domingo, 14 de agosto de 2022

El osario de Santo Domingo

Siempre me ha impresionado mucho, de camino por la calle Real de Castrojeriz (la rúa caminera más larga de toda la peregrinación jacobea), el brutal reclamo de las dos calaveras que, sobre sus tibias cruzadas, están talladas en altorrelieve en la pared del osario de la iglesia de Santo Domingo. Sobresalen de sendos sillares perfectamente integrados en la pared, e interpelan al que por allí pasa con dos mensajes en escueto latín, secos y duros, escritos en su parte superior: O MORS (!Oh muerte!), sobre la de la izquierda, y O AETERNITAS (¡Oh eternidad!), sobre la de la derecha.

En la parte superior, protegido por un ligero voladizo, discurre un friso con una inscripción corrida que cuesta mucho ver (en realidad, hay fragmentos que ya se han perdido). Con buen criterio (aunque con no muy buen ojo para colocar las comas en el texto ni mucho respeto por la gramática latina), la Asociación de amigos del patrimonio ha colocado una placa que contiene el texto, tanto en su original latino como en su traducción al español. Suponemos que, al tratarse de un fragmento bíblico muy conocido, no ha sido difícil deducir las partes que la piedra no pudo guardar. 

El texto se corresponde con la primera de las lamentaciones atribuidas al profeta Jeremías, en el Antiguo Testamento, y que pone en boca de la Jerusalén recién conquistada por los babilonios, a principios del s. VI a.C., que supuso la primera y muy traumática destrucción del Templo.

El fragmento no es cualquier cosa, forma parte de un poema llamado "alefático", pues cada estrofa corresponde a cada una de las letras del alfabeto hebreo, cuya primera letra, que dio título a un memorable libro de Borges, es el "aleph". La estrofa que tenemos en el osario de Santo Domingo es la dedicada a la letra "lámed", es decir, nuestra ele. 

Jerusalén se atribuye a sí misma, en el lamento de Jeremías, la culpa de su desgracia, e increpa al caminante en una actitud autoconmiserativa: "Oh vosotros, cuantos pasáis por el camino! / Mirad y ved si hay dolor comparable a mi dolor, / al dolor con que yo soy atormentada! / Afligióme Dios el día de su ardiente cólera" (traducción ofrecida por la legendaria Biblia de Nacar-Colunga, y que creo que aventaja a la escrita en la placa).

En latín, que siempre impresiona más, las antiguas palabras hebreas suenan así (eso reza la placa, con los reparos que ya se han dicho): "O vos omnes que transitis per vian, attendite et videte si est dolor sicut, dolor meus; quoniam vindemiavit me, ut locutus, est dominus in die irae".

Estas lamentaciones tuvieron mucha presencia en la liturgia cristiana y, por su brevedad y, también, por su alta carga de emotividad, fueron muy musicadas en distintas épocas. En suma, era un texto muy conocido. 

No es extraño que se echara mano de él en pleno Camino de Santiago, pues su primer verso no podía venir más a propósito en el lugar en que se ubica el osario: "Oh vosotros, cuantos pasáis por el camino...

En una piedra tallada que corona esta modesta construcción se hace notar su cronología, muy redonda: 1800. Me malicio que hasta 2016, que es cuando se instala la placa, pocas personas repararían en este planto de Jeremías, casi escondido, y que se fue borrando con el paso de los años. 

En todo caso, y si juntamos todo lo dicho y mucho más que podría dar de sí, me parece un lugar con muchos méritos para una respetuosa visita microturística.

Placa explicativa instalada en el osario

Gerardo Manrique