A la entrada de Pedrosa, lo primero que se ve son... carrascal... Así era la letra de una de las canciones que de niño cantábamos en las excursiones de la escuela. Ahora, desde hace unos cuantos años, se podría cantar también que: a la entrada de Pedrosa, lo primero que se ve es el arte de Rodrigo, esculpido en un capitel.
Sí, porque ese monumento a la entrada del pueblo, que tiene unos peldaños circulares, con un pilar que termina en un capitel esculpido en relieve, y sobre él una hermosa cruz, fue realizado por las manos de este hijo del pueblo.
Hablar de esta persona, hoy ya madura, es hablar de alguien que quiere hacer de su vida un constante pensamiento para expresar con él la grandeza y la fragilidad del ser humano, que, como dijo aquel filósofo, es como una caña zarandeada por el viento.
Al hablar de Rodrigo se le pueden atribuir las dos cualidades: la aparente fragilidad, porque es sensible y habla suavemente, es sencillo y no quiere ningún reconocimiento, ni salir en ningún papel. También tiene la grandeza, porque yo le veo con un gran corazón, con capacidad de pensamiento profundo, y, sobre todo, porque admiro su capacidad de domesticar la piedra tallándola y dándola formas haciendo de ella objetos artísticos, elegantes, finos, estéticamente perfectos, bellos, que no sólo valen para decorar sino que también son transmisores de sus grandes sentimientos.
En su corta vida ha hecho de todo un poco: Vivió en el pueblo en la década de los 75 a 85, trabajando en el campo, en la albañilería y en todo lo que se le ponía por delante. Fue concejal del ayuntamiento y compaginó sus tareas y responsabilidades sociales con la música y la escultura, sin olvidar nunca la fuente de sus pensamientos e inquietudes filosóficas.
Charlo un rato con él de lo divino y de lo humano. Como fruto de esa entrañable conversación comunico a mis lectores lo que descubrí en la trastienda de sus pensamientos.
¿Cómo y dónde aprendiste a esculpir la piedra?
Pues mira, cuando estaba en el pueblo surgió la iniciativa de una escuela-taller en Castrojeriz. Se podía elegir entre carpintería, albañilería y cantería. Yo elegí cantería porque me parecía lo más novedoso y original para mí conocer este oficio.
¿Qué te movió a elegir este arte?
Me atraía la posibilidad de modelar la dureza de la piedra. No sé, quizá en ellos veía simbolizado la dureza de la vida; pero al mismo tiempo la posibilidad de doblegarla con la inteligencia y con la técnica; doblegar con la voluntad aquello que parece tan tosco y rudo, siempre me ha apasionado.
¿Cómo eran las clases que recibiste? ¿Fue difícil aprender?
Como en todo, hay que esforzarse. Nos daban clase de dibujo artístico, técnico, historia del arte. Teníamos clases teóricas y práctica. Cuatro de cada especialidad. En tres años de estudio se podía conseguir un título en la profesión elegida. Yo puse mucho entusiasmo.
Acudía gente de la comarca, tanto chicos como chicas, sin distinción en los oficios. La convivencia era muy armoniosa y cordial. Fue la primera escuela-taller que hubo en la zona y estaba promovida por la Junta de Castilla y León en conjunción con los ayuntamientos locales.
¿Qué descubres en el aprendizaje de este oficio?
Descubro un mundo de sensaciones, un mundo de arte y de técnicas para transformar lo frío de una piedra en algo con sentimientos. Mariano, uno de los profesores que más admiro por su gran profesionalidad, me enseñó a despertar mis inquietudes. Él era un artista, un poco bohemio. A su profesión se había dedicado toda su vida.
Y después, cuando el curso se acaba ¿Qué pasa?
Pues es como cuando una planta se agarra a la tierra. Te sientes más seguro, porque has aprendido algo que antes desconocías; pero al mismo tiempo es como empezar un nuevo camino sin estar protegido por tus profesores. Yo tenía ilusiones de encontrar trabajo con la piedra de cantería y con la escultura. Notaba que tenía un poder para ser creativo y no quería perderlo. Por eso hacía trabajos en mis ratos libres. Cogía piedras y las labraba, hacía mis obras personales, que tengo por ahí en el corral de la casa del pueblo.
Bueno, pues sucedió que siendo concejal del Ayuntamiento de Pedrosa del Príncipe, presenté un proyecto para restaurar ese monumento que estaba muy deteriorado. Bueno, tú bien sabes cómo nació la idea y todo esto ya lo has contado tu mismo en otro artículo de esta revista “Regañón". Pues juntos investigamos cómo podía haber sido la parte que faltaba a este resto arqueológico. Vimos en una publicación fiable sobre la heráldica en los pueblos de Burgos, que el escudo heráldico de Pedrosa del Príncipe era precisamente un crucero. Basándonos en el dibujo que allí aparecía, tallé las piedras que faltaban para hacerlo igual como está ahora.
El ayuntamiento pagó los materiales y la mano de obra. Yo hice la columna y también esculpí las figuras del crucero. Siempre será para mi algo entrañable, pues puse en ello toda lo que entonces sabía. Además era muy consciente de que ese monumento quedará como un emblema de mi pueblo. En aquella época, también hice otras restauraciones en algunas portadas románicas de iglesias de algunos pueblos de alrededor. Compaginé lo práctico en obras de albañilería, con otros aspectos artísticos como zócalos, arcos, dinteles labrados, escudos... Pero todo eso se tuvo que abandonar por falta de dinero y apoyos para restaurar el patrimonio artístico de nuestros pueblos.
Bueno, primero hay que cubicar, es decir darle forma de cubo a cualquier piedra o sillar; la geometría aquí es muy importante. También hay que combinar la dimensión del dibujo: el ancho, alto, largo, el volumen... eso es lo más difícil. Hace falta mucha dedicación para dominarlo y conseguir unas líneas armónicas de lo que se pretende sacar. Hay que dibujar en la piedra con sus proporciones equilibradas para que con el cincel y el martillo vayas intuyendo anticipadamente lo que tienes que quitar.
Se necesita una gran dosis de imaginación para ver el objeto que hay dentro de la piedra. Es verdad que hay técnicas y con arreglo a ellas se hace menos complicado; pero hay que tener una práctica y una cualidades; el mismo trabajo te va llevando poco a poco.
¿Qué tipo de herramientas utilizas?
Hay muchas y muy variadas, pero las principales son: Los punteros, cinceles, gradinas, escafiladoras, bujardas que es un tipo de martillos con puntas, el trinchante, que es parecido a un hacha con dientes. La maza o maceta para dar golpes...
¿De dónde nace tu inspiración, cómo sale tu vena artística?
Es algo lógico. Nace con la misma construcción que estás haciendo. Ella misma te va pidiendo que allí restaures un arco, aquí te pide una decoración de filigranas, allá un capitel... siempre está todo en función de la construcción. La inspiración llega cuando tienes un sentido de la belleza.
Pues yo observo los monumentos antiguos de piedra de Grecia, de Roma, del Románico, del Gótico. Me quedo admirado ante tanta belleza y mentalmente lo fotografío y me digo: “yo también puedo hacer eso". Lo elaboro mentalmente y veo que mis conocimientos me dan para lograrlo. Lo que más cuesta es llevarlo después a la practica, pues la imaginación es muy rápida y no ve las dificultades; pero una vez que empiezo, la misma obra te va pidiendo lo que falta, sobre todo las formas naturales, los capiteles dóricos, jónicos, corintios, las hojas, los animales fantásticos, la decoración románica, la gótica... Es mucha la variedad que hay en el arte, pero poco a poco he conseguido dominar el oficio. El esfuerzo más fuerte es al principio, en los comienzos. Luego ya es más llevadero.
¿Por dónde está repartido tu trabajo y tu arte?
He hecho escudos heráldicos en muchas villas y casas donde me lo han pedido. Muchos en la zona de Castilla y otras en Andalucía en grandes fincas de grandes señores. También hice los ventanales de una capilla para una finca en Málaga. La decoración de la fachada de un restaurante en Madrid con arcos románicos y motivos ajedrezados con capiteles de motivos vegetales y animales. En un pueblo de Cuenca, Velliza, el cura me encargó que hiciera una Virgen Inmaculada para la hornacina sobre la puerta de la fachada exterior.
Me salió bastante bien. Recuerdo que cuando fui a colocarla me impresionó que el cura lo tuviera todo apuntado en los libros de actas de la iglesia y que la pagaron las mujeres del pueblo con sus trabajos y labores para este fin.
También tengo trabajos en Illana (Guadalajara) donde hice la restauración de la entrada de una iglesia. En Barcelona hice obras decorativas para un restaurante. Tengo también dos estatuas de la Virgen de la Olma. Una la tengo yo y la otra está en Cáceres. He hecho mesas de salón con capiteles labrados, columnas, pilas y fuentes para jardines privados... un poco de todo.
¿Qué significa una obra de arte?
Significa ver lo que hay en la naturaleza y en el pensamiento, pero de otra manera. Saco de la piedra lo que ya existe por su propia naturaleza. Veo la forma en la piedra y esto me lleva a un pensamiento filosófico de conjugar el espacio y el tiempo, plasmando, en la materia, el mundo de las ideas.
Pues van unidos, para mí. La inteligencia, el pensamiento, el trabajo, tienen que ir unidos.
Cuando se da esa armonía es como conseguir una liberación del espíritu en el tiempo y en el espacio.
Antes no existían nada más que en la mente; pero cuando se realiza la obra ya son más reales, eso es lo que experimentamos. Por eso, crear es, como pasar a un tiempo y a un espacio eternos... es como liberarse de sí mismos... el hombre se libera, en esencia, de su existencia material por lo cual se convierte en existencia metafísica.
Esta experiencia del espacio y el tiempo materiales, a través de la experiencia humana hace que el ser humano se abra al infinito, y así experimentamos algunos momentos de lo divino. El arte y lo divino están armonizados. Sí, lo uno lleva a lo otro. El espíritu se libera de la determinación del espacio como materia. Esto te hace sentir y entender algo de la divinidad.
¿Te gustaría seguir expresándote a través del arte de tallar la piedra?
Bueno, por ahora lo tengo abandonado. Ahora estoy en una etapa más filosófica de mi vida. La etapa de la elaboración de la piedra me ha hecho despertar lo filosófico que hay en mí, como proceso evolutivo que me lleva desde lo material a lo espiritual. Puede ser que algún día pueda volver a conjugar más lo filosófico con el arte... las dos vía están abiertas. Lo importante de la vida está en experimentar, ser uno con Dios, y, para llegar a eso, cada uno tiene su camino. Yo todavía estoy abierto a todo. La vida me lo irá diciendo.
Epílogo
Dejo a Rodrigo con sus pensamientos y reflexiones tan profundas. Sigo creyendo que nuestros pueblos están llenos de personajes que saben hacer muchas cosas y tienen muy profundos pensamientos. Algunos lo expresan hacia fuera, y los conocemos fácilmente. Ojalá los jóvenes tengan la suerte de descubrirlos en la profunda realidad de la vida cotidiana. Hay que pararse a hablar con ellos en sosiego y paz. Lo que es del alma sale con palabras que sólo el alma es capaz de descifrar. Me gustaría seguir viendo el arte de Rodrigo, para leer, en la piedra, los inmensos pensamientos de su alma.
Si ya esto me emociona, ¿Qué será cuando tenga la suerte de ver en sus nuevas obras la conjunción entre lo perecedero y lo permanente; entre el equilibrio de lo material, el espacio, el tiempo... y la liberación de éstos en una sinfonía metafísica de belleza, plasmada en una materia áspera, pero doblegada por sus manos, para expresar el pensamiento? Ojalá, pronto, llegue para ti y para otros, como tú, ese momento inspirado.
Lo mismo digo para los poetas, pensadores, escritores, artesanos y artistas que hay en nuestros pueblos, que, por desgracia, son poco valorados. Pienso que bien merece la pena que tengan el ánimo de nuestra consideración y que también las instituciones públicas les ofrezcan oportunidades para expresar con su arte, la vida tan rica que continúa en las personas de nuestros pueblos, que son como esos rincones, tan profundos, donde se acumula el sentido clave de la existencia. Estoy convencido de que también esta forma de ser y de vivir forma parte de un futuro mejor.