sábado, 4 de junio de 2022

Un "SE BUSCA" para el atraco del siglo (XIX) en PDP

En su excelente miscelánea sobre la historia de Pedrosa, Pedrosa del Príncipe, parmo y vega, historias, historietas, sucesos y quehaceres, a día de hoy el libro más valioso y documentado escrito sobre nuestro pasado histórico, Jesús Borro dedica un capítulo a los Personajes ilustres de Pedrosa y, dentro de él, un epígrafe titulado Acciones contra las partidas de Merino y bandolerismo, en el que da noticia de algunas de las correrías que por nuestras tierras perpetraron a mediados del siglo XIX bandas de facinerosos que amparaban sus actividades delictivas en una pretendida defensa de la causa carlista. 

En concreto, menciona Jesús a la temible banda de Los Hierros y a una excrecencia de la misma, cuatro sujetos malencarados y muy peligrosos (“los restos de la pequeña gavilla de Mariano Hierro”, de acuerdo con el relato del periódico La España, que Jesús reproduce en su obra). Estos cuatro sujetos secuestraron el día 19 de febrero de 1856 a nuestro alcalde constitucional y a otros dos miembros del ayuntamiento, por los que exigieron un rescate (cuya cuantía varía mucho según las fuentes). Tras retenerlos a la fuerza en la posada durante un tiempo, se los llevaron con ellos camino de Carrecastrillo, dejándolos en libertad muy cerca del pueblo, suponemos que previo pago de alguna suma de dinero. Como se verá, no limitaron sus razias a Pedrosa, pues exigieron también el pago del “impuesto revolucionario” en Villaveta y Los Balbases.

Un día de estos, husmeando por la prensa histórica (un yacimiento inagotable de literatura, por lo sorprendente y variopinto de los sucesos que uno se encuentra y por el atractivo de su lenguaje), he dado con alguna información sobre este episodio que aporta nuevos detalles y, sobre todo, nos presenta un retrato muy vívido (y muy bien escrito) de aquella España tan tumultuosa de mediados del XIX, con nuestro pueblo como escenario.

Se trata de un comunicado aparecido en el Boletín Oficial de Santander, con fecha de 12 de marzo de 1856, y en el Boletín Oficial de Palencia, con fecha de 31 de marzo, en el que el Gobierno Civil de estas provincias da publicidad a un exhorto remitido por el juzgado de primera instancia de Castrojeriz, poco después de los hechos referidos. Se trata de un “SE BUSCA” escrito en un castellano ceremonioso y preciso que aventaja en mucho a los toscos retratos de los Westerns norteamericanos y que recrea con increíble plasticidad la figura legendaria de aquellos cuatro maleantes, uno de los cuales lucía una gran cicatriz “en su carrillo derecho”. Por su valor histórico y literario (podría servir bien para un interesantísimo comentario de texto muy descriptivo de la época) creo que merece la pena reproducirlo por completo. El texto es el mismo para Santander y para Palencia, con las naturales diferencias referenciales, por lo que aparece sólo el primero. En la transcripción me he atenido con fidelidad al original, que, como se verá, no sigue del todo las normas ortográficas regulares en nuestros días, sobre todo en lo que hace al uso de las mayúsculas y los acentos.

El juez de primera instancia de Castrojeriz con fecha 5 del actual me ha dirigido el exhorto siguiente:

“Al Sr. Gobernador de la provincia de Santander hago saber: que en este Juzgado y testimonio del infraescrito Escribano, se sigue causa criminal de oficio, contra cuatro hombres montados y armados, que en el día diez y nueve de Febrero último entraron en los pueblos de los Balbases, Pedrosa del Príncipe y Villaveta, exigiendo en el primer pueblo mil doscientos reales, mil cuatrocientos en el segundo y mil en el tercero, de diferentes vecinos con el pretesto (sic) de defender a Carlos VI y la religión; en su consecuencia he acordado en providencia del día de ayer, exhortar a V.S. para que por medio del Boletín oficial, encargue á los Alcaldes constitucionales de los pueblos de su provincia y a los Gefes (sic) de la Guardia civil, que por cuantos medios estén a su alcance, procuren conseguir la captura de los cuatro hombres, cuyas señas se insertan á continuación, y en caso afirmativo los conduzcan con toda seguridad á disposición de este juzgado por convenir así á la Administración de Justicia”.

Señas que se citan.

Angel Villalain, (a) el tambor de Villatoro, con monte-cristo pardo, sombrero bajo de hule, zamarra de pieles, armado con trabuco y espada, monta un caballo pelicano de buena marca y muy gordo.

Otro cuyo nombre y apellido se ignoran, vestido de zamarra, pantalón azul turquí con vivo como los de los Guardias, sombrero igual al del anterior, armado con trabuco de bronce y espada toledana, monta un caballo tan bueno como el del anterior. 

Juan Díez, natural de Relampalaiz, sombrero como los anteriores, capote azul de la Guardia Civil de caballería, zamarra negra, bufanda de tricolor, muy buen mozo, con vigote (sic), armado de trabuco de bronce grande y espada, monta caballo negro de mucha marca. 

Otro montado en un caballo también negro, viste sombrero como los otros, zamarra nueva, pantalón azul con franja encarnada ancha, bufanda verde, guantes de gamuza, con una cicatriz grande en el carrillo derecho, armado de trabuco y espada. 

En su virtud encargo á los Srs. Alcaldes, Guardia civil y demás empleados de vigilancia en esta provincia, averigüen si existe en sus respectivos Distritos alguno de los sujetos cuyas señas se expresan, y caso de ser habido, lo conduzcan con toda seguridad á disposición del referido Juzgado. Santander, a 11 de marzo de 1856.- Félix de Aguirre”.

No debieron echar mano en los meses inmediatos a estos atrabiliarios individuos, que tanto espanto debieron causar en el pueblo, porque vuelve a aparecer el anuncio en ambos boletines en el mes de agosto, aunque, a lo que parece, la investigación había avanzado algo y se añaden nuevas "señas" que precisan aún más el aspecto de los perseguidos:

Juan Díaz, estatura cinco pies y cuatro o cinco pulgadas, algo rojo el bigote, de edad sobre 50 á 55.

Otro cuyo nombre y apellido se ignoran, como de 30 años de edad, pelo algo rojo, como de cinco pies de altura.

El titulado Villalain, de edad sobre 44 ó 46 años, moreno, cerrado de barba y con alguna que otra cana.

Otro que sus compañeros titulaban Miguel, como de 50 años de edad, de estatura cinco pies y una pulgada, entre-cano.

Gerardo Manrique