Por María Pilar Arenas Toledano, publicado en el número 42 de Regañón, enero de 2002
Me cuesta mucho expresar con palabras lo que sentí, cuando al mirar la revista del mes de octubre, vi reproducido en la página 28 el rostro de un ser muy querido para mí, Antonio, el pastor de Pedrosa del Príncipe, mi tío.
Él ya no está con nosotros, murió el día 29 de octubre pasado, sin poder ver publicada la entrevista que le hiciera Florentino unos meses atrás (enlace).
Gracias, Florentino. Leyendo el reportaje se descubre el cariño en tus preguntas y el buen hacer de la persona que entiende y sabe cómo es su gente. ¡Cuánta ilusión le hubiera hecho a mi tío ver su reportaje publicado! Él fue siempre un hombre sencillo, pero, sobre todo, alegre, y lo fue hasta sus últimos días.
Desde donde estés, querido tío Antonio, sé que te sentirías profundamente orgulloso de representar a los pastores de tu pueblo, un trabajo duro, sacrificado y muy poco reconocido, aunque tú, por el cariño que le tenías, digas que no. Prueba de esto es que cada día quedan menos pastores por nuestros campos.
Te fuiste, querido tío, sin una muestra de amargura ni tristeza, con la serenidad que consiguen las personas que se saben con el deber cumplido, con tu zurrón lleno de la alegría y el cariño que siempre repartiste a manos llenas entre los que te rodeábamos, y que seguro el Buen Pastor te sabrá recompensar.
Gracias, Antonio, por ser un hombre bueno y, aunque yo no pueda ser objetiva, gracias por lo que nos diste y por lo que nos dejaste, por enseñarnos a vivir felices con muy poco, a disfrutar con la panorámica de nuestro pueblo, desde cualquiera de los caminos y laderas que como pastor conocías tan bien, a saborear la alegría de estar todos juntos en familia, alrededor de la mesa y al calor de la gloria. De tu voz, armoniosa y cálida, aprendimos a cantar y, sobre tus pies hábiles y ligeros, dimos los primeros pasos de baile. ¡Cuánto te gustó bailar!
Cuántos recuerdos, cuántas añoranzas, pero sabemos que te fuiste a preparar un camino que todos recorreremos algún día. Pídele al Buen Pastor que, hasta el día que tengamos que encontrarnos, nos lleve agarrados fuertemente a su mano.