martes, 21 de septiembre de 2021

Siete en el 127


Es muy probable que esta fotografía resulte familiar a quienes tengan a bien darse una vuelta por este blog. Una versión ampliada estuvo expuesta en la pared de Donde Goyo el tiempo en que Miguelo resucitó el antiguo bar Toledano. La imagen evoca su pasión por cualquier vehículo con motor y su propensión a exprimirlos al máximo, así como su siempre generosa contribución a la fiesta. 

Uno de los eventos que no podía faltar en el programa de las fiestas de verano era el torneo de frontenis, en sus distintas variantes (masculino, femenino, mayores, pequeños...). En la fiesta de 1993, que llevó el enigmático nombre de Recuerdo del Moro Juan, la categoría de "mayores" se la llevó Carlos, que aparece entronizado, raqueta en mano, sobre el capó. Supongo que, por casualidad, al terminar la final de frontenis apareció el superpoblado 127 por las inmediaciones e invitaron a Carlos a inmortalizar su triunfo para la posteridad.

En su interior se adivina al conductor, pero a la mayoría del pasaje le dio por viajar al aire libre, componiendo una estampa que parece más propia de Bombay o Marrakech. Al pobre coche se le ve fatigado, sin manera de sacudirse de encima a todo ese personal, como una pobre vaquilla a la que no quedan fuerzas para una última embestida.

Aunque no hayan transcurrido tantos años desde entonces, ya se deja notar el paso del tiempo en la estética de la bicicleta o en los grandes montones de cebada sobre las eras, donde hoy en día tenemos una pista deportiva. No debe pasarse por alto el detalle de quien contempla la escena en segundo plano, trabajando en lo alto del remolque.

Y es que, bien mirado, es una imagen del siglo pasado.