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Fran porta la primera camiseta de las fiestas, en un partido contra el Villasilos, el año siguiente |
En este año cenital en la historia moderna de España (Olimpiadas de Barcelona, Expo de Sevilla, capitalidad cultural europea de Madrid) nuestra fiesta trató de estar al nivel, y organizamos un aparatoso acto central que trataba de dramatizar la historia de Pedrosa desde el Big Bang hasta el presente. Así, como suena. Inspirados en la logística de la representación del año anterior, con el equipo de música y todos los figurantes dentro del Teleclub viejo, para ir saliendo poco a poco a la plaza de la iglesia según se actuara.
Ya se va olvidando, pero puedo rescatar de todo aquello el Big Bang, que se dramatizaba mezclando en un bidón los cuatro elementos que resumen el Universo (tierra, agua, aire y fuego) a los sones de la introducción de Así habló Zarathustra de Richard Strauss a todo volumen, que impedían oír nada del guion; luego salieron Fedro y Sócrates ataviados con sus clámides griegas y conversando con las palabras de Platón... Y así siguió el asunto, ante la absoluta incredulidad del escaso público que acudió el evento (ni precedió al acto la Misa Juvenil ni era el día de San Roque), hasta que llegó la puesta en escena del funeral de Felipe II, presunto motivador, en su principado, del apelativo de nuestro pueblo. Nada se oyó del famoso soneto de Cervantes con estrambote compuesto para la ocasión, porque no había manera de bajar el volumen de la música; el regio difunto cayó en el momento de ser transportado, por un ataque de risa de uno de los acólitos que sostenían el féretro sobre sus hombros. En fin, creo que el espectáculo terminó, en medio de un profundo caos, antes de lo previsto en el guion. Después de una serie de exitosas puestas en escena llegó este fracaso total, sin paliativos. Para bien o para mal, no quedó ningún testimonio gráfico, al menos que yo conozca, de todo aquello.
Ya se va olvidando, pero puedo rescatar de todo aquello el Big Bang, que se dramatizaba mezclando en un bidón los cuatro elementos que resumen el Universo (tierra, agua, aire y fuego) a los sones de la introducción de Así habló Zarathustra de Richard Strauss a todo volumen, que impedían oír nada del guion; luego salieron Fedro y Sócrates ataviados con sus clámides griegas y conversando con las palabras de Platón... Y así siguió el asunto, ante la absoluta incredulidad del escaso público que acudió el evento (ni precedió al acto la Misa Juvenil ni era el día de San Roque), hasta que llegó la puesta en escena del funeral de Felipe II, presunto motivador, en su principado, del apelativo de nuestro pueblo. Nada se oyó del famoso soneto de Cervantes con estrambote compuesto para la ocasión, porque no había manera de bajar el volumen de la música; el regio difunto cayó en el momento de ser transportado, por un ataque de risa de uno de los acólitos que sostenían el féretro sobre sus hombros. En fin, creo que el espectáculo terminó, en medio de un profundo caos, antes de lo previsto en el guion. Después de una serie de exitosas puestas en escena llegó este fracaso total, sin paliativos. Para bien o para mal, no quedó ningún testimonio gráfico, al menos que yo conozca, de todo aquello.
Sin embargo, la fiesta siguió avanzando. Fue el primer año que nos lanzamos a confeccionar una camiseta, con un doble propósito: por una parte, para poder financiar nuestro exiguo presupuesto sin perder tanto tiempo en interminables negociaciones; por otro, por el ambiente festivo que provoca contemplar a mucha gente ataviada de la misma manera. Desde entonces, la fiesta siempre ha tenido su camiseta anual, lo que se ha consolidado como otro de sus rasgos de identidad.
En el diseño de la camiseta quisimos dar énfasis a las tres generaciones que hasta entonces nos habíamos aplicado en la organización de la fiesta, por lo que en la espalda se podía leer esta leyenda bajo el nombre del pueblo: Campaneros, Comité y PGB 69: tres generaciones de tristeza, amor y sexo. En la parte delantera, un toque irreverente del Comité Antimisas: una cruz invertida. De inmediato nos pareció que nos pasábamos demasiado de frenada, así que unimos todos los puntos de la cruz, creando una especie de cometa. Y, por si alguien podía adivinar nuestras aviesas intenciones, metimos todo dentro de un círculo. Así se gestó esa primera camiseta, con su toque escandaloso (la palabra sexo circulando por ahí) y su emblema incomprensible, y que, en general, sólo gustó a los incondicionales, aunque logramos vender todas las existencias.
Este año la fiesta también conoció otro salto cualitativo. El ayuntamiento se animó, por primera vez, a traer un conjunto musical, con lo que la tecnoverbena pasó a ser una verbena "como Dios manda", lo que nos permitió distribuir nuestra propaganda por los pueblos aledaños sin tanta mala conciencia. Y aunque no fuera un enorme trailer al uso de los que ahora se estilan, sino una humilde galera en la plaza del reloj con el conjunto musical dentro, a nosotros nos pareció un lujo asiático acorde con aquel año de los prodigios para España. Es un detalle que, por así decirlo, fue normalizando la fiesta y dando un descanso a sus organizadores, que ya no tenían que estar trayendo y llevando el equipo de música, reuniendo las cintas de cassette y pasando toda la noche al cargo de la programación musical.
Por cierto, el título, una especie de homenaje aritmético, en realidad fue una reducción temerosa de una propuesta inicial, Himno al trepador, que en la mente de su creador tenía unas connotaciones sexuales que pensamos que no todo el mundo iba a percibir, y que tal vez podría ser malentendido. Alguien propuso entonces reducirlo, y su resultado, manifiestamente surrealista, ¡cómo no! nos encantó: Himno al tres.
Gerardo Manrique
Este año la fiesta también conoció otro salto cualitativo. El ayuntamiento se animó, por primera vez, a traer un conjunto musical, con lo que la tecnoverbena pasó a ser una verbena "como Dios manda", lo que nos permitió distribuir nuestra propaganda por los pueblos aledaños sin tanta mala conciencia. Y aunque no fuera un enorme trailer al uso de los que ahora se estilan, sino una humilde galera en la plaza del reloj con el conjunto musical dentro, a nosotros nos pareció un lujo asiático acorde con aquel año de los prodigios para España. Es un detalle que, por así decirlo, fue normalizando la fiesta y dando un descanso a sus organizadores, que ya no tenían que estar trayendo y llevando el equipo de música, reuniendo las cintas de cassette y pasando toda la noche al cargo de la programación musical.
Por cierto, el título, una especie de homenaje aritmético, en realidad fue una reducción temerosa de una propuesta inicial, Himno al trepador, que en la mente de su creador tenía unas connotaciones sexuales que pensamos que no todo el mundo iba a percibir, y que tal vez podría ser malentendido. Alguien propuso entonces reducirlo, y su resultado, manifiestamente surrealista, ¡cómo no! nos encantó: Himno al tres.
Gerardo Manrique