domingo, 18 de julio de 2021

Hontanas

Los expedicionarios, junto a la gran fuente de dos caños
que mana junto a la iglesia
Ayer estuvimos en Hontanas. Les mostramos el pueblo a unos amigos de Belorado que no lo conocían. 

Esta simple afirmación, hace una treintena de años, hubiera sido difícil de entender. Hontanas era un pequeño pueblo hundido entre los páramos, sin ningún señuelo que reclamara la atención del visitante en forma de una iglesia eminente, como las de Villasandino o Villaveta, por ejemplo, aunque fuera en ruinas, como el convento de San Antón. En suma, un villorrio más de la Castilla profunda, acosado por la despoblación y el abandono. 

Pero Hontanas, como Castrojeriz, era un hito en el camino de las estrellas, y escondía un enorme potencial que activó el relanzamiento del Camino de Santiago a partir del año jacobeo de 1990 (Xacobeo, habría que decir, por el papel esencial de Manuel Fraga en la iniciativa, a la sazón presidente de la Xunta de Galicia).

Sus aparentes carencias se convirtieron en sus principales fortalezas. Su posición recóndita, aislada, en el seno de un valle paramero, la conservación de su viejo caserío de piedra, sin notables añadidos que le resten autenticidad, su pequeño tamaño, reconcentrado sobre sí mismo a los lados de la calle Real, por la que discurre el Camino, el agua que mana por doquier haciendo honor a su trasparente etimología latina (Fontantas) estaban esperando la atención de personas con sensibilidad que intuyeran que, si se procedía a una restauración cuidadosa y se le dotaba de un equipamiento bien adaptado al entorno, su larga rúa peregrina podría convertirse en un tránsito de enorme atractivo para los caminantes y un lugar sosegado y tranquilo al atardecer para recuperar la energía necesaria para la jornada siguiente. 

El caso es que, mientras el resto de los pueblos, los que quedaron al margen de la ruta jacobea, languidecen sin remedio, Hontanas, aún más que Castrojeriz, vive una edad dorada. 

Es siempre un placer detenerse en la Cosmoplaza, como yo la llamo, a tomar algo en las terrazas de "El Puntido" o "Fuentestrella". En las mesas aledañas se oye hablar cualquier idioma del mundo, y se dejan ver todas las razas.

Ayer, con enorme amabilidad y una profunda devoción por el complejo que está levantado, el regente del albergue de Santa Brígida nos enseñó las instalaciones en construcción. Acababan de acomodar las literas justo sobre el spa, con su gran piscina de chorros, sus saunas y demás instalaciones, tan sorprendentes en pleno corazón del páramo. Se nota en muchos detalles la experiencia de quien ha colmado varias veces el Camino, como en uno que nos llamó la atención, una enorme piedra socavada que hace de pileta para que los peregrinos puedan posar sus doloridos pies en agua fresca. 

También nos gustó el abierto enfoque espiritualista y multicultural de la iglesia, con una zona dedicada a la meditación, y con biblias en todos los idiomas, o el texto de la misa bilingüe en veinticinco lenguas, para que quien llegue se sienta bien acogido. El arranque de la antigua torre ha sido convertido en sala de exposiciones, en la que se podía ver un repaso de las peregrinaciones más importantes del mundo. Toda una lección de como se pueden exprimir las posibilidades de un edificio más bien mediocre. 

Y muchas cosas más, que han convertido a Hontanas en un lugar que enseñar a los foráneos. Desde Pedrosa, el camino, repuestos de la sorpresa de las ruinas de San Antón, bajo cuyas crujías cruza la carretera, avanza entre la sombra de un generoso arbolado. Una vez en el pueblo, se siente la atmósfera de intimidad y sosiego que lo convierten en un lugar tan especial. Esperemos que eso, que es su esencia, nunca se pierda y que los peregrinos que avisten la calle Real en su descenso sigan sintiendo el calor de un lugar propicio.

Gerardo Manrique