Termina la película. En la paz del hogar, superado a duras penas el torrente de surrealismo onírico a que les ha sometido la frenética imaginación de David Lynch, Laura Dern (con la belleza casi infantil de sus veinte años) y Kyle MacLachlan (y esa tía suya que parece que se ha colado en la pantalla) se relajan mirando cómo un jilguero apresa en su pico a un insecto, o lo que viene a ser lo mismo, cómo el bien prevalece sobre el mal.
Pero lo mejor es el comentario de la joven, que resume toda la inquietante experiencia, visual y conceptual, que acabamos de afrontar tras dos horas de proyección:
- Es un mundo extraño, ¿verdad?