El edificio que conocemos como "La Lechería" podría calificarse como uno de los que ahora se da en llamar de "arqueología industrial" (otra muestra serían los restos de la antigua tejera, si es que queda ya alguno, o el viejo matadero, al lado del puente).
Hubo un tiempo, no muy lejano, en que alrededor suyo, al atardecer, este edificio conocía una actividad frenética, cuando allí confluía el resultado del ordeño de la gran cantidad de pequeñas explotaciones pecuarias que entonces tenía el pueblo. Se hacía llegar la leche en las llamadas cacharras, una suerte de ánfora metálica, de las que se vertía a grandes depósitos que recogía regularmente un camión cisterna.
Cuando, merced al abandono progresivo de la explotación ganadera, el edificio se quedó sin su función original, se fue convirtiendo en un gran trastero municipal. Eso sí, el día de la gran paellada de la fiesta del verano, en que se convertía en el centro neurálgico de operaciones, volvía a palpitar su corazón, con la concurrencia y el regocijo de los viejos tiempos.
Texto: Gerardo Manrique.
