Si alguien me preguntara por el elemento que veo con más posibilidades de conservación y que pudiera aportar una información más relevante a un arqueólogo del futuro, una vez que el tiempo y el olvido se abatieran sobre lo que en sus días fue Pedrosa del Príncipe, yo me decantaría por las antiguas tapas de registro del alcantarillado.
Las de los primeros tiempos eran gruesas piezas de hierro con un orificio en medio, una especie de moneda gigante que tenía grabados el nombre del pueblo, el de la siderúrgica que fundió y moldeó el metal y su año de ejecución. Un ejemplar de esos parece destinado a subsistir para siempre, si se le abandona y la tierra lo va engullendo poco a poco.
Pero esperemos que la insensatez de nuestra especie no llegue al extremo de desandar todo lo andado, y que no sea necesario ponerse a excavar para reconstruir lo que fueron nuestros tiempos, sino que la técnica informática haya progresado tanto que se pueda ver a nuestros hologramas charlando animadamente a la puerta del Teleclub, cientos o miles de años después.