Por Florentino Escribano Ruiz, publicado en el número 60 de Regañón, otoño de 2006
[Todas las imágenes pictóricas que ilustran este artículo son obra de Pablo Dueñas]
A la entrada de la Iglesia de Pedrosa del Príncipe, lo primero que se ve es un gigantesco cuadro del Bautismo de Jesús, colgado en la pared. ¿Quién lo ha pintado? Pues, Pablo Dueñas fue.
Pablo es, hoy en día, un pintor reconocido que nació en este pueblo en 1953. Siente un gran atractivo por su pueblo, pero no habita de continuo en él, pues, como muchos otros, también tuvo que emigrar a otras tierras en busca de un porvenir más prometedor que el que ofrecía el pueblo en aquellas épocas de su juventud.
Hablar de Pablo Dueñas y escribir algo sobre él me hace sentir la sensación de encontrar siempre en su vida algo novedoso y sorprendente.
Percibo su mente como la de un soñador con los ojos bien abiertos. Observo mil detalles en su mirada que me recuerdan los ojos chispeantes de aquel otro Pablo, Picasso, que, mientras observa mil formas en un mismo objeto, me conecta también con el realismo de la vida.
La sonrisa de Pablo, espléndida y transparente, me lleva a detectar los enigmas que aún quedan por descubrir en su imaginación, inquieta y creativa, como la de aquel otro pintor, Leonardo, que dejó plasmada su enigmática sonrisa en la Gioconda, aún por descifrar en el oculto misterio de su sonrisa.
A Pablo Dueñas le va el arte, la creatividad, el cambio de actividades, la sorpresa, la anécdota, la aventura, lo que está por descubrir. Diríase que lleva consigo lo mejor de los bohemios, junto a lo mejor de los buscadores andantes y trotamundos, al mismo tiempo mezclado con la inteligencia creativa, para sacarle partido a sus inmensas cualidades sin estridencias ni desbandadas.
Con este Pablo Dueñas, aparentemente desapercibido, me encuentro cada verano en Pedrosa del Príncipe y, como fruto de nuestras conversaciones, transcribo aquí algunos rasgos de sus ideas que comparto gratamente con el lector a través de este escrito para disfrutar conjuntamente de las explicaciones que él mismo nos ofrece a través de mis preguntas. Es un honor conocer a personas así que han nacido y se han criado en nuestros pueblos, como en este caso es el mío, también, de Pedrosa del Príncipe.
¿Qué es para ti pintar, Pablo?
Es como una liberación de la vida normal. Es disfrutar continuamente y expresar el mundo que uno lleva dentro. Ese mundo interior que está ahí en cada individuo.
¿De dónde te viene esta inquietud?
En plan más serio desde mi adolescencia y juventud. Allá cuando cumplí entre 14 y 18 años. Desde más pequeño he sentido afición a hacer trabajos manuales, incluso cuando estaba trillando en la era me gustaba hacer montones y las parvas de diferentes formas a las tradicionales; tallaba palos con formas curiosas, hacía trillos en miniatura, me gustaba mucho hacer el Belén en Navidad.
[Si, es verdad, añado yo en este momento de la conversación, recordando nuestra infancia entre los 6 a 8 años en la que éramos vecinos y jugábamos juntos día tras día. Recuerdo que cuando llegaba la Navidad, Pablo se las ingeniaba para construir figuritas del Belén con el barro de las alcantarillas o con el de la charca de Valdeguadina. Un año hicimos un belén debajo de una alcantarrilla o pontoncillas. En otra ocasión fue debajo de un árbol. Pablo hacía las figuritas con barro y las colocaba en el orden y con la armonía requerida, donde no faltaba más detalle que el dar color a esas figuritas que habían moldeado con sus manos el frágil y arcilloso barro.]
¿Dónde has perfeccionado tu arte?
Primero empecé yo sólo como autodidacta; hacía dibujos, me fijaba en otros, hacía copias de cuadros famosos. Llegué a pintar sobre estampas que estaban en el desván, encima de algo que ya había sido pintado. Utilizaba cartones que me daban, tablas... Todo me valía para pintar.
Más tarde encontré a gente que fomentaba la pintura. Yo me hacía mis propios lienzos con telas de sábanas. Comencé a crear mis propios dibujos, a conocer el cubismo, a configurar y sobreponer diferentes planos. Cuando gané algo de dinero, y me pude permitir el lujo de comprarme óleos y lienzos buenos, me puse a aprender nuevas técnicas: a trabajar con el color negro natural y otras cosas más.
¿Cómo se te ocurrió pintar un cuadro para la iglesia del pueblo?
En el entorno de la inmensidad del espacio y de la belleza de nuestra iglesia, yo, cada vez que entraba en la ella, me fijaba en el rincón de la pila del Bautismo y veía un plano de pared perdido, como que no era de nadie; entonces un día pensé en hacer algo que quitara la soledad a ese espacio y que resaltara la importancia de aquel emblemático lugar de bautizos. Por eso se me ocurrió hacer un gran cuadro de grandes dimensiones que diera cierta calidez a ese rincón. Pienso que admirar las obras de arte de la iglesia es también saber mirar con otros ojos a ciertos rincones tan significativos que hay dentro de ella.
¿Pintar este cuadro es expresar tu cariño al pueblo?
Sin duda alguna. Esto es para mí un gran honor, pues significa aportar algo de lo mío al beneficio del pueblo. El tema del cuadro, el bautismo, me devuelve a mis orígenes, a una vida plena, diferente. Lo que yo soy ahora, lo soy por haber nacido aquí, por haber tenido aquí mis experiencias de infancia que despertaron mis cualidades. Aquí he recibido mis creencias, he percibido los colores del pueblo, la sensación de aridez, el colorido de las estaciones de todo el año, las variedades de matices en la tierra, los ocres, los pardos, los grises, los verdes, los difuminados. Para mí la luz es limpia, el color es limpio, los campos limpios de Castilla, la luz de Castilla. Mi pintura está llena de esos elementos. Los reflejo en mis cuadros con la limpieza del color. Aunque haya pasos entre unos y otros, todo es nítido por sí mismo; por lo general no soy de grises, no soy de intermedios, me gusta la luz.
¿Qué sueles expresar en tu pintura?
Unas veces son vivencias mías, otras son cosas irreales sin ningún tipo de forma. Otras veces doy forma a ciertas frases, dichos o acciones cotidianas; pero, sobre todo, me gusta interpretar el mundo que existe en mí, tal como yo lo veo, es algo que sólo existe en mí, aunque no exista en la realidad…
En la pintura expresionista hay elementos realistas que marcan el tema para que algo de la obra sea asequible a todo el mundo. El colorido no me lo planteo. Es intuitivo. Me dejo guiar por el momento. Cuando me llama la atención algún color, lo plasmo tal como se me ocurre, aunque el color me repela. Sobre esas emociones pinto, y soy consciente de que, a veces, mi pintura tiene también algo de agresividad.
¿Cómo ves actualmente al pueblo, Pablo?
Me parece que está parado en el tiempo. Se ha arreglado muy bien el exterior y las casas, la iluminación y Las calles…, pero no se abre a iniciativas de futuro. Creo que hay que moverse más. Incluso en el mismo campo y en la producción ganadera y agrícola se necesitan iniciativas emprendedoras. No hay gente joven, pero creo que los políticos tienen que hacer algo más para atraer nuevas formas de producción y de vida a nuestros pueblos de la comarca. Admiro a los que luchan por ello día a día.
¿Por qué te sientes tan vinculado al pueblo y te gusta venir con frecuencia?
Vivo en Madrid porque allí es donde me gano la vida, pero me agobia. Necesito cambiar de lugar y de aires... Aquí encuentro tranquilidad. Me identifico con mi tierra, con el paisaje, con la gente.
Me gusta tener la posibilidad de hablar con cualquiera y con quien quiera. Disfruto del campo, la fauna, la flora. Conozco los nombres de los animales, los pájaros, la hierba, veo los frutos en los árboles.
Me gusta recordar lo que he vivido con mi familia. Percibir de nuevo los olores, las sensaciones de la infancia. Leo libros, pienso, descubro sentimientos nuevos, medito. Me gusta ver en los inviernos el humo que sale de las glorias. Me gusta ir a la bodega como a un lugar entrañable de retiro y de fiesta, de conversación cercana, de amistad entre gente que disfrutas de ella, que la tratas... hay algo mágico en todo ello.
¿Qué percibes en los jóvenes de ahora cuando vienes al pueblo?No sé si hay poca actividad cultural en el pueblo o es que yo no la conozco, pero percibo que no hay mucho interés cultural en los jóvenes.
Más allá del coro de música de los adultos, que está muy bien, ignoro si se podría hacer mucho más con los jóvenes de la comarca en plan de teatros, deportes, charlas formativas, lecturas, viajes, talleres de creatividad.
No sé, pero observo que si les sacas de su pequeño mundo del que están muy informados, no ven más allá. Pienso que están perdiendo muchas oportunidades.
Debe ser muy complicado, pero algún estímulo habrá que darles para que busquen otras cosas que también son importantes para ser felices en la vida.
¿Qué consejo das a las familias para que despierten en sus hijos estas sensaciones?
Pues les digo que es una suerte poder disfrutar de la vida del pueblo todo lo que puedan en la infancia. Es una herencia que no hay dinero para comprarla.
Está demostrado que es más fuerte un niño de pueblo que de ciudad, es más ágil, está más acostumbrado a resolver problemas. Hoy día está todo tecnificado.
No hay distancias para ir a la ciudad, sin embargo las vivencias de los pueblos son únicas, quedan muy marcadas en uno mismo y eso es un gran tesoro que yo deseo que los vivan todos los niños y todas las personas adultas. Es como una nueva ventana donde asomarse para descubrir otras experiencias que forman a la persona.
¿Ves futuro para este pueblo?Sin iniciativa privada es difícil sobrevivir. Hay que fomentarla por quien corresponda, pues con ese aliciente estoy seguro de que tendrá futuro para las próximas generaciones. Quizá no como modo de ganarse la vida, pero sí como lugar de encuentro y desarrollo de otras facetas importantes de las personas que no son sólo las materiales.
¿Qué podemos hacer por el pueblo los que vivimos normalmente fuera de él?
Pues lo primero animarse a venir más al pueblo. Sentirlo como algo tuyo, que forma parte de tu historia y de la historia de tu familia, padres, abuelos. No quedarse encerrado. Salir a pasear, a hablar con la gente, comunicarse. Hay gente de todo tipo. Unos te acogen con cariño, otros pasan más de ti. No importa. Todos tenemos que respetarnos. El hecho de venir a los pueblos ya vale la pena.
¿Quieres añadir algo más?
Pues que la vida es bella y hay belleza en nuestros pueblos. Está hecha para disfrutarla intensamente tratando de percibir la belleza en otras cosas que no se compran con dinero. El dinero ayuda, pero el sentimiento de lo que vives y observas a tu alrededor es un tesoro de belleza extraordinaria que hay que descubrir desde niños.
Hay que escuchar a la gente mayor de los pueblos. Independientemente de la cultura que tengan siempre se aprende de ellos. La sensibilidad se está perdiendo. La conversación espontánea es belleza. Hay que escuchar su sabiduría, sus refranes, sus emociones, su entrega a la vida. No son añoranzas del pasado, sino vivencias que están actuales en cada persona.
Mientras tengamos esta realidad en nuestros pueblos, es algo presente y lleno de vida que te hace sentir acompañado con la gente que tiene unas vivencias acumuladas por la historia de su vida.
EPÍLOGO:
Gracias, Pablo, por comunicarnos tu intensa vida con el colorido de la transparencia. Aquí quedan algunas pinceladas de ideas y sentimientos que Pablo expresa con los colores de su mente y en sus diferentes estilos de pintura.
Quizá, ahora, teniendo en cuenta su mundo interior, al observar sus cuadros, entendamos mucho mejor las propuestas que él nos hace con la intención de despertar en nosotros una intensa búsqueda de plenitud, de sensaciones y sentimientos, ante la belleza de la vida. No hay duda de que lo que nos ha expuesto en esta entrevista nos ayudará a ser más felices con nosotros mismos, entre nuestros vecinos y con todo el mundo... cada día.
Estoy seguro de que en todos nuestros pueblos de la comarca han nacido o viven otras personas así, artistas o no, que tienen mucha sabiduría que comunicarnos. Hagamos lo posible para valorarlos y darlos a conocer. Es una manera de demostrar y reivindicar que en nuestros pueblos hay vida y queremos conseguir lo mejor para ellos.