Esta fotografía fue tomada en PDP, aunque podría haberlo sido en cualquier otro lugar. De ella me llaman la atención varias cosas, pero la que más es su infinitud, pues recoge unas líneas de piedra de las que no se presiente su principio ni final.
También resulta sorprendente cómo, a pesar de las dificultades (porque no son sillares bien escuadrados, sino piedras sin ninguna talla, adaptadas a la mejor posición que se encontró para ellas), mantienen con cierto orden la línea, aunque la permitan ensancharse o estrecharse un tanto.
Entonces nos da por pensar en quienes las colocaron, en el momento en el que se fueron asentando las hiladas, cuando, por ejemplo, sólo estaba encajada la grande cuadrangular que se ve a la derecha y tocaba levantar fatigosamente la de al lado.
Y también con qué episodio de la historia coincidiría (igual se acababa de atentar contra Prim, por especular a lo loco). Y en qué etapa de la vida de los operarios, si en su resignada madurez o en una juventud arrogante y premiosa.
Gerardo Manrique