¿Cómo hacer para que el futuro de Pedrosa del Príncipe pueda ser algo parecido?
Por Florentino Escribano Ruiz,
publicado en el número 53 de Regañón (enero de 2005)
publicado en el número 53 de Regañón (enero de 2005)
Una mañana de Agosto del año 2004. El cielo de Castilla luce con un azul intenso, limpio, trasparente. Tras unos días de lluvias intermitentes que han renovado la atmósfera, un aire fresco se respira en el entorno dejando atrás, por un instante, los calores del verano.
Desde el terraplén observo el puente del río Odra, que esconde su caudal entre la abundante maleza, pero que acoge a los jóvenes para conectar, con su teléfono móvil, con los amigos de fuera, pues es difícil todavía encontrar un sitio en la casa desde donde se pueda tener la señal para hablar de este modo. Por allí también se sienta Lázaro Arenas, el antiguo alcalde, que consiguió hacerlo nuevo y que lo lleva siempre metido en su corazón. El puente, el río, metáfora de la vida que pasa y no se detiene, pero que une una orilla con la otra.
A mi lado está la huerta de Fede, que él llama "el Paraíso". Disfruto del agradable ambiente que esta mañana la climatología ha regalado al pueblo de Pedrosa del Príncipe. Y mientras hago algunas fotos al paisaje, se acerca en su bicicleta, Federico Álvarez, Fede sin más, con quien comparto este entrañable momento de conversación.
Fede, para mi, es una de esas buenas personas que hay en mi pueblo que, junto a otras, representa un determinado modo de vivir, donde su filosofía navega entre lo humano y lo divino; al mismo tiempo que tiene un no sé qué de original que no pasa desapercibido. Lo recuerdo así desde años atrás, que era mi vecino, y con el que disfrutaba, en vacaciones, de grandes y profundas conversaciones.
Federico Álvarez nació en Pedrosa del Príncipe, en aquellos años de postguerra donde hasta respirar era difícil. Desde los 4 años hasta los 32 se trasladó a vivir, por circunstancias de la vida, a Revilla Vallejera, pueblo de su madre, muy cercano a Pedrosa del Príncipe, al que regresó al casarse con Paula García. Desde entonces su vida ha transcurrido en el campo trabajando en la agricultura hasta que le llegó la edad de la jubilación. Hoy, Fede, goza de muy buena salud y quiere compartir con nosotros sus ideas e inquietudes que reflejan su forma de vida.
Revilla Vallejera y Pedrosa del Príncipe, dos pueblos que están en tu corazón. ¿Tienes predilección por alguno de los dos?
Es difícil elegir, pues los dos forman parte de mi historia. Nunca he perdido el contacto con Pedrosa, pues en verano venía aquí a trabajar y a ver a la familia para no perder el contacto con mis raíces. Revilla me acogió en la infancia y eso también marca mucho. Cada pueblo tiene su sitio importante en mi corazón.
¿Por qué llamas a esta finca "el paraíso"?
Mira, esto hace unos años no era más que un trozo de tierra perdida. Cuando me jubilé, empecé a poner árboles frutales: manzanos, perales, ciruelos, almendros, membrillos, cerezos y otros árboles; también tengo rosales y un poco de huerto. Todas las mañanas me vengo aquí y estoy unas cuantas horas trabajando o simplemente sentado en mi caseta. Para mí el campo es esencial para vivir. Siempre he trabajado en el campo y no sé vivir sin él. Ahora puedo disfrutar de él sin necesidad de trabajar por obligación.
Cuando estoy aquí me siento muy a gusto. Me siento integrado con la naturaleza, con los árboles, con las flores, con los pájaros. No me importa que no saque los frutos que espero. Me sale más caro cuidarlos que comprarlos, pero sólo el hecho de estar aquí es ya suficiente para sentir la alegría de vivir y disfrutar del paisaje, de la armonía del silencio, de la paz. Por eso lo he llamado "el paraíso", pues pienso que si hay algún paraíso puede ser algo como esto; bueno, a mí, por lo menos, me sirve para entenderlo a mi manera.
¿Qué futuro le ves a la agricultura en nuestros pueblos?
Pues lo veo muy negro. La manera que tenemos de cultivar no es rentable para la nueva economía de mercado. Los productos para mejorar los cultivos son muy caros. La maquinaria que se necesita para trabajar el campo es muy costosa y no está al alcance de cualquiera. No se puede competir con las grandes producciones de cereales. No sé, pero creo que hace falta una gran reforma agraria para poder sobrevivir en el futuro tal como se ven las cosas ahora.
Pero aquí tenemos un gran regadío, ¿no te parece que eso es ya una señal de mejora rentable para el futuro?
Puede ser que sí, pero yo la veo incompleta. Pienso que podría ser más rentable si se compagina con otros productos que no sean solamente para riegos de cereales, remolachas, alfalfa o maíz. Me gustaría que alguien tomara la iniciativa para probar con otros productos de regadío más especializados que generarían más mano de obra.
En concreto, ¿Qué harías con el regadío?
Pues yo creo que el regadío puede dar mucha producción todo el año si se eligen productos que pueden criarse en invernaderos: pimientos, tomates, zanahorias, viveros de semilleros de plantas de todo tipo, árboles frutales, legumbres, verduras varias.
Tenemos tierra, tenemos agua en abundancia. Los invernaderos impedirían las grandes heladas. No sé, pero se trata de probar y ver qué es lo más adecuado. Lo importante sería generar mano de obra que dé puestos de trabajo y así el pueblo seguiría vivo con una población que no tenga que emigrar para buscarse la vida. Incluso atraeríamos a nuevas familias dispuestas a trabajar y a ganarse la vida.
No, no. De ninguna manera. Sé que es difícil, pues lo más lento es cambiar una mentalidad y amoldarse a nuevos sistemas de trabajo. Pero lo que yo digo no es para que se embarque cada pueblo por separado, sino para emprenderlo como proyecto de mancomunidad o de comarca que apuesta por su futuro común, tratando de rentabilizar los recursos que tiene cada poblado con la única finalidad de desarrollarnos todos en vez de hundirnos por separado todos.
Se necesita mucha maquinaria que un agricultor en solitario no podría adquirir. La agricultura tal como está por aquí tiene los días contados, el regadío así no es rentable. Los gastos de abonos son elevados y superan el beneficio de la producción.
¿No te parece que se está apoderando de ti el pesimismo?
No, no soy pesimista. Es una cruda realidad que ya se intuye y que de aquí a pocos años toda la agricultura de estos pueblos la trabajarán entre cinco agricultores que se hayan organizado para ello. La gente de los pueblos no puede vivir ya del campo tal como está ahora estructurado, a no ser que se reestructure en otras producciones y otras formas de trabajo que necesite mucha mano de obra y genere riqueza.
Yo no soy pesimista. Aquí se trata de ver la realidad y mi punto de vista es el que he expresado. No es nada fácil compaginar la agricultura con las exigencias de hoy. Hay que especializarse en productos peculiares. Antiguamente la agricultura estaba muy unida a la ganadería y a los productos derivados, pero hoy en día hay que decidirse por una cosa a lo grande y con la ayuda de la tecnología pues si no, no será rentable y no tendrá futuro.
Pues estamos en las mismas. Ya no vale la idea del pastor con las ovejas en el campo. Esa imagen tan poética de nuestros campos de Castilla tiene los días contados. La explotación ganadera también tienen que entrar en la tecnología. Hay que invertir dinero en preparar las cuadras para los animales estabulados y llevar un control de calidad con ordenadores que tienen la historia de cada animal. Hay que ser competitivos y productivos. No hay otra salida en una economía de mercado. El capital exige eso. No hay otra salida a no ser que cambie todo el sistema productivo de un plumazo. El futuro, para bien o para mal va por ahí y tenemos que jugarnos nuestras cartas si queremos estar preparados.
¿Los pequeños propietarios tienen que organizarse en grandes cooperativas?
Bueno, puede ser una salida posible, pero es difícil trabajar juntos cuando hoy en día se nos bombardea con la idea de lo individual. Es cuestión de tiempo y de un cambio de mentalidad que vea más las ventajas que los inconvenientes. Las cooperativas al principio suelen funcionar bien. La gente está concienciada y se lanzan a los retos porque lo han entendido. Lo malo viene en las generaciones siguientes que se lo han encontrado todo hecho y ya no tienen el espíritu original que les movió. Algo parecido a las cooperativas tiene que ser el trabajo del campo en el futuro. Lo que está claro es que cada uno por su lado no vamos a ninguna parte y todos perdemos. Ya lo dice el refrán: La unión hace la fuerza o uno para todos y todos para uno.
¿Ha cambiado mucho la agricultura desde tus tiempos hasta ahora?
Si, esto ha cambiado muchísimo. Todo está desconocido. En poco tiempo hemos pasado del arado de los romanos y la pareja de mulas, a los tractores y a la alta tecnología. No nos ha dado tiempo a asimilar estos cambios tan bruscos. A la gente la ha pillado desprevenida. No ha tenido más remedio que emigrar a las ciudades industriales. Los pequeños pueblos están en alerta roja.
Pedrosa del Príncipe ha bajado muchísimo. De tener maestros, veterinario, médicos, tiendas, bares y muchos servicios, hemos pasado a no tener nada. ¿Esto no tiene arreglo?
Sí tiene arreglo, pero hay que romper moldes y despertar de la añoranza. Hay que encontrar otras fórmulas de trabajo. La industria no viene a los pueblos. Tenemos que generar mano de obra.
¿Y nuestros políticos no se mueven para arreglar esta situación?
Los políticos no han tenido ni tienen todavía la suficiente consideración a las personas de los pueblos pequeños. Les interesa más proteger a una planta o animales en peligro de extinción que a las personas que vivimos aquí permanentemente y que de verdad somos más importantes y estamos más que en peligro de extinción. Hay una decisión política de abandono porque por aquí no hay población y no da votos. Piensan que esto no tiene remedio. Hay desinterés. Nos han condenado a desaparecer y no se dan cuenta de que somos una especie que vivimos en los pueblos y somos los que mantenemos un orden ecológico y ambiental. Deberían protegernos más que a los animales y a las plantas.
¿Esto va a ser, dentro de poco, una tierra para acoger cementerios nucleares, como se oye decir?
No podemos permitir que nos den ese final. Hay gente que lucha todos los años para que eso no ocurra. En este mes se hará la octava marcha de manifestación contra el cementerio nuclear. Hay mucha gente que se mueve y que viene de fuera para ayudarnos. Son detalles que crean conciencia de comarca, pero los políticos no nos oyen porque no somos violentos y aguantamos con resignación. Parece que hasta que no ocurra algo muy grave los políticos no reaccionan. Es una vergüenza pero es así. Hay que seguir luchando con nuestros alcaldes a la cabeza para que estas tierras tengan futuro.
Pero yo veo que la gente de los pueblos arregla las casas, hacen viviendas nuevas. Cada vez vienen más veraneantes. Estos pueblos están ahora mejor arreglados que antes. ¿No es una contradicción?
Bueno, yo estoy hablando desde un punto de vista laboral. Otra cosa diferente es que los pueblos sigan vivos en sus casas, pero como residencias de veraneantes o como lugares de recreo parecido a las urbanizaciones de segunda vivienda que hay en las grandes ciudades para los fines de semana. Eso sí que tiene futuro y quizá sea la salvación de estos pueblos que están cerca de las ciudades.
¿Qué soluciones ves para mejorar la vida en el pueblo?
Se necesita ver los problemas con anterioridad y urgir a los políticos de la comarca para que lleven sus reivindicaciones a la Junta de Castilla y León para que por estas zonas haya buenas comunicaciones por carretera, buenos servicios de salud, centros de estudio localizados en sitios estratégicos, servicios de autobuses como en las ciudades, buenas comunicaciones para poder ir y volver a los lugares de estudio y de trabajo, como hacen en las ciudades.
Hay mucho por hacer y no podemos dormirnos en los laureles. Ya vamos con mucho retraso precisamente porque somos gente muy sufrida y aguantamos con todo lo que nos echen. Eso se tiene que acabar y nos tenemos que unir para ser más luchadores.
Tenemos que estar convencidos de que vale la pena luchar y, como dije al principio, hay que crear mano de obra con muchos cultivos y compaginar el trabajo con otras propuestas. Hay que acoger a los inmigrantes y a los jóvenes dándoles la posibilidad de trabajar en buenas condiciones y con sueldos parecidos a los de la ciudad. Hay que darles ventajas en la vivienda, en los terrenos, en ayudas para emprender nuevos negocios utilizando el regadío de otra manera con otros productos. Abrir nuevas formas de explotación ganadera con sus respectivas cadenas de productos derivados, artesanales, biológicos... pero todo en plan comunal para que la fuerza sea de mayor amplitud.
¿Piensas que los jóvenes no se quedan en el pueblo porque los que viven aquí se les considera que tienen una mentalidad pueblerina?
No, para nada. Ese tópico se ha acabado y además hace mucho daño. Hoy en día hay en los pueblos mucha gente preparada y con mucha cultura y tienen acceso a cualquier cosa y sabemos arreglar cualquier problema. Además los que vivimos en los pueblos tenemos la ventaja de que nos conocemos todos. Hay muy buena gente trabajadora y honrada. No hay diferencias sociales como podría haber en otras épocas.
¿Estás jubilado y todavía te interesas por el campo?
Si, el campo ha sido y será toda mi vida. Me gusta ver crecer los árboles. La climatología es adversa y no se cogen frutos, pero no me importa, pues no busco el fruto sino la alegría de saber que formo parte de la tierra. Es más barato comprarlo que producirlo. pero me gusta ver las flores, es como la vida misma, trabajas con ilusión y a veces tiene recompensa y otras no. Lo importante es estar a bien con uno mismo disfrutando de lo que se hace y se vive.
¿Qué es lo que más valoras de la ciudad y cuál es lo mejor de los pueblos?
Las ventajas de vivir en una capital son los servicios que tienen al pie de casa: hospitales, colegios, tiendas... pero cuando eso lo tengamos por aquí en los pueblos tendremos mejor calidad de vida pues aquí hay tranquilidad, vida sana, ecología, seguridad, amabilidad, buen trato, familiaridad, las casa y los espacios amplios, mayor calidad de vida. Cuando en las comarcas tengamos buenos accesos a las vías de comunicación no tendremos nada que envidiar a la ciudad.
La gente de las ciudades ya está entendiendo todo este modo de vivir, pues se nota que cada vez más están arreglando las casas antiguas y vienen a vivir aquí los fines de semana, en verano y en cada ocasión que encuentran, pues hoy día cada vez la vida es más impersonal en las ciudades y en las urbanizaciones, mientras que por el contrario en los pueblos te encuentras con tus raíces, con tu historia, tus sentimientos y los de las familias de procedencia. Hay una especie de despertar a valorar los aspectos emocionales, con los de comodidad y confort. En el fondo todas las personas buscamos nuestras señas de identidad y en los pueblos todavía se pueden encontrar.
Es verdad que el invierno es muy duro y los pueblos están vacíos. Quedamos muy pocos residentes... pero a lo mejor con las casa bien acondicionadas la cosa cambia y esto se revitaliza.
Pues ahora que no tengo la obligación de trabajar, todo lo vivo con naturalidad y sin prisas. Por la mañana me doy mi paseo en bicicleta para mantener la salud. Me gusta la naturaleza y sentir el viento en mi cara, observar los pájaros, el color del cielo, el frescor de la mañana, los colores del sol al atardecer. Es como si recibiera un regalo cada día. Siempre es lo mismo pero cada día se vive de diferente manera como si fuera nuevo.
Todos los días vengo a este huerto al que llamo "El Paraíso". Cuido los árboles, riego las hortalizas. También tengo rosales y flores variadas. Me gusta verlas en las ramas. No suelo cortarlas, excepto cuando elijo la que veo más hermosa y a la que cuido con más cariño para llevársela algún día a casa a Pauli, mi mujer, con la que vivo muy feliz.
Además de tu huerto, has tenido colmenas de abejas. ¿Cómo lo llevas ahora?
Bueno, eso era antes. Ya lo he dejado. Era una afición que me gustaba mucho y que aprendí de mi padre, pero ahora la he abandonado pues ya se necesitan materiales nuevos y yo he perdido la habilidad que tenía.
En mis tiempos más jóvenes preparaba la colmena en cajas vacías con panales ya hechos en casa. Todos los días los miraba para protegerlos de enfermedades: ácaros, polilla, ratones, abejarucos. Las tenía en un sitio fijo donde había mucha variedad de flores: espliego, tomillo, ulagas, flores de esparceta, brezo, zarzas frutales, romero...
Era una miel artesanal de muy buena calidad, muy fina y con buen aroma sobre todo la de espliego, pero insisto que era una afición y nunca como negocio.
¿Quién seguirá esto que tú haces en el huerto?
Bueno, yo no tengo hijos y por tanto no sé si tendrá continuidad con otras personas. Pero el problema está más en que a los jóvenes no les gusta el campo. Hay familias que tienen hijos y fincas pero no les atrae el campo y se han quedado sin cultivar. No tienen ilusión por el campo, como nosotros que hemos vivido siempre en él.
¿Por qué a los jóvenes no les gusta esto de la agricultura?
El joven de hoy no entiende del campo. No lo ha vivido y por eso no le atrae. Se sienten perdidos. Es un trabajo donde te embarras, te salen callos en las manos, sudas. El campo les atrae sólo para disfrutarlo con todas las comodidades de la ciudad, para divertirse con los amigos, para fiestas, pero no para vivir trabajando y ganándose la vida en él. Son muy urbanos. Aunque en las escuelas les enseñan a amar la naturaleza y hacen talleres de agricultura y pequeños huertos, pero eso es muy poco y muy poético verlo desde la escuela. Vivirlo y trabajarlo es otra cosa más dura. La maquinaria ayuda pero también es muy exigente.
Pues la verdad es que hay muy pocos chavales en el pueblo y los pocos que hay no tienen sitio para pasárselo bien. Dependen mucho de los padres. El trabajo para ellos es escaso y no ven futuro en el pueblo.
Tampoco hay alicientes para divertirse pues no tienen ni locales públicos adecuados para estar en invierno. Los campos de deporte y el frontón no se pueden utilizar en invierno, pues son muy fríos. No hay locales para ellos donde puedan tener sus reuniones y sus diversiones. Las bodegas no son parte de su vida, como lo fue para otras generaciones. El ayuntamiento debe ser consciente de esta realidad y podría ofrecerles un local acondicionándolo con ordenadores y otros recursos, donde pudieran estar divirtiéndose y educándose a través de actividades en beneficio del pueblo, que ellos mismos se responsabilizaran en sacar adelante junto a otros chavales de otros pueblos, como hacen en verano.
Ahora que hablas de ayuntamiento, ¿Qué hiciste tú cuando fuiste concejal?
Sí, he sido concejal durante 8 años, pero siempre he estado en la oposición y desde ahí no se consigue lo que uno desea hacer. Yo he intentado decir mis ideas y he luchado para que se pusieran en práctica. Algo se ha conseguido entre toda la corporación y de hecho tenemos un pueblo que ha mejorado en sus infraestructuras: calles, agua, luz y servicios en beneficios de todos. Lo importante es que el pueblo se beneficie y que tanto la oposición como los que gobiernan contribuyan de una manera o de otra hacer lo mejor para el pueblo.
¿Queda mucho por hacer todavía?
Sí, claro, esto no se acaba nunca. Lo más importante es que la gente esté a gusto. Hay que adecentar los parques de recreo para los niños y para la gente mayor. Hacer un centro de día para los mayores o una residencia, casas rurales, rentabilizar los recursos del río como lugar de acampada y esparcimiento. Hay que atraer la pesca deportiva, acondicionar zonas de baño; relanzar y mimar las bodegas como ambiente turístico y gastronómico original, ampliar la caza, sacar más rentabilidad común a los molinos, poner antenas para la telefonía móvil, hacer buenas carreteras... aquí hay mucho que hacer para atraer a la gente y hay tarea para todos.
¿Conoces a gente que se implica por defender a las personas y el futuro de los pueblos?
Sí, algo parece que se mueve. Además de los ayuntamientos que es su función velar por todas estas cosas, hay otras instituciones que se interesan por la zona. Por ejemplo yo valoro mucho las manifestaciones que cada año se hacen contra el cementerio nuclear. También está la revista "Regañón" que están creando mentalidad de unión y de mejoras; pero entre todas las personas quisiera destacar a D. José y a D. Alfredo que son dos curas que tenemos para 11 pueblos y que se les nota que se desviven por nosotros defendiendo los valores de las personas que vivimos aquí.
Estos curas están haciendo una labor impresionante, elevando la autoestima de la gente y haciéndonos descubrir que también nosotros somos importantes. Se deshacen por el pueblo, conviven con la gente. Nos animan a que valoremos y luchemos por lo nuestro. Ellos no tiran la toalla y eso anima y contagian su valor porque lo hacen desinteresadamente.
Son personas como todas. En algunas cosa no estoy de acuerdo en lo que dicen, pero es normal. A veces me gustaría replicarles con amabilidad y respeto, pero hay que reconocer que se desviven y son muy cercanos.
Todo ha cambiado y la religión que vivieron nuestros antepasados sufre las consecuencias normales como todas las cosas. La gente tiene más cultura que antes y lo religioso pasa a un segundo plano, sobre todo en los jóvenes. Mucha gente se piensa que la religión es cosa de cuentos y claro, choca con la ciencia de hoy. Hay que cambiar la forma de explicarlo pues nos han metido muchos rollos y ha habido mucho autoritarismo y falsedad. Eso hace mucho daño. Yo valoro mucho a los hombres y mujeres que viven la religión haciendo obras buenas estando al lado del necesitado, luchando por defender los derechos de todos; eso vale mucho y convence. Hay gente que ya lo está intentando y dará sus frutos el día de mañana.
EPÍLOGO:
Me despido de Fede, siendo consciente de que él ha pasado por la vida y que la vida ha pasado también por sus venas. La huella de su pensamiento ha quedado impresa, aún más, en mi cabeza mientras iban apareciendo en el diálogo mutuo. En estas ideas escritas a mi modo, porque las comparto con él en su totalidad, veo reflejados también mis anhelos para que mi pueblo descubra su futuro y entre todos ayudemos a lograrlo. Le agradezco su amena y sincera conversación .
Dejo el "Paraíso" de Fede, y, me adentro de nuevo entre las calles de Pedrosa del Príncipe, donde las nuevas farolas, majestuosas, lucen de día el recién definido escudo municipal y esperan la noche para envolver al pueblo en un aro de luz, elegante como nunca ha lucido.
Veo las calles limpias, los jardines y parques engalanados con mil flores, gracias a las atenciones de Teófilo Rastrilla que los cuida como su corazón le dicta, mereciéndose que el ayuntamiento le contrate con un puesto de trabajo fijo.
El paseo a la ermita tiene visos de ir a mucho más. Los tiestos, que engalanan la casa de Paco y Angelines, son señal de la salud abundante del pueblo, al mismo tiempo que son como brazos de acogida que cuelgan del balcón, dando la bienvenida a los que venimos de fuera.
Las fachadas de las casas cada vez más arregladas y limpias. Las nuevas construcciones se hacen con elegancia merecedora de todo aliento y ayudas. Algo se mueve para mejorar y eso es síntoma de vida que se abre hacia un futuro de bienestar, parecido a un paraíso.
Hay muchos detalles en los pueblos de nuestra comarca que nos hablan, lentamente, de una esperanza mejor que, si fuera más empujada por los políticos y por los que amamos a nuestros pueblos, la veríamos más cercana.
Hay en nuestros pueblos mucha buena gente con muy buenas ideas y proyectos de futuro que se resisten a la derrota. Quizá, entre estas buenas personas está ya la esperanza haciéndose realidad, y no lo valoramos. Ellos, los que se quedan, nos están diciendo que el futuro de Castilla entra también por este lado, y cuenta también con las personas que viven todavía en nuestros pequeños pueblos.
Cuando valoremos y empecemos a poner en movimiento los recursos y posibilidades que tenemos, nuestros pueblos resurgirán por sí mismos y si no, no resurgirán; pero para que esto lo podamos ver cuanto antes, necesitamos, urgentemente, mucho más que palabras...
Algunos ya están poniéndose a trabajar, codo a codo, desinteresadamente, a su lado. Y desde aquí te animo, y, por el bien de tu pueblo, me permito preguntarte: y tú ¿a qué esperas?