Una de las últimas fotografías que nos quedan por ver de las que gentilmente nos cedió Don Antonio es esta foto de vendimia. Hay muchas cosas tangibles y muy familiares registradas en ella: el seco rastrojo, la solemne hilera de chopos que flanqueaba la carretera de Astudillo, la ladera del páramo, entonces sin su manto de pinos ni su corona de aerogeneradores, la abundancia de coloños, ese artefacto tan familiar y tan "vendimiadero", el garrafón, la bota, el embudo, el pañuelo de faenar sobre la cabeza... y una cosa intangible, pero que colma la escena: la alegría.