domingo, 21 de noviembre de 2021

La escuela en Pedrosa del Príncipe (siglo XX). Del tintero al ordenador (2ª parte)


Publicado por Florentino Escribano Ruiz en el número 67 de la revista Regañón (primavera-verano de 2010).


Reflexiones ante la desaparición de la escuela del pueblo, desde sus orígenes en el 1642 hasta su cierre en el año 2004.


Refrescando la memoria:

En   la 1ª parte de este artículo, que puedes leer en el número anterior de la revista Regañón (enlace), se destacaba la trayectoria y la tarea educativa tan importante que tuvo la escuela en Pedrosa del Príncipe desde el año 1624 hasta el 1939 en que terminó la guerra civil en España. 

En ese artículo hemos descubierto muchos siglos llenos de vicisitudes sociales, políticas, religiosas, económicas… que han configurado la historia y las gentes de nuestro pueblo, aportando un grado cultural gracias a la escuela.  

Nos queda todavía por conocer cómo era la escuela en la época más reciente a nosotros hasta llegar a su cierre o extinción, transformándose su emblemático edificio en la sede del nuevo ayuntamiento, sala de ambulatorio y espacio de promoción cultural. 

El autor de este artículo se pregunta: ¿Qué pasará de ahora en adelante? ¿Quiénes serán los promotores de cultura en el pueblo ante esta nueva sociedad, que tan vertiginosamente ha dado el gran paso evolutivo desde la pluma y el tintero hasta el ordenador y otros aparatos de la más alta tecnología? ¿Qué futuro tendrán nuestros pueblos de la comarca si ya en ellos no hay escuelas?


Para responder a estas preguntas y a otras parecidas verás que los contenidos del artículo se van desarrollando, a modo de conversación o entrevista, dialogando con un sabio imaginario que nos aportará información de aquella época. Sigamos leyendo y conocerás algunas anécdotas de aquellos años de la escuela de Pedrosa del Príncipe desde la posguerra hasta nuestros días. 

¿Te acuerdas de los nombres de algunos maestros y maestras que ejercieron en Pedrosa del Príncipe desde el año 1900 hasta el 2000?

SABIO: No lo recuerdo muy bien, pero de forma salteada he oído hablar de señoras maestras de la escuela de párvulos como Doña Epifanía o Doña Pepita y Doña María Dolores Arce y Doña Dolores Espiga. 

He oído hablar también de Doña Pilar, que vivía en la Plaza del Reloj. Más cerca de nuestros años estuvo Doña Eli, maestra muy entrañable que dejaba a los parvulitos que se agarraran a los dedos de su mano acompañándola hasta la puerta, de tal manera que toda la chiquillería se empujaba por llegar a conseguir estar a su lado.

También recuerdo a Doña Carmen de Simón, a Doña Rufi y a Doña Consuelo. Tuvimos también la gran alegría de tener a una maestra nacida en el pueblo llamada Doña Beatriz Escribano, una maestra encantadora con una dedicación impresionante hacia los niños, siempre bondadosa y paciente, con un carisma educativo fuera de serie. Tuvimos la suerte de que dedicara sus últimos años de magisterio en la escuela del pueblo, y aquí vivía con sus hermanos en una casa del  pueblo. 

Todas Las maestras han sido personas maravillosas que supieron educar a tantas generaciones de niños y de niñas que han sido, y muchas todavía siguen siendo, nuestras abuelas y bisabuelas de hoy.

De los nombres de los maestros también me hablaron; de alguno todavía me acuerdo, aunque no sé decírtelos con toda precisión ni orden. El más antiguo es Don Esteban en el 1915. Después Don Quirós en el 1924, que era asturiano. Luego hubo otro que se llamaba Don Gregorio. Le sustituyó Don Juan que era de Santa María del Campo. Luego vino Don Luis. 

Con Don Pantaleón, que era de Arenillas del Río Pisuerga, vivimos en la escuela de los años 50 a los 70. Como entonces crecía mucho el alumnado de niños se contrató a otro maestro, llamado Don Jesús. Continúa esta historia de maestros, de la escuela masculina de niños, con Don Antonio López-Sanvicente López, que estuvo en el pueblo desde el 1968 al 1976. Después estuvo D. José con los pequeños y, después de él, ya no ha habido más maestros para la escuela masculina de los niños mayores.

¿Cómo era la escuela y la vida en el pueblo una vez pasada la Guerra Civil del año 1936?

SABIO: Bueno, eso es muy difícil de contar en pocas palabras. Los maestros y maestras de esa época supieron nadar y guardar la ropa, como se dice.

Había algunas obligaciones políticas y religiosas que no había más remedio que cumplir, pero para informarte mejor te recomiendo que leas el libro “Sopas de Ajo”. Lo ha escrito Mariluz Escribano Pueo, editado por Comares, en Granada en el año  2001. 

La autora de este maravilloso libro autobiográfico es hija de Agustín Escribano, a quien fusilaron en la guerra. Era hermano de la señora Dolores, que durante tantos años vivió en una gran casa, al lado de la plaza del reloj, donde la autora pasaba los veranos. En este pequeño libro se habla mucho de la forma de vivir en el pueblo y de las costumbres de aquella época, pues la autora del libro, cuando volvía en los veranos a Pedrosa del Príncipe, todo se le hacía poco con tal de poder encontrarse con el mundo donde había vivido su padre, a quien sólo conoció durante nueve meses de su vida, pero su recuerdo era imborrable. La manera de narrar y la descripción  que hace la autora sobre cómo era la vida en el pueblo y de los paisajes y de las costumbres son verdaderamente impresionantes. 

Volviendo a la escuela y a los maestros de esa época, en general preparaban muy bien tanto a los niños como a las niñas, con los métodos pedagógicos de la época, que hoy día serían incomprensibles. Había niños que, quizá de otra manera, no hubiesen aprendido nada, pues el rechazo a las letras podía con ellos.

¿Hubo muchos cambios en la escuela de la segunda mitad del s. XX?

SABIO: Desde los años 50 en adelante la sociedad iba cambiando y con ella la escuela. El pueblo estaba lleno de criaturas. Los maestros y maestras tenían mucho trabajo y vivían en el pueblo. Doña Carmen de Simón Ruiz era la maestra de las niñas mayores y Don Pantaleón el maestro de los chicos mayores. El edificio escolar nuevo, el que hoy es ya nuevo ayuntamiento, llevaba ya  algunos años funcionando a pleno rendimiento. Lo financiaron los hermanos Víctor y Silvano Escribano García, que eran hijos del pueblo, pero vivían en Granada ejerciendo de médicos. El grupo escolar  llevaba su nombre escrito en una placa. En su memoria se mantiene la placa, ya restaurada, para recuerdo de los vecinos y agradecimiento por tan noble gesto de estas buenas personas.  

El nuevo edificio de las  escuelas  se construyó sobre un solar donde había unas casuchas y unas tapias de corrales totalmente derruidas. Lo edificó una cuadrilla de albañiles de Santoyo dirigidos por el gran profesional de la construcción llamado Julián Aparicio. También trabajaron otros albañiles del pueblo. No sé quién lo diseñó, pero fue hecho con tanto esmero, precisión, belleza y adelanto técnico que incluso pensaron en cuartos de baño con lavabos, urinarios y servicios con agua corriente, cuando aún era un sueño simplemente el pensarlo o  que los niños supieran para qué servían esos artilugios que no existían en sus casas, donde las necesidades biológicas se hacían en el corral, junto a las gallinas y otros animale
s, o detrás de una tapia, o en cualquier otro lugar del campo, sin ningún tipo de miramientos. Recuerdo que  los niños de la escuela hacíamos nuestras necesidades en el pasillo que había entre valla y valla de separación del edificio de las escuelas con la pared colindante del vecino.

Por modales educativos de la época, el patio estaba dividido en dos zonas: una para las niñas y otra para los niños. Quien osara atravesarla se atenía a las consecuencias nada agradables.

¿Cuál fue el cambio mayor que se produjo?

SABIO: El cambio mayor venía del propio transcurrir del tiempo. Las heridas de la guerra se estaban curando; los años del hambre daban paso a una alimentación donde ya sobraba un mendrugo de pan que hacía olvidar la miseria.

El tiempo para los niños de la escuela transcurría en el pueblo de una manera muy sana. Tras ir a la escuela por la mañana y por la tarde se trabajaba en las labores de casa. Las niñas con sus tareas, los niños con las suyas. Todo estaba muy regulado y cada cual sabía lo que tenía que hacer. Los padres nos lo enseñaban y así se hacía un día y otro sin más rechistar. No se conocía otra cosa y se mantenían las tradiciones de siempre.

También teníamos nuestro tiempo para los juegos de temporada propios de  los niños, que eran diferentes a los de las niñas. Se jugaba a la comba , al marro, el alicoto, el avión, a los cartones de las cajas de cerillas, a la pelota en el frontón, 
jugábamos al salto del burro, a las tabas, a la peonza o trompones, a las casitas, a las cocinitas; se jugaba a las madres, al juego de la gallina ciega, a la tuta. Se hacían carreras con los aros guiados por un hierro. Los niños en las bodegas jugaban a la guerra con espadas de madera, pistolas de palo, a los vaqueros y a los indios. Había un sin fin de juegos que entre unas pandillas y otras hacían la delicia de la chiquillería, una veces, pero otras también servían de confrontación y de peleas de verdad por ver quiénes eran los más poderosos porque metían miedo y terror a los más pequeños por su fuerza violenta y no por su inteligencia y educación.

En algunos momentos del año se vivían acontecimientos especiales como el día de la merendilla, el  martes de carnaval, donde se convivía juntos los chicos y las chicas poniendo cada cual su parte de merienda donde nunca faltaban los dulces de las hojuelas. Se vestían de carnaval, pero sin taparse la cara para evitar represalias.
 
Otra fiesta era la del día del panecillo que consistía en un pan pequeño que nos hacía el panadero en el día de todos los santos. Se comía por la calle con una sardina arenque o con un trozo de chorizo, quien lo tuviera. Otros llevaban pan con harina tostada por dentro y se llamaba pan harinoso. 

El día de San Antón se hacía la fiesta de los burros y toda la chiquillería  se las ingeniaba para correr los burros. Se decía que si ese día no se sacaba al burro para la carrera, el burro se moriría. El cura los bendecía en la plaza del rollo. Año tras año todo seguía igual.

En la década de los años 60 el pueblo empieza un gran cambio. Atrás quedaban los peores años de la posguerra con sus miserias y carencias. La luz, la radio y la prensa entraban ya en las casas como algo normal. Los que venían de la ciudad traían aires nuevos. Más tarde, la televisión nos enseñó a ver la vida con otra mirada. Las músicas de los Beatles y de los Brincos sonaban en las calles; las modas que traían los turistas abrían nuevas ventanas y vislumbraban otros horizontes. Las generaciones nuevas veían la vida con otras perspectivas. 

Los nuevos maestros traían iniciativas que empujaban hacia un futuro diferente. Más abierto en unas cosa y afrontando nuevos retos en otras. 

El afán por estudiar era grande. Muchos niños y niñas de cualquier tipo de familias salieron de la escuela del pueblo para ir a estudiar a los colegios de frailes o, gracias a las becas, para hacer una carrera en otros centros civiles. Había grandes deseos de buscarse un futuro entre los libros o en otros oficios, pues el trabajo en el campo ya escaseaba  pues empezaba a mecanizarse y muchas familias tuvieron que emigrar a la ciudad en busca de otras ilusiones. El futuro del pueblo se veía ya entonces con nubarrones oscuros que presagiaban un tiempo cercano poco esperanzador. 

¿Por qué se cierra la escuela de los mayores y se les obliga a ir a Castrojeriz?

SABIO: Todo se veía venir. La población de Pedrosa del Príncipe iba a menos. La emigración de los años 50 y 60 dejó sin relevo de familias que pudieran continuar suministrando de nuevos niños a la escuela.

La comarca envejecía y no hubo más remedio que concentrar a los niños mayores en las escuelas de otros pueblos con mayor número de niños.

El año 1976 fue el último curso de escuela de mayores, puesto que por Orden Ministerial del 31 de Diciembre del 1975 se suprime la escuela unitaria de Pedrosa del Príncipe para su concentración en el Colegio nacional de Castrojeriz.

A partir de aquí, Pedrosa del Príncipe se queda sin maestros y sin grupo escolar. Solamente quedó la escuela infantil con Doña Beatriz Escribano, la maestra nacida en el pueblo; pero todo eso duró muy pocos años, pues, al no aumentar la población infantil no se llegaba al número mínimo exigido para tener alumnos en la escuela del pueblo, así que  el cierre total de la escuela de los mayores fue inminente.

¿Qué actividades destacarías de esas últimas décadas de la gente del pueblo y del grupo escolar de Pedrosa del Príncipe?

SABIO: Los datos que tengo los he leído en un artículo de Regañón en el Número 65 dedicado al otoño-invierno 2008-2009 (enlace). Precisamente es el propio maestro, Don Antonio López-Sanvicente, quien lo narra con una emoción entrañable de su experiencia personal. Os invito a leerlo en la revista Regañón. 

Como resumen de lo que escribe el maestro, D. Antonio, os cuento que en aquellos últimos años de la escuela, desde el 1968 al 1976, había una matricula de niños y de niñas, variada y numerosa desde el inicio de la Educación General Básica hasta el 8º nivel con 14 años. Había unos 50 niños y unas 40 niñas. La programación de las clases era costosa dada la variedad de edades y diversificación de conocimientos. 

Además de las horas de clase se organizaban una gran variedad de actividades en el pueblo como: un equipo de fútbol que competía con gran éxito en una liguilla con los pueblos de la comarca; convivencias con los colegios de Frómista y Tardajos; veladas recreativas con escenificaciones teatrales; concursos nacionales de educación física; programas culturales de radio; excursiones a ciudades; arreglo de jardines en el pueblo...

También se puso en marcha la fundación del primer Tele Club en el antiguo Centro. Asistimos a concursos culturales y ganamos el premio de una empacadora “John Deere”, concedido por Televisión Española en un programa con presencia de muchos vecinos del pueblo y con su maestro a la cabeza. Todo eso, junto a otras acciones de relieve, promovidas por los vecinos del pueblo y por los escolares, dio un dinamismo al pueblo como nunca se ha podido lograr. 

La ilusión por un futuro prometedor empujaba grandes actividades y medios para la organización de las fiestas del pueblo por todo lo alto; las corridas de toros, la coral con el recordado Jesús Vilumbrales, el grupo de coros y danzas con los trajes regionales propios del pueblo y con muchas otras iniciativas, todas ellas de gran calibre que contribuyeron a que el pueblo de Pedrosa del Príncipe progresara en todo y fuese valorado por la colaboración de todo el vecindario unido en sacar adelante proyectos de bienestar para todos.  

Todo ello dio lugar a la declaración de Teleclub piloto y a  recibir una cantidad de dinero para poder edificar el nuevo  Teleclub, local que es hoy el actual “Centro Cultural Virgen de la Olma”. 

Gracias también a la generosa aportación  de la familia de los hermanos  Escribano, Evilasio, Pilar, Beatriz, María y Carlos y otras entidades que cooperaron de muchas maneras, se iniciaron las obras para hacer realidad los sueños que los vecinos del pueblo teníamos en aquellas épocas. Desde la escuela colaboramos a su consecución, siempre alentados por las autoridades del ayuntamiento del pueblo que fomentaban todas estas iniciativas.

Epílogo

En la escuela de Pedrosa de Príncipe allá por los años 60, cuando yo era uno de sus alumnos, todavía no había ordenador. Aprendí a escribir en la pantalla de la pizarra y con el pizarrín que cada día llevaba a la escuela. Había pizarrines muy duros que escribían de una manera y también había pizarrines que llamábamos de manteca, por ser éstos más blandos y de más fácil escritura. Cuando la pantalla de la pizarra se llenaba, la borraba echando un  poco de saliva que hacía de agua que humedecía el trapo atado a ella para volver otra vez a escribir en ella. 

También conocí el cuaderno de pastas azules, donde únicamente pasábamos las tareas a limpio. Cuando teníamos papel de sobra podíamos escribir con el lapicero y borrar las cuentas con la goma de borrar para poderlo utilizar de nuevo haciendo otras cuentas en el mismo papel.

Superada la prueba de la escritura con el lápiz, me enseñaron a escribir con la pluma y el tintero, haciendo caligrafía sin echar borrones, acompañado siempre con un papel secante para evitar que la tinta se moviera, y sin hacer borratajos, pues quedaba muy mal presentado y la nota era más pequeña.

La gran revolución escolar llegó con el bolígrafo, pero mi maestro solo nos permitía presentar las tareas nada más que con la pluma y el tintero…  lo escrito a bolígrafo no tenía validez. ¡Qué tiempos aquellos donde nuestros ordenadores portátiles no necesitaban recargas ni dinero!

Y después de todo este recorrido histórico dando solamente algunas pinceladas para destacar algunas anécdotas del recorrido de la escuela de Pedrosa del Príncipe desde el siglo XVII hasta los comienzos del siglo XXI, ya nada ha quedado como estaba. 

Han pasado muchos años. Todo ha evolucionado a la velocidad de vértigo, y ahora los niños escriben con su  ordenador portátil. No necesitan, ni pizarra ni pizarrín, ni lapicero, ni pluma ni tintero. Con su pantalla  de luz escriben y borran y hacen las faenas como el mejor torero.

Ya no se necesitan escuelas, ni tampoco a los maestros a la antigua usanza, pues la información está al alcance de cualquiera que quiera navegar con esmero por los mares de internet abriendo las ventanas del nuevo conocimiento.

En muy poco tiempo hemos pasado de escribir cuatro cosas con la pluma y el tintero a tener acceso a toda la información con el ordenador en el mundo entero.

Yo me pregunto: ¿Qué nos deparará el mañana, si todo lo de ayer se lo llevó el tiempo y hasta la escuela de mi pueblo, con tantos siglos de historia, ha quedado en el silencio?

Parece mentira que más de 300 años de historia terminen así. 

¿Qué hacer? Lamentarnos no sirve para nada. Hay que reaccionar y seguir buscando nuevas vías. La cultura y el pensamiento no se pueden ir de nuestros pueblos. Si esto fuera así, están condenados a su total desaparición. Los modos de transmisión de los saberes evolucionan y nosotros también evolucionamos con ellos. La cultura tiene que continuar.

La  labor  educativa de la escuela de Pedrosa del príncipe no puede caer en el olvido, aunque ahora esté en silencio.  

Esperábamos nuevos tiempos. Llegaron ya esos nuevos tiempos. Somos ya de otros tiempos. Nos toca rodearnos de los “nuevos maestros” y de las “nuevas escuelas del pensamiento” que nos den acceso al saber y a la cultura de hoy y del futuro. 

En este sentido, es de admirar y de agradecer la tarea que está realizando la Revista REGAÑÓN y las personas e instituciones que con tanta dedicación la impulsan poniendo su esfuerzo y mucha ilusión. Yo, desde estas líneas os doy  mi mejor reconocimiento.

Son las asociaciones culturales comarcales y de cada pueblo las que tienen  que dinamizar lo que en otros tiempos  hacían las escuelas de cada pueblo.

Hoy disponemos de nuevos medios para conseguir los mismos objetivos. Sería una pena que por falta de  interés se perdiera esta faceta de nuestros pueblos.

La responsabilidad de todos es muy grande y entre todos los pueblos de la comarca lo tenemos que activarlo. Lo malo no es  solo que desaparezca la cultura de nuestros pueblos, lo peor es que con ella irán desapareciendo también  las señas de identidad de nuestro propio pueblo.

Hoy somos pocos, pero somos aún suficientes para que todo ello anime a gente nueva a hacerse nuevos vecinos de nuestros pueblos.

Como en la poesía del sabio, que narraba en la primera parte  de este artículo, (ver número anterior) puede ocurrir que detrás vengan otros sabios que valoren lo que se ha desechado. Nunca es tarde si la dicha es buena. El trabajo ahí queda para que otros lo recojan, lo continúen y lo mejoren 

Pienso que toda nuestra historia anterior, llena de cultura y de sabiduría, no estará nunca perdida, si todavía sabemos adelantamos a las nuevas necesidades de hoy, como supieron hacer en otros tiempos, con la escuela, nuestros antepasados.

Juntos, podemos abrir caminos que nos guíen afrontando las nuevas exigencias de la vida, hacia un futuro esperanzador para cada persona y para  el futuro mejor de nuestros pueblos.