jueves, 22 de julio de 2021

Villasilos, villa de realengo cerrada..., por Marcelino Rico

Allá por la Semana Santa de 2015 acudimos unos cuantos de PDP a la parroquial de San Andrés de Villasilos, atraídos por la presentación del libro de Marcelino Rico Pérez, Villasilos, villa de realengo cerrada. Bases para la historia de un pueblo castellano. Allí nos conjuramos para leerlo todos cuanto antes y poder realizar lo que Isidro da en llamar un Libroforum, una amena sesión de cambio de impresiones suscitadas tras la lectura del libro. También quedamos con el autor para comentar su obra, cualquier día de verano, en su bodega. Y así fue, porque pudimos tener una amena charla a la fresca, en su merendero, disfrutando de su erudición y hospitalidad. 

La presentación de un libro de historia de ese alcance no deja de ser un importante acontecimiento no sólo para el pueblo objeto de la investigación histórica, sino para toda la comarca. Un esfuerzo hercúleo el de fatigar tanto archivo, máxime cuando se trata de un historiador aficionado que hurta las horas de dedicación a su tiempo libre, animado sólo por la enorme devoción que siente por su pueblo. Fue, por tanto, un acto emocionante el de su presentación en un lugar tan eminente en las propias páginas de su obra. 

Las setecientas páginas del libro contienen, como decimos, un enorme esfuerzo de investigación de archivos y otro tipo de fuentes, así como la lectura de libros de historia, tanto particular de aspectos concretos o ámbitos más cercanos, (la provincia, el reino de Castilla, etc.), como también de un rango más general, como auxilio para establecer una trabazón en la obra que la vincule, a lo menos, con la historia de España. 

En todo caso, más que encomiable la labor incesante de un entusiasta que, aunque no tenga una formación histórica académica, se desenvuelve bastante bien en el ámbito de la investigación y la escritura, y crea una obra de una gran relevancia no solo (por obvio) para su pueblo, Villasilos, sino para todos los municipios de la comarca. Buena parte del relato histórico y de los elementos puntuales del mismo son extrapolables con pocos matices a otros pueblos de corte semejante y, en primer lugar, al nuestro, Pedrosa. Eso le confiere una enorme importancia, pues creo que, para empeños semejantes dirigidos a otras localidades de la comarca, este libro es una referencia ineludible. 

Ya desde el título el autor muestra habilidad y modestia. El subtítulo “Bases para la historia de un pueblo castellano” certifica que lo dicho al final del párrafo anterior era una intención consciente de Marcelino. Es decir, el indeterminado “un pueblo castellano” puede referirse, en efecto, a cualquier pueblo castellano, no sólo a Villasilos. Este subtítulo es más clarificador sobre su intención que el primero, “Villa de realengo cerrada”, que simplemente llama la atención sobre una circunstancia histórica que el autor, con la inevitable querencia por ensalzar lo propio, destaca sobre cualquier otra. 

Y es hábil también al colocar en la portada la etiqueta de “Bases para la historia…” porque, tal vez consciente de que su punto más débil sea la perspectiva de conjunto que suele tener un “historiador profesional", presenta su obra como una amalgama de materiales exhumados de los archivos, pero sin la capacidad de articularlos con la pericia de un especialista. Es, por lo tanto, muy cabal Marcelino al introducir esa excusatio non petita, sin renunciar, por supuesto, al intento de montar su Historia a su manera. Él hace un gran esfuerzo, completando con material de erudición histórica la argamasa que hace falta para sostener los valiosos ladrillos que su tesón investigador ha ido rescatando. Pero, creo yo, ahí es donde más flaquea el libro. No puede evitar la tendencia a producirse con mayor intensidad en el ámbito en que se encuentra más seguro, y la obra casi cae en el recopilatorio que tanto esfuerzo ha hecho por evitar. 

Lo dicho no empece, para nada, el enorme mérito de su labor y el valor del producto, obra de referencia inevitable para el valiente que se lance a recuperar la historia de cualquiera de nuestros pequeños pueblos.

En cuanto a resonancias más personales, sentí una cierta decepción por las pocas menciones y bastante irrelevantes que se hacen a nuestro pueblo, cosa que sucede en otros trabajos históricos, como algunos referidos a Astudillo o Castrojeriz. Y ello sorprende, porque su tamaño y habitantes eran, más o menos, equiparables a los de Pedrosa. Con todo, su lectura, en general, me ha acercado mucho a la eventual historia de mi pueblo, porque son tantos los elementos en común que, por veces, me parecía estar leyendo la historia de Pedrosa. Lástima que nuestra iglesia no tenga la belleza y apostura de la de nuestros vecinos de aguas arriba del Odra.

En fin, ahí queda el hermoso desafío de Marcelino para quienes algún día asuman el reto de completar con las historias de sus pueblos, el camino que él ha iniciado en nuestra comarca. 

Gerardo Manrique