gracias, señor cura! ¡Hola, Don Pepito! ¡Adiós, Don José!

Por Florentino Escribano Ruiz,
Publicado en Regañón, número 59, verano de 2006


Han transcurrido ya ocho años desde el día en que el pueblo de Pedrosa del Príncipe acogía con timidez, pero al mismo tiempo con ilusión y esperanza, al nuevo y joven señor cura, D. José Álvarez, enviado por el Obispo de Burgos para hacerse cargo de la parroquia de San Esteban Protomártir.

Imagino que, por aquel entonces, todo el mundo, saludaría a Don José atentamente y con alegría, pero quizá, todavía sin atreverse a las confianzas de decirle, como en la famosa canción de los payasos de la tele: ¡Hola, Don Pepito! Al verle tan joven; pues al instante se reprimirían al considerar que dicha expresión no pegaba bien para dirigirse a todo un reverendo señor cura, por muy joven que fuera, así que le dirían: ¡Hola, Don José!

Cuando salgan estas líneas ya se habrá hecho realidad el traslado de Don José a su nuevo destino parroquial en el pueblo de Quintanar de la Sierra. Seguro que, de nuevo, todo el mundo, de una manera o de otra, le habrá dicho al señor cura con toda reverencia y educación en esta despedida: ¡Adiós Don José!, aunque ahora pienso también que, tras ocho años de entrañable cercanía hacia todas las personas del pueblo, se ha ganado tanto la confianza de las personas, se le considera tan del pueblo, tan de cada casa, que ya, sin ningún miedo, le habrán manifestado de mil maneras entrañables, el reconocimiento a los valores de su persona, por la eficacia con la que ha ejercido su ministerio sacerdotal en el pueblo y, sobre todo, por el cariño inmenso que ha sembrado en el corazón de cada pedroseño.

Creo que ahora ya sí, con toda confianza, le habrán expresado a través de un apretón de manos o con una palmada en la espalda, con un fuerte abrazo o con un par de besos en la mejilla y hasta con un ¡Adiós Don Pepito, adiós Don José! el agradecimiento, la confianza y el cariño que todo el pueblo de Pedrosa del Príncipe le tenemos. Y todo ello sin perder siquiera, en este trato de confianza, ni un ápice del respeto que se merecen todas las personas y por supuesto el señor cura también

Pero, entre medias, en estos ocho años ¿qué ha ocurrido en ese espacio entre el hola tímido del saludo de llegada y el adiós efusivo y triste de la despedida al señor cura?

Pues algo de eso quiero contaros ahora en este artículo, destacando algunas pinceladas de la vida de Don José, tal como yo las he percibido en el poco tiempo donde he tenido la posibilidad de estar presente en el pueblo. Lo hago a título personal, sabiendo que a Don José no le gustan los halagos, pero sabiendo también, por la confianza que me ha demostrado, que tengo garantizada su comprensión a este mi atrevimiento.

Seguro estoy de que no voy a agotar todo lo que se puede decir de la estancia de Don José. 

Quienes habéis convivido con él día a día, tanto en Pedrosa del Príncipe como en los otros pueblos a su cargo, sabéis mucho más que yo.

Muchas cosas se quedarán guardadas en el baúl de las memorias que cada uno tiene, según le haya ido en el trato; pero valga este sencillo escrito, que expresa mis ideas personales, para manifestarle públicamente mi reconocimiento lleno de gratitud, al que me permito añadir, si así lo desean, la voz de todas aquellas personas, tanto de este pueblo como de otros pueblos, que coincidan de alguna manera con lo esencial de lo que aquí expreso.

En nombre de todos los que así pensamos, te manifestamos, Don José, nuestro agradecimiento más sincero por la vida que nos has regalado, tan generosamente y con tanta alegría, durante estos ocho años de cercanía constante en las múltiples facetas y acontecimientos de las personas y vidas de nuestro pueblo.

Puesto que la distancia hará, a partir de ahora, que sea más difícil vernos, permítenos disfrutar recordándote en algunos de esos momentos:

Don José con las puertas abiertas: a cualquier hora, en cualquier momento, las de su casa y las de los vecinos. Para visitar a los ancianos, para preguntar por el enfermo, para llevar buenas noticias, para compartir las desgracias, para alegrarse con los éxitos, para charlar un rato entrañable, para hacer un recado, para orientar a las familias en la educación de los hijos, para alentar la vida en todo momento. ¡Gracias, Don José! Aunque estés lejos, seguirás teniendo las puertas de nuestras casas siempre abiertas.

Don José perdido y hallado en el templo: Es difícil quitarse de la mente el lugar donde durante tantos siglos la comunidad cristiana ha expresado su fe y nos ha dejado un patrimonio común lleno de belleza, pero envejecido y deteriorado. Allí está Don José arreglando campanas, embelleciendo el templo, restaurando retablos, arreglando la columna, aireándolo por dentro, acogiendo a la gente, celebrando los sacramentos, enterrando a los muertos, avivando la fe, enseñando el evangelio, instruyendo con humor, aconsejando al momento.

¡Gracias, Don José! ¡Cuántos desvelos! No te llevas nada. Todo es para el pueblo. Lo encontraste viejo y roto y nos lo dejas más bello y más nuevo. 

Don José y la ermita de la Olma: No puede ocultar su devoción a la Virgen de la Olma, como llamamos en Pedrosa a la única María de Nazaret. Rosario y misa en la ermita los sábados de verano. El cementerio abierto y limpio. Una lamparilla encendida en señal de oración constante a la Madre del Cielo. Procesión de bajada al templo la víspera de su fiesta. Realce en el 15 de agosto para que los numerosos vecinos que volvemos al pueblo nos sintamos más alegres y acogidos. ¡Gracias, Don José, por enseñarnos con tu persona que la devoción a la Virgen no es cosa de un momento, sino de un constante interés por servir al pueblo!

Don José y los niños: En el pueblo hay pocos niños, pero todos los que hay e van con Don José. Monaguillos, monaguillas, todos quieren ayudar a misa. Barullo en la sacristía, travesuras… ¡Qué más da! El caso es que están allí en la iglesia y algo aprenderán. También en tiempos de Jesús los discípulos les regaban, pero él dejo: dejad que los niños se acerquen pues de los que se hacen como ellos será el Reino de los Cielo. ¡Gracias, Don José! por dar tanta importancia a los pocos niños que nos quedan en el pueblo. 

Don José en las fiestas: Serio y divertido. Todo tiene su momento. Vestido con la camiseta de los jóvenes. Dejándose empapar de agua en la batalla de las carretillas. Como uno más compartiendo sonrisas, alegría en las bodas y otros festejos familiares; y si se tercia de merienda en las bodegas con cuadrillos que lo invitan, en las fiestas de los quintos, atento a los cumpleaños… detalles de su presencia para crear lazos de unión, para acoger a todos, para no hacer diferencias,  para entender mejor a las generaciones jóvenes, para decir una palabra abriendo horizontes ante situaciones nuevas. ¡Gracias, Don José! Contigo la fiesta es otra fiesta. 

Don José en los pueblos cercanos:

Atendiéndoles con el mismo entusiasmo, a todos con la misma categoría. Formando la idea de iglesia como comunidad de hermanos que tiene mucho que decir a la sociedad de hoy. Animando a los seglares para que asuman sus responsabilidades siendo activos en los ambientes de la calle

Coordinando tareas pastorales de comarca y arciprestazgo junto al inseparable amigo cura D. Alfredo, compañero de fatigas, incansables, los dos, en las múltiples tareas que juntos realizan con tanta profundidad humana, espiritualidad sincera, entusiasmo, trabajo, seriedad y acierto por los frutos que ya se vislumbran. Juntos, en equipo, promoviendo los valores religiosos insertados en los sociales, educativos, culturales, humanitarios.

Juntos, realzando el patrimonio artístico de las majestuosas iglesias como expresión de la fe de nuestras gentes que sirven valiendo como ejemplos de vida humana y religiosa, sincera que perdura hoy también en esas personas curtidas por los vientos difíciles de los tiempos y que he tenido la suerte de conocer directamente. 

Me parece maravilloso ese proyecto de cooperar juntos, sacerdotes y pueblos en misiones comunes, tareas y proyectos, compartiendo desvelos, esperanzas, logros, fracasos, incomprensiones… pero también llenos de alegría porque lleváis en el corazón el cariño de tantas personas de los once pueblos que os admiran y os quieren  porque antes mucho os habéis entregado y mucho habéis sembrado, buscando siempre lo mejor para desarrollar todo lo que concierne a los hombres y mujeres de esta comarca: en Pedrosa del Príncipe, Valbonilla, Itero del Castillo, Hinestrosa, Castrojeriz, Castrillo Matajudíos, Villaveta, Villasilos, Castellanos de Castro, Hontanas y Villaquirán de la Puebla.

Tras esta breve reseña de halagos, dirá Don José que también hay sombras y que no es oro todo lo que reluce. 

Bueno, es normal que así sea. Todos tenemos fallos y defectos, pero también es verdad que donde ha habido generosidad, entrega y cariño, los defectos se olvidan. De tu paso entre nosotros nos quedamos con lo bueno y con tu trato de igual a igual para todos. De los errores y fallos, seguro que ya se han quedo en el olvido, como tú también has olvidado los nuestros. 

Sentimos, de verdad, y nos duele que te vayas, Don José. Te necesitábamos todavía más tiempo para consolidar algo que va naciendo. No entendemos muy bien las decisiones de nuestra jerarquía, precisamente ahora que la gente de eta zona parecía que empezaba a funcionar en conjunto como iglesia; pero te entendemos en tu vocación y valoramos tu obediencia y tu desprendimiento, pues sabemos que tú también entre nosotros te has sentido muy querido y que alguna lagrimita vas a soltar cuando nos dejes. 

Pero la vida es también así, y las cosas de dios son más misteriosa todavía. ¿No podríamos humanamente hacerlas un poco más llevaderas? Pregunto a los que les corresponde responder.

Hemos recibido un regalo de Dios y queremos compartirlo con otras personas, para que también ellos disfruten y aprendan de lo que tú nos has enseñado. 

Te deseamos lo mejor para ti y para el nuevo pueblo donde vas a ejercer tu ministerio.

Te prometemos que seguiremos trabajando con el mismo espíritu de fe y de cooperación. Los pasos primeros, y más difíciles, ya están dados. Ahora nos toca avanzar, crecer y madurar siguiendo la misma meta trazada, aunque nos parezca más difícil.

Nos alegramos de que venga un cura nuevo, al que ya desde aquí, sin conocerle, le damos nuestra mejor bienvenida y le ofrecemos nuestra mejor disposición para avanzar con el en el conjunto de proyectos que estamos viviendo como iglesia viva en nuestros pueblos.