domingo, 10 de febrero de 2019

1994: Festival del desengaño

Los futuros miembros de Haremos Historia posan ante el engalanado carro de comedias carnavalesco al inicio del recital.
Aunque no fuera esa su motivación, el título, Festival del desengaño, sonaba a una triste despedida, como así fue. Este es el último año que organizamos la fiesta nosotros, cada vez menos disponibles para estos menesteres. El nombre de la fiesta hacía honor a todos los anteriores, al vincular dos conceptos que se rechazan tanto como festival y desengaño. El desengaño se atiene a la esfera personal, privada, y el festival es un acto público. Nos sonaba bien aquella exhibición pública de lo personal. 

Este año la fiesta estuvo en un tris de desaparecer, sólo lo evitó su propia inercia, el darse por hecho de que en agosto tenía que haber un día de fiesta. El caso es que, a una semana de su celebración, no había nada preparado. Nosotros no acabábamos de dejarlo y los que nos seguían no acababan de cogerlo. 
David posa con la camiseta de la fiesta
en la entrada del Teleclub. A su espalda,
la convocatoria con el recorrido de la
II Memorial Federico Engels.

Así que, cuando ya no quedaba casi tiempo, nos pusimos manos a la obra, volviendo al formato con "acto central". El buen recuerdo de la literatura y la itinerancia del recital poético nos inspiraron el "Carro de comedias carnavalesco". La idea se remontaba a los romances de ciego, y consistía en contar un sucedido por calles y plazas arrastrando con nosotros un carro. 

El primer problema era conseguir el carro. Le habíamos echado el ojo a uno casi en descomposición que estaba en la era de los Gallardos. Comisionamos, como siempre, a Isidro para la negociación, que resolvió con éxito y contra todo pronóstico, porque se nos antojaba harto difícil explicar el objeto de la solicitud a sus propietarios.

La segunda cuestión era llenar de contenido el vagabundeo con el carro por el pueblo. Para ello convocamos a todos los niños y les propusimos que se aprendieran dos poemas: los mayores, el melancólico romance del conde Olinos (Madrugaba el conde Olinos, mañanita de San Juan...), a razón de una estrofa por cabeza (no había tiempo para más), y a los más pequeños, el arranque de un poema de García Lorca que reza: 

¡Ay, que trabajo 
me cuesta quererte como te quiero!
Por tu amor me duele el aire, 
el corazón
y el sombrero.

También les pedimos que pintaran en unas cartulinas de gran tamaño lo que les sugería cada una de las estrofas del romance. La creatividad infantil desbordó todas las expectativas, y pintaron unos preciosos carteles que, en la parte inferior, incluían escrita la estrofa, por si no se la sabían o la olvidaban cuando llegara el momento. Aunque el carro aún rodaba bien, tenía muchas tablas en mal estado, así que pegamos esas cartulinas alrededor para embellecerlo, mostrando en cada estrofa recitada a qué dibujo hacía referencia. Por supuesto, se le añadieron otros adornos, como globos o banderines. Y de esta manera se convirtió en el centro del desfile, con la función de adornar, llamar la atención, mostrar el romance visualmente y recordar la letra a quien la olvidara. Un carro multifunción. 

Y nos pusimos a ello. Íbamos rodando el carro por cada calle y parábamos donde nos parecía. Allí se recitaba el romance, cada uno el fragmento que le tocaba, y, una vez concluido, se remataba con el recitado, al unísono, por parte de los más pequeños, del poema de García Lorca. 

Creo que de todas las actuaciones que hicimos es de la que guardo un mejor recuerdo. La respuesta de los niños fue de una profesionalidad que nos dejó anonadados. Aunque entonces no lo podíamos saber, entre los recitantes estaban los futuros (sobre todo, futuras) impulsores de la fiesta, las chicas de la mítica peña Haremos Historia. La fotografía que les hicimos en la Plaza del Reloj justo antes de comenzar el recital es el fuerte eslabón que nos une a ellos. 

La primera página de El Túnel, de Ernesto Sábato, en el dorso de la camiseta.
Capítulo aparte merece la camiseta de aquel año. Conseguimos añadir un color, el rojo, a la uniformidad cromática de las dos anteriores. Un rojo impactante, pues corría diagonalmente toda la parte anterior con la palabra DESENGAÑO en gruesos caracteres. En esta parte delantera estaba, cómo no, además del nombre de nuestro pueblo, nuestra frustrada propuesta de escudo. En el dorso, la primera página del libro de Ernesto Sábato "El Túnel", que, para nosotros, era una biblia literaria en aquel momento. Varias personas nos comentaron que notaron a lectores de la página seguir sus pasos cuando llevaban la camiseta puesta. 


Una de las fotos de la exposición "Un día en la vida de Pedrosa". Víctor cruza
el puente con sus gafas negras, su borrico y su carro cargado de forraje. 
Este año organizamos un interesante concurso fotográfico titulado "Un día en la vida de Pedrosa", que consistía en gastar un carrete de 24 fotos en blanco y negro en la vida del pueblo a lo largo de un solo día (parece que estamos hablando de la prehistoria). La verdad es que es una pena no haber guardado copia de todas las fotografías que se presentaron, porque algunas fueron magníficas. Yo guardo las mías, y es sorprendente la gran cantidad de personas y situaciones que quedaron documentadas en un solo día, como el autobús de la mañana, las faenas del campo, la costumbre de las bodegas al medio día y un muy largo etcétera. 

Aunque parezca una cosa menor, cabe recordar que aquel año potenciamos el pasacalles matinal, comprando en Palencia un bombo que añadir al que ya se tenía (ambos pasaron pronto a mejor vida), y nos hicimos con una traca mucho más potente que en años anteriores y que casi nos da un disgusto por su mecha superrápida. Inolvidable la carrera calle abajo de Javi, despavorido, cuando casi nos estalla la traca entre las manos. 


En esta foto del descenso de las bodegas, con las camisetas del desengaño, se acredita la existencia de los dos bombos.

Gerardo Manrique