Los sueños de un caminante
Mírala, allí está la choza de Pedrosa del Príncipe, impertérrita aguantando los chuzos de las frías heladas en las mañanas de invierno y los rayos de fuego en las tardes de verano.
El susurrar silencioso del viento la recorre en la finca donde está ubicada y envuelve las aristas de cada una de sus piedras, formando esquinas en su base cuadrada, filtrándose por los recovecos de las zonas circulares que componen los anillos redondeados, por donde van cogiendo altura las formas abovedadas.
La choza está ahí, todavía en pie, sabiendo de historias lejanas, de vientos del cierzo y de regañón, de tormentas aplacadas, de juegos de niños, de secretos inconfesables, de misterios ocultos que cada persona ha depositado pasando a su lado por el camino viejo hacia Itero del Castillo.
El camino para conseguir este sueño es tortuoso, trazado a veces, como peregrinos en busca de la conexión trascendente y divina recorriendo el Camino de Santiago, pero en muchas más ocasiones como transeúntes que no tienen más remedio que recorrer los senderos y veredas para adentrarse en las tierras de cultivo que le dan la vida produciendo los alimentos, escasos, para sustentar a la abundante familia de antaño.
¿Cuántos habrán sido los que, viéndola a lo lejos, han exclamado algún suspiro de alivio como queriendo confirmar que el peligro se ha acabado?
Allí estaba la vieja choza para cobijarse sin miedo bajo sus piedras centenarias, avistando ya no muy lejos, las casas del poblado donde los hijos más pequeños esperaban impacientes la llegada de los padres, que durante las largas horas de labranza guardaban con cariño y con pena en su corazón, la ausencia de su tierna presencia.
Las chozas, de origen celta, corren peligro de desaparecer
Hay chozas de muchas formas: unas son alargadas, otras redondeadas, las hay en forma de pirámide y con grandes corrales a su alrededor donde guardaban las ovejas mientras el pastor descansaba en su interior.
Hay chozas totalmente en ruinas, donde apenas se aprecia que allí ha habido alguna vez algo organizado.
Hay chozas donde solo caben seres de tamaño pequeño, pero las hay también donde pueden resguardarse las mulas que llevaban para realizar las tareas de labranza.
Son muchos ya los años que estamos siendo testigos del deterioro que sufren estas singulares construcciones, que pueden llegar a desaparecer si no son objeto de una especial protección. El estado de muchas de las chozas que hay en los campos de nuestra comarca es lamentable.
Hay chozas con la cubierta caída, los corrales desplomados, las puertas atascadas por las bóvedas arruinadas. Otras, todavía... ¿quién sabe hasta cuándo? se mantienen erguidas en sus formas, esperando que alguna mano amiga venga a echarles una mano.
Los expertos defienden que se proteja la arquitectura rural
En algunas comarcas y en algunas regiones llevan años luchando para que estos monumentos del patrimonio cultural rural no desaparezcan.
Las chozas tienen un gran valor etnográfico como parte de la cultura del pueblo. Son una herencia que recuerda los antiguos castros de los pobladores celtas que vivieron en la península ibérica mucho antes de la llegada de los romanos.
La técnica de construcción y las formas de las chozas, que tanto en Castilla como en otras regiones se ha conservado, es una señal evidente de que se han trasmitido de siglos y siglos una forma de vivir en el entorno natural que bien merece la pena conservar como monumento histórico que ha llegado hasta hoy como si fuera uno de los eslabones de una cadena donde cada uno de ellos es un siglo que engancha con el otro, pero que todos se están necesitando.
Hay que conseguir salvarlas y que se declaren bienes de interés cultural general y, por eso, habrá que pedir a las instituciones públicas que procedan a la catalogación y posterior declaración de interés cultural para que no estén a merced de los caprichos de los propietarios sino que se arbitren medidas legales para su restauración y su continuidad. en protección como garantía de supervivencia cultural.
Las chozas tienen dueños. Son los propietarios de las fincas donde se ubican, pero pienso que, aunque tengan dueños particulares, no basta con eso para garantizar su subsistencia. La falta de sensibilidad, en general, hacia estas construcciones de arquitectura rural sigue siendo la tónica dominante.
De alguna manera los dueños de esos monumentos somos todos: los que nos identificamos con esa tierra y los que aman la cultura de cualquier pueblo.
Sería necesario constituir una asociación de "Amigos de las Chozas" que trabaje desinteresadamente para que el valor de estos monumentos y otros de nuestra tierra, que pertenecen a la arquitectura rural, no desaparezcan por culpa de la dejadez, el abandono y la ignorancia.
Posibilidades de turismo rural
Además de las ventajas culturales, se puede fomentar también el turismo rural abriendo rutas de senderismo organizado donde se pueda ir a pie o en bicicleta visitándolas, disfrutando del paisaje y del conocimiento de los pueblos que formen parte de la rutas del recorrido de las chozas.
Una buena inversión, y una mayor dosis de imaginación, pueden dar un aliciente al turismo en nuestros pueblos si aprendemos a valorar y a canalizar los recursos que todavía tenemos, aunque estén casi al borde de la extinción; pero todavía pueden ser salvados si nuestros ayuntamientos, asociaciones culturales, entidades financieras y los habitantes de nuestros pueblos nos hacemos más sensibles y sabemos valorar las señas de identidad que configuran las raíces de culturales de nuestros pueblos.
La declaración de Albacete
En este sentido ya hay algunas iniciativas: Existe la "Declaración de Albacete" por la que se propone a la Unesco la declaración como Patrimonio de la Humanidad de las construcciones rurales de todo el país.
Esta iniciativa ya ha sido suscrita por algunas comunidades autónomas como son Valencia, Canarias, Murcia y Castilla-La Mancha. De la Junta de Castilla y León no se dice nada, pero todavía se está a tiempo para asociarse y hacer juntos la propuesta, pues sin duda alguna nuestra región cuenta con construcciones rurales ricas y variadas de paisajes en "piedra en seco", que se reparten por toda la comunidad autónoma.
Las chozas de nuestra comarca, junto a otras construcciones rurales (fachadas, chimeneas, ventanales, portones, corrales, tapias, balcones etc.), podrían ser un gran exponente digno de admiración y conservación al mismo tiempo que son una fuente de ingresos y un aliciente más para que nuestros pueblos recobren vida.
La arquitectura rural de nuestros pequeños pueblos está en situación de emergencia. Se están destruyendo muchas señas de identidad propias, para dar paso a construcciones con materiales de cualquier tipo, sin personalidad alguna y con un fuerte impacto ambiental.
Las chozas y otras construcciones afines, son un claro exponente de adaptación arquitectónica al medio natural donde estas construcciones no desentonan ni por las escalas, ni por los materiales, de tal manera que llegan a formar parte del paisaje natural, tan apreciado en nuestros días por personas que hartas de productos iguales van en busca de lo genuino de nuestro entorno.
En nuestros pueblos no nos quedan otras cosas, pero las que tenemos son tesoros valiosos y debemos apreciarlas, valorarlas, mantenerlas y cuidarlas. No podemos dejarnos engañar cambiando nuestras construcciones artesanales, por modelos de estética del plástico, que no tienen nada que ver con nuestro entorno natural.
El futuro puede ser mejor
¿Quién sabe cuál será el futuro para aquella choza de Pedrosa del Príncipe que a tantos labradores, pastores y transeúntes ha albergado en las crudas mañanas de invierno y en las calurosas tardes del verano?
¿Qué será de aquellas otras chozas que hay en Valbonilla, Astudillo y en otros pueblos de nuestra comarca, si se las deja abandonadas esperando la triste agonía de su muerte más callada y olvidada?
¿Podemos hacer algo?
Todavía podemos hacer algo. Todavía podemos reconstruir las chozas y salvarlas.
¡Hagan algo las autoridades, los políticos, las asociaciones culturales, el pueblo, quien sea...!
¡Hagamos todos algo para que no se vayan de las chozas sus páginas de historia escritas en sus piedras calladas.
¡Hagamos algo para conservar sus secretos guardados celosamente en el regazo de sus bóvedas cansadas.!
¡Hagamos algo para que los suspiros de los caminantes sigan siendo el alivio de tantas horas amargas, ya pasadas!
¡Hagamos algo para seguir soñando desde allí que algún día llegaremos a disfrutar de la meta y de la vida que está mucho más allá del Camino de Santiago con tantas huellas dejadas!
Hagamos algo para que las viejas chozas se fortalezcan y sigan de pie, a nuestro lado, y al lado de aquellos que vendrán después de nosotros para que sepan de nuestra historia y de nuestras costumbres, con tanto sudor y esfuerzo guardadas. ¡Hagamos algo!