sábado, 30 de enero de 2021

Pero... ¿Qué hace usted aquí?

Un aguerrido policía, encarnado por un insobornable Dana Andrews, se ha quedado adormilado en un sillón, aturdido por los vasos de whisky que ha bebido y por la irresistible atracción que va sintiendo, cada vez mayor, por Laura Hunt, una joven cuyo asesinato investiga. 

Las dos Lauras ponen a prueba la cordura de Dana Andrews

De ese sopor lo despierta el ruido inesperado que provoca la entrada (el abrir y cerrar de la puerta) de lo que, a primera vista, parecería un fantasma. La dueña del apartamento, Laura, con un elegante atuendo de viajera (su abrigo, gorro, maleta, bolso y paraguas) enciende la luz de la estancia, alarmada por la presencia del policía, y lo interpela con estas sensatas palabras: "Pero, ¿Qué hace usted aquí?" 

La escena es gloriosa, porque mezcla el más elemental sentido común (la pregunta que haría todo el mundo al volver a su casa y encontrarse con un extraño), con la fantasía más desbordada: un hombre enamorado de una mujer asesinada (casi se podría decir de la imagen de la muerta que proyecta el cuadro, que ha ido completando a lo largo de su investigación) la ve aparecer, con una radiante belleza en carne mortal. En su aturdimiento alcohólico se mezclan lo posible y lo imposible, el deseo y la realidad, la imagen del cuadro y la presencia real de Laura, tan bella y seductora como él la podría haber imaginado. Una de las más memorables "apariciones" en la historia del cine. 

Gerardo Manrique