No es infrecuente que una subida al páramo nos regale de vez en cuando alguna escena insólita y fugaz. Un día de este mes de agosto, por ejemplo, brillaba el sol a lo largo de la ascensión al cerro, pero al volver la vista atrás se veía una densa niebla cubrir toda la vega del Odra, hasta las casas más cercanas al río (se aprecian bien en la fotografía la torre de la iglesia y la del viejo ayuntamiento). Niebla que ascendía hasta el Aro y casi lo ocultaba, dejando por encima una fina capa que semejaba el tenue velo de una novia. Una imagen hermosa pero efímera, porque en pocos minutos ese leve tejido de humedad se fue deshilvanando y el telón de fondo volvió a ser el de siempre. Casi ni nos da tiempo a desenfundar el móvil y capturar este mágico instante.