lunes, 4 de octubre de 2021

Personajes de Pedrosa del Príncipe. Antonio el pastor.

Por Florentino Escribano Ruiz 
(publicado en Regañón, número 42, octubre de 2001)


ANTONIO tiene la frente iluminada por el sol de los campos de la ribera del Odra. 

Su rostro está marcado por arrugas que son como surcos que señala el labrador cuando ara la tierra para acoger las semillas de la vida. 

Antonio tiene los ojos que miran fijamente al horizonte, porque su vida ha transcurrido entre los amplios horizontes que señalan los campos de Pedrosa del Príncipe, desde el pico del Aro hasta Peñalada, desde la raya de Astudillo hasta la raya con Hinestrosa.

Antonio tiene grandes oídos porque grandes han sido los sonidos sabiamente detectados y diferenciados para escuchar y asegurar con certeza los balidos de los corderos y hasta el  último aliento de sus queridas ovejas. 

Antonio es el pastor que, para mi, representa a todos los pastores de mi pueblo, pues desde niño le recuerdo pasando por delante de mi casa, en invierno y en verano, con su inseparable zurrón y su capa a cuestas y con cuatro o cinco corderos al hombro, cuando la estación era propicia para ello. 

Su sonrisa, disimulada entre los labios, es su más cercana e inseparable compañera.

Antonio Arenas Arenas, el pastor, está ya entrado en años y su salud flojea un poco. Ha colgado ya su zurrón para siempre, como el futbolista cuelga las botas con las que ha llegado a la meta de su intensa carrera. 

Me acerco a su casa para que me cuente algo de su vida. De ese charlar un rato con él en agradable conversación nace este escrito que es un homenaje a Antonio y a todos los pastores de antaño de mi pueblo y de todos los pueblos de nuestra comarca. 

¿QUÉ TAL, ANTONIO, me quieres decir algo de tu vida. ¿Dónde has nacido?

Nací en Pedrosa del Príncipe hace 68 años. Siempre he vivido en el pueblo que me vio nacer y en él he ejercido como pastor de las ovejas, nada menos que 41 años.

¿CÓMO era tu trabajo de pastor?

Pues normal y corriente. Sacaba al campo todos los días a las ovejas, domingos incluidos, y en invierno desde las diez de la mañana hasta las seis de la tarde estaba siempre pendiente de ellas. Luego se las echaba de comer, ordeñaba... y una vez que caía la noche, descansaba y vuelta a empezar al día siguiente. En Verano se madrugaba mucho más, se volvía a casa a comer y por la tarde se salía con las ovejas y no se regresaba hasta el anochecer.

¿ERA UNA VIDA DURA? ¿Recuerdas alguna anécdota que te haya ocurrido mientras estabas tú solo con las ovejas en el campo? 

Si, mira, te voy a contar que lo peor lo pasé un día en el que me sentí muy indispuesto. Me daba vueltas la cabeza. Unos retortijones fortísimos recorrían todo mi vientre. Me sentía morir. Yo me encontraba por el camino que lleva a Valbonilla y ese día no había nadie por el campo. 

Pasaban coches por la carretera, pero no oían mis gritos de auxilio. Esperé la llegada del autobús que viene de Madrid, pero no se dieron cuenta  de mi estado y el coche no me recogió. 

Por fin, arrastrándome de dolor, conseguí como pude, llegar hasta la cuneta de la carretera. Tuve la suerte de que pasara por allí un caminante y él me recogió y me llevó al pueblo. Tras unos días de cama, me puse bien y de nuevo volví con mis ovejas. Es lo más duro que recuerdo de esta profesión.

¿PERO, EN INVIERNO, no sentías frío? 

No, el invierno no me ha asustado para nada. Cuando llovía me metía bajo mi capa y en ella me resguardaba de la lluvia, de las heladas, de las tormentas y hasta del sol del verano. La capa del pastor es como una casa que llevas siempre contigo. Con ella estás siempre resguardado y al seguro.

OYE, ANTONIO, cuando se habla de pastores y de ovejas siempre anda rondando por detrás el lobo. ¿Te ha ocurrido alguna vez ver que los lobos querían adueñarse de tus ovejas?

Pues sí, mira, hace ya unos cuantos años me salió una manada de lobos por el camino del regadío. Vi que dos de ellos se preparaban para atacar al rebaño por detrás. Mis perros echaron a correr y los lobos rápidamente se marcharon. 

Creía que todo estaba resuelto, pero al poco rato aparecieron de nuevo, parecía que querían cogerme la vuelta. Las ovejas empezaron a sentir miedo y se movían como descompuestas, pero no atacaron. De nuevo los perros les ahuyentaron y todo se quedó en un susto.

¿NO SE TE HACIA LARGO y aburrido el día?¿Qué hacías además de cuidar a las ovejas, pensabas mucho?

Hace muchos años, cuando no había radios portátiles, yo no me aburría, me gustaba cantar y ver los campos. No pensaba en nada. Dejaba que el tiempo pasara tranquilamente.

Observaba los conejos y de vez en cuando los perros cogían alguno. Yo sabía muy bien dónde se escondían, conocía las fincas palmo a palmo y los secretos de la caza a mano. En el campo se aprende a sobrevivir con lo que hay sin hacer mal a nadie Es como una alhacena donde hay de todo.  Te sientes a gusto como cuando estás en casa. Tampoco me daba la  mínima sensación de estar yo solo con mis ovejas...

Me sentía rodeado de muchos seres llenos de vida y yo era uno más entre ellos. Pasé muchos años así, sin tener más compañía que el sol y el viento y los sonidos de las esquilas de las ovejas. Luego, cuando llegaron los transistores me llevaba la radio al campo y así me informaba de todo lo que ocurría por el mundo. El cambio que ha dado ahora la vida del pastor ha sido muy grande, ahora todo está mecanizado. Es otra cosa diferente.

Y POR ÚLTIMO, ahora que has colgado para siempre tu zurrón, ¿Has sido feliz en tu vida de pastor?

Creo que sí. Es un trabajo que encontré en mi vida desde mis años más jóvenes. No he conocido otro y en él me he sentido a gusto. Todo lo que he aprendido de la vida se lo debo a este oficio.

Antiguamente la vida ha sido muy dura y quizá ahora pagamos con nuestra salud las difíciles condiciones en las que hemos tenido que vivir con estos animales, las ovejas, que durante tantos años han sido el sustento de tantas familias del pueblo. La venta de la lana, los corderos, los quesos, la carne... todo ha servido para que estos pueblos de Castilla se mantuvieran vivos. 

En mi época éramos dieciocho pastores en el este pueblo de Pedrosa del Príncipe. Ahora sólo quedan dos y las condiciones del cuidado de las ovejas se han modernizado como todas las cosas. En fin, creo que he hecho lo que tenía que hacer y me he sentido muy a gusto con mi profesión de pastor.

DESPEDIDA

Me despido de Antonio y noto que en todo lo que me ha contado ha puesto emoción e interés. Sus ojos se despertaban llenos de luz. Su frente se iluminaba para encender la chispa de la anécdota llena de aventuras Sus arrugas marcadas en su rostro hacían entrever los frutos recogidos de una vida dedicada al trabajo por el bien de su familia.

Sus amplios oídos se agudizaban ante mis preguntas para responder con precisión, como no queriendo perder ni un instante de la conversación.

Puedo decir que Antonio sigue viviendo en su interior como vivió cuando llevaba sus ovejas por los campos del regadío a Trasdelaro, de los Cascajos a las laderas y al páramo. Colgar el zurrón no le impide disfrutar con el pensamiento de lo que ha sido toda su vida. Los detalles de sus anécdotas perfilan una vida llena de durezas pero intensa de vivencias que curten y marcan produciendo  una vida serena. 

Bueno, Antonio, gracias por contarme estas noticias sobre tu vida. Enhorabuena a todos los pastores.