Esto no deja de ser sorprendente, pero surgen muchas preguntas:
- ¿Cómo llegó esta nana a oídos de Federico García Lorca?
- ¿Es que desde su Andalucía pisó personalmente estas tierras de Castilla, incluido nuestro pueblo?
- ¿Tuvo algún amigo o conocido que le invitara a pasar unos días en alguna casa de este pueblo?
- Entre tantas nanas que recopiló el poeta ¿por qué se fijo en ésta, precisamente, de este pueblecito de Burgos tan lejos del suyo?
- ¿Tendría algún valor sentimental muy fuerte y valorado por el poeta? ¿ Cómo llegó hasta él dicha nana?
Está comprobado que
Federico García Lorca recorrió la meseta castellana, con su compañía de teatro, llamada LA BARRACA. Así lo atestiguan sus biógrafos y, especialmente, en la monografía de Luis Sáenz de la Calzada, que fuera con su hermano actor del grupo,
La Barraca (Teatro universitario, Madrid, Biblioteca de la Revista de Occidente, 1976):
"Después del viaje aragonés del 1933, de Logroño pasamos a Burgos (Hotel Paris-Londres y Cuatro naciones, donde Federico tocó el piano (Agosto de 1933)";
y en Agosto del 1934 actuaron entre otros lugares en Villarcayo, Villadiego, Frómista; y de nuevo en el verano de1935 actuaron en Villarcayo y Medina de Pomar.
La relación de Federico García Lorca con estos pueblos cercanos a Pedrosa del Príncipe está aclarada, pero no se tiene constancia de representaciones teatrales en dicho pueblo; por eso sigue el enigma ¿Visitó el poeta nuestro pueblo?
Es muy difícil saberlo, pero la respuesta a mis preguntas, las encontré en un libro titulado "Sopas de Ajo", editado en Granada por Comares-narrativa en el año 2001, escrito por Mariluz Escribano Pueo.
Este libro llegó a mis manos por regalo de un gran amigo llamado Gonzalo Sangrador, que a su vez es pariente lejano de la autora, por parte de abuela, la señora Dolores Escribano Escribano, hermana directa del padre de la autora del libro, Agustín Escribano, que fue profesor en la Universidad de Granada y que, en palabras de su propia hija, murió "fusilado por los fascistas en la guerra civil, un doce de setiembre de 1936". Fue amigo de Federico García Lorca a quien también en el mes de agosto del mismo año ya lo habían fusilado.
Bajo el título de
Sopas de Ajo, la autora no pretende dar una receta de cocina, sino que asocia unos ingredientes para narrar el sabor peculiar de las memorias de una niña que apenas conoció a su padre, nacido en Pedrosa del Príncipe y profesor de la Universidad de Granada.
Tras el cruel asesinato, tanto la esposa como su hija, Mariluz, de apenas cuatro meses, sufren un penoso destierro en la ciudad de Palencia, donde permanecen algunos años. Su contacto con Pedrosa del Príncipe hace que la casa paterna vaya cogiendo un sitio importante entre los sentimientos infantiles de la huérfana Mariluz.
El libro produce una gran satisfacción al leerlo para descubrir, bajo la mirada tierna y avispada de una niña, el interminable y añorado viaje desde Granada a la tierra de su padre, la casa del abuelo, los campos, el paisaje del pueblo, los domingos en Pedrosa del Príncipe, los juegos con sus primos, las sopas de ajo de su tía Dolores...
Las vacaciones de verano transcurridas en el pueblo paterno se graban en su memoria con tal impacto que cualquier rincón del pueblo le llena de una información misteriosa por el afán de buscar en cualquiera de ellos alguna huella pues “añoraba intensamente la patria de mi padre”.
Los recuerdos que permanecen en su mente son narrados con sentimientos y colores, llena de sensaciones que despiertan una época pasada que acerca a valorar más y más el presente y el futuro, con un sabor agridulce:
Agrio, por la evocación de la barbarie de los que asesinaron a su querido padre y del ambiente de autoritarismo posterior.
Dulce, porque su descripción del paisaje, la casa, los objetos y las personas que rodearon la vida de su difunto padre acercan a su memoria una emoción imborrable. Ella lo describe así:
"Tierras del frío y el viento desapacible en las que se encendieron las hogueras de mi memoria... del pueblo de Pedrosa del Príncipe, conservo, a pesar de mis escasos dos años, imágenes muy nítidas de la casa de mis abuelos en las que vivían mis tías y mis primos, que eran muchos entre chicos y chicas.
Aquella casa siempre la consideré refugio de amor entrañable, y fue, desde el principio, un lugar de acendrados sentimientos en el que empezó a fraguar el sustrato sentimental de mi existencia, el hueco necesario y vegetal de los afectos profundos".
Pero volviendo a García Lorca, y su relación con esa nana que él mismo dice que está recogida en Pedrosa del Príncipe, me sigo preguntando: ¿Cómo llegó hasta él?
El detenerme en la descripción del libro de Mariluz no es en balde, pues precisamente en su padre, Agustín Escribano, está el punto de encuentro entre Federico García Lorca y Pedrosa del Príncipe. Él es la persona que conoce y trata a García Lorca en la Universidad de Granada.
La misma Mariluz Escribano en el libro citado, cuando ya, al final, consigue en su imaginación dar un paseo con su padre escribe que: "las manos de mi padre tocan mi cuerpo y cantan, y yo sé que me acunan con nanas de caballos..."
¿Será el caballo de la nana, que no quería comer las hojitas verdes? ¿Se lo habrá cantado su madre como testigo imborrable de las tierras burgalesas, lugar de procedencia del añorado padre?
Está claro que de la amistad del padre de Mariluz con Lorca, es de donde procede este hallazgo. Pudo darse bien a través de alguna visita que hicieran juntos a la casa del pueblo, o por información directa del profesor en Granada
Sea como fuere, el caso es que García Lorca así lo ha recopilado en sus Nanas Infantiles citando a Pedrosa del Príncipe como lugar de procedencia de dicha nana.
La amistad con esta familia se trasluce también cuando Mariluz, en el libro "Sopas de Ajo", recuerda así al poeta, asesinado un mes antes que su querido padre:
"...en esos años el poeta era ya sombra -el piano de cola mudo, sombrío y oscuro- en su balcón abierto a los sembrados, un muerto que no regresaba nunca a los almiares del verano...Federico García Lorca, estatua ya de bruma y piedra y palabra de niebla....
...Frente a la puerta de la casa, huerta de San Vicente, en las hamacas se sentaban a descansar los terrores metálicos de la guerra, los muertos de la guerra, nuestros muertos, los ojos de todos los muertos, esos que no volverían nunca más al fragor de la vida, a los espejos de nuestros ojos, al territorio de nuestras manos, a nuestra historia personal y pequeña".
El asesinato de García Lorca en Agosto del 1936, un mes antes que el de Agustín Escribano, el padre de Mariluz, les unió en un mismo e imborrable recuerdo en los sentimientos de esta niña que vislumbra en los colores de la naturaleza todos los colores de su única bandera.