Esto viene a cuento de unas fotografías que me ha hecho llegar Pablo Dueñas del campo de Pedrosa, que este año se muestra lujurioso a estas alturas, a la espera de que una meteorología favorable le dé el último empujón. La diversidad cromática a la que se hace alusión, además (y es una observación muy pertinente en el día de San Isidro Labrador), se debe a la afanosa y perseverante mano del hombre.
Hace años plantamos un liriodendro de Virginia en el recinto del instituto para dejar un recuerdo del veinticinco aniversario de su puesta en marcha. Este árbol rompe en una bonita hoja de color verde lima a la que dimos en llamar "detector de primaveras". Es como un humilde heraldo que anuncia discretamente la llegada de la estación. Poco después de que los brotes de nuestro árbol comienzan a abrirse, llega el estallido general, Proserpina vuelve con su madre tras abandonar temporalmente su morada en el infierno, y Ceres (la diosa del cereal) impulsa con decisión la explosión de la primavera para manifestar su inmensa alegría. Este año, la diosa, como vemos en las fotografías, no cabe en sí de gozo.
Texto: Gerardo Manrique