INTRODUCCIÓN:
Una magnífica exposición de marquetería ha sido centro de atención en la sala de exposiciones del Ayuntamiento de Pedrosa del Príncipe. Muchas personas admiraron la belleza de los objetos de madera elaborados con perfecta maestría. El autor es Santi, “el de la Cari y Porfirio el albañil”, de quienes recibió una magistral educación y unos valores forjados por el tesón y el trabajo bien hecho, con los que Santi ha triunfado en su vida personal y profesional como maestro de escuela en Barcelona.
Santiago Fernández Rey es el personaje ilustre que hoy os doy a conocer, y que se añade a la larga lista de otros personajes de mi pueblo que desfilaron por otros artículos de esta maravillosa revista.
Santi nació en Pedrosa del Príncipe en el año 1949. Por las calles del pueblo de entonces correteaban más chiquillos que nunca. Las escuelas de niños de párvulos y tanto las de los chicos como la de las chicas mayores, estaban repletas. De entre sus gratos recuerdos de la infancia forman parte la escuela, la iglesia, los juegos tradicionales y su bisabuela, Luisa, mujer inquieta y sabia, adelantada a los tiempos, a quien tuve el gusto de oír sus poesías y sus historias, en los días en que con su otro biznieto, mi amigo Miguel Ángel, le llenábamos los cántaros de agua. Poesías, romances y leyendas que, a su más de 85 años, recita de memoria su nieta, Cari, y que algún día habrá que recopilar para la historia.
En este escrito he recogido algunos de sus pensamientos y os los ofrezco, organizados en forma de entrevista, para que se haga más amena la lectura.
Las impresiones que me evocaron sus palabras, repletas de profundos pensamientos, tiene como fondo verdadero los datos de una amena conversación que tuve con él en una serena mañana de Agosto. Os lo cuento con la misma sinceridad y confianza, que él me da, para hacer público su contenido.
¿Qué significa para ti la palabra Educación?
Hay muchas teorías y escritos que tratan de explicar el significado profundo de la palabra educación. Todas ellas tienen sus rasgos importantes, dependiendo de las situaciones y las épocas. Pero yo, después de muchos años de experiencia como maestro, he llegado a la conclusión de que educar es favorecer todos los factores que contribuyen a hacer de cada individuo un ser responsable, libre, consciente del valor de su propia vida y de la vida del mundo que nos rodea.
¿Hay algún invento para conseguir esa educación?
Claro está que a ese grado de exigencia no se llega en un instante, ni solo con cuatro lecciones de un maestro de escuela, por bueno que sea. En la educación intervienen sobre todo la capacidad y el deseo de querer aprender a resolver los conflictos de la vida, utilizando criterios dignos, incluso los relacionados con la familia.
¿Cuáles son los ingredientes indispensables para conseguir una buena educación?
En la educación hay que tener en cuenta muchas cosas al mismo tiempo: los consejos de los psicólogos, las orientaciones de los pedagogos, la tarea de los padres y del entono familiar, el ambiente más cercano donde uno crece y se desarrolla, el grupo de la escuela, los amigos y todo lo que cada persona recibe del exterior; pero pienso que hay algo que es insustituible en toda tarea educativa: para mí es el valor del esfuerzo, el valor del trabajo bien hecho, la capacidad de sacrificio y el diálogo con las personas en un trato de humanidad. Esto es insustituible para que se dé la educación.
¿Tuviste algún lema como guía para tu tarea educativa?
Mi lema educativo está concentrado en tres palabras: querer, saber y poder. Me explico: Querer, como decisión firme de cada persona para acoger la educación en su vida como un valor importante. Saber, como inquietud por adquirir conocimientos y por aprender con sabiduría. Poder, como afirmación de que si lo deseas y te implicas, tienes el poder de llegar a conseguirlo. Si una persona quiere educarse y sigue este lema, estoy seguro de que lo conseguirá. Yo puedo contar la vida de muchos niños de escuela que se hicieron personas gracias a que entendieron esas tres palabras. Mi mayor alegría, como maestro, es haberles ayudado a ser personas.
¿Cuándo empezaste a prepararte para ser maestro?
Bueno, pues yo era un chaval como los demás. Hasta los 11 años fui a la escuela del pueblo como cualquier niño de aquella época. Primero íbamos con la maestra de párvulos, Doña Eli, y ya a los 7 años subíamos a la escuela de los niños mayores con D. Panta y con Doña Carmen las niñas.
Mientras estuve en la escuela del pueblo, hacía las cosas igual que todos los niños. Me gustaba mucho jugar en la calle a la variedad de juegos que se utilizaban entonces: jugando al pincho, al marro, a la tuta o a los cartones.
Otras veces íbamos a coger pájaros con una ratonera, poniendo un grillo de cebo y dejándola bien tapada al lado de las trilladoras que había en las muchas eras de entonces. También nos escondíamos para fumarnos un cigarrillo, hecho con papel de estraza, que raspaba como un rastrillo y que sabía a rayos. Esas cosas nos hacían vivir emociones insospechadas para aquellos niños que, de esa manera, pensábamos que ya éramos mayores.
Yo era un niño al que le gustaba hacer bien las tareas y llevar las lecciones bien aprendidas, no solo por miedo a evitar castigos, sino porque era aplicado y me gustaba aprender cosas nuevas. El maestro me presentó para una beca de estudios. Hice un examen y la saqué. Desde entonces me fui a Burgos a estudiar el bachillerato en el Colegio de Santo Tomás, y así empezó mi preparación académica como estudiante, aunque todavía no sabía si quería ser maestro o iba a tener otra profesión.
¿Cómo descubriste que querías ser maestro?
Pues todo va llegando poco a poco. Yo me acuerdo que mi padre, Porfirio, como era albañil, me decía que estudiara para arquitecto. La verdad que yo dibujaba muy bien. Me acuerdo que en el colegio hacía los dibujos a algún compañero que me recompensaba con algún cigarrillo. Yo sabía que tenía unas cualidades innatas para la construcción, pues además de conocer el oficio por mi padre, yo también lo practicaba directamente, pues en las vacaciones me iba a trabajar con él a las obras. Pero yo entendía que mi vida no estaba encauzada por la construcción de casas, sino por la construcción de personas.
Cuando acabé el bachiller y tuve que tomar la decisión profesional, me incliné por la de maestro sin dudarlo. Lo decidí junto a otros tres buenos amigos inseparables, con los que organizábamos en el colegio teatros y actividades educativas. Ellos eligieron ser maestro. No sé qué es lo que les influyó a ellos, pero yo sí tengo muy claro que en todos los años de estudio yo sentía admiración por el padre de uno de mis amigos, que era maestro de escuela. La figura de ese hombre me llenó mucho y me influyó por su manera de tratar a las personas y por su dedicación a la profesión. Yo vi en él, como un referente de lo que a mi me gustaría llegar a ser algún día y, fíjate, llevo ya toda mi vida dedicada a esta tarea educativa, de la que me siento verdaderamente gratificado y feliz.
¿Cuál fue tu primer destino como maestro?
Pues, después de terminar la carrera no podía quedarme parado a ver qué pasaba; así que con cuatro amigos de magisterio nos aventuramos a ir a Barcelona a probar fortuna.
Corría el año 1971. La emigración de los pueblos a las ciudades era muy alta. Se necesitaban muchas escuelas y maestros. A mi me contrataron en la escuela Santa Isabel, donde llegué a ser director hasta el año 1989.
Más tarde se fusionaron dos centros formando una comunidad educativa con más de 120 profesores y ofreciendo todas las etapas de enseñanza obligatoria, más unos módulos de grado medio y superior con formación profesional. Había una gran variedad de oficios para atender las necesidades actuales, de tal manera que el alumnado pudiera acceder a puestos laborales cualificados.
¿Puedes contarme alguna anécdota que te haya pasado con tus alumnos?
Tengo muchas, pero hay una anécdota muy curiosa que ocurrió en una excursión. Una vez, estando en París, notamos que faltaba un niño. Contamos una y mil veces y siempre nos faltaba un niño. ¿Dónde se habrá metido? Movilizamos a la policía de todo París y no daban con él; al final apareció dormido en el Autobús, tan placentero, como si nada hubiese pasado.
En otra ocasión, coincidió con que el Barcelona ganó la copa de Europa de fútbol. Los niños empezaron a gritar y a mover las banderas dando saltos de alegría. Se nos acercó la policía francesa y nos puso una multa por armar exceso de ruido en público. Nos quedamos como estatuas. Estar con niños es imprevisible. Te puede ocurrir cualquier cosa, pero eso es también parte de la tarea educativa.
¿Cómo te has ido adaptando en tu profesión ante tanto cambio de leyes educativas?
Cada época tiene sus decisiones. Las reformas educativas se hacen con buena intención, pero no siempre se acierta plenamente. En unas ocasiones porque no se consulta al profesorado, que es el que conoce los entresijos del día a día. En otras porque los políticos quieren arreglar los problemas sociales y que todos consigamos lo mismo; pero en la teoría es una cosa y en la realidad es otra. Los conflictos ambientales, los sociales y la edad determinan mucho la vida del alumnado.
Hay muchos aspectos que habría que mejorar. Pienso que con obligar a ir a la escuela hasta los 16 años no se resuelve el nivel cultural español; pues si un niño a los 12 años ya no quiere estudiar por la vía establecida habría que darle otras vías para encauzar su formación.
Yo creo que era más completa la EGB y que se debe educar para que, hacia los 14 años, el niño ya se plantee algo para elegir su vida profesional y que no dejen para tan tarde elegir para desarrollar sus cualidades
La desaparición de los exámenes no arregla el fracaso escolar. Hay excesiva flexibilidad y eso no crea estímulo para aprender.
Por otra parte, los padres están cediendo sus responsabilidades educativas y se lo dejan todo a la escuela. Hay muchas familias desestructuradas. Los abuelos cogen el relevo, pero no es la solución, pues eso tapa algunas cosas, pero acarrea otros inconvenientes en la personalidad. A mi, personalmente, me ha ido bien, pues he tratado de educar siguiendo los principios de los que antes te he hablado.
¿Piensas que en la actualidad hay herramientas educativas mejores que las anteriores?
Hoy en día hay muchas cosas positivas como la sinceridad en la juventud, la espontaneidad, el trato más humano y muchos adelantos que nos pueden ayudar a educar.
Los profesores colaboramos más y nos preocupamos por el futuro de nuestros alumnos. Hoy se maneja muy bien la informática como herramienta educativa. Con los ordenadores tienes a mano todos los conocimientos sin hacer ningún esfuerzo.
Todos los adelantos tecnológicos están muy bien, pero a los chavales de hoy les falta conocimiento del vocabulario, no tienen expresión verbal, la comprensión de los conceptos les resulta muy difícil. Piensan que con los botones se hace todo sin esfuerzo, y eso no educa.
Las nuevas tecnologías nos están exigiendo otro tipo de maestro. Ya no es el que transmite o posee la información sino el que orienta y ayuda a ser crítico para saber dominar la información y llegar con ella a otros resultados.
Pienso que aprender idiomas modernos es también muy importante para saber vivir en la globalización del mundo.
Tras tu larga experiencia de maestro, ¿a qué conclusiones has llegado?
Esto sería muy largo de contar, pero trataré de resumirlo en lo esencial. Para mí ha sido una profesión que me ha llenado de satisfacción plena y absoluta. Estar con niños y con jóvenes es estar constantemente aprendiendo y esforzándote para enseñar con métodos actuales y para contribuir a hacer una sociedad mejor. Ellos también nos enseñan mucho, pues están abiertos a todo lo nuevo y eso nos lo transmiten día a día. Yo he enseñado como maestro, pero he ido aprendiendo mucho de la vida de mis alumnos.
Hemos visto tu exposición. ¿Cuáles son tus otras aficiones?
Me ha gustado desde siempre el teatro. Escribo y represento obras para mis alumnos, tanto en catalán como en castellano. Hago poesías y organizo actividades en Navidad y en Carnaval. Cada año elijo un tema central hacia el que confluye todo. Son recursos educativos a través de los cuales se aprende mucho por otras vías que no son las convencionales. Los niños lo agradecen y yo también me siento confortado.
¿De dónde viene tu afición por la marquetería?
Es algo que aprendí de niño en el colegio y que luego he seguido cultivando de mayor. Es algo que me relaja. Me fomenta la creatividad y la autoestima. Me motiva a seguir cuando veo que agrada a los demás. Es una manera de aprovechar el tiempo libre. Me da satisfacción el trabajo bien hecho. Me alegra y siento un sano orgullo al saber que otros valoran mi obra. Es como una recompensa al esfuerzo que hay que hacer con cada obra.
Nombrar a Pedrosa del Príncipe, ¿Te enciende algo?
Sí es algo muy sentimental y muy profundo. En mi matrimonio los dos somos del pueblo. Para nosotros, el pueblo, es como tener una afición. Venimos con frecuencia y nos sentimos muy bien.
En mi pueblo encuentro serenidad. La visión de sus campos, llanos y de colores tan suaves, me produce una sensación de paz y de tranquilidad. Los paseos por el campo me acercan más a la comunicación con la naturaleza. Me llena de humanidad hablar con las personas que encuentro. Es maravilloso hablar con Filo, con Fede, con Luis Alberto, con Jesús, con Román y con tantos otros que te salen al encuentro con todo agrado. Es como una familia, es un sentimiento muy confortable estar con la gente del pueblo. El pueblo es como darme un baño de historia con mis raíces y con mis sentimientos.
Pescar cangrejos y comerlos en la bodega es otro aliciente. Todos los días vamos mi mujer y yo a merendar a la bodega. En ese cerro de las bodegas hallo el encuentro con lo diferente, con lo nada convencional. Es una atmósfera que hay que vivir para valorarla y únicamente se encuentra en el ambiente del pueblo.
¿Cómo ves el pueblo actualmente y qué futuro le espera?
Es una pena que haya disminuido la población. Ahora el pueblo está muy limpio y muy bien arreglado. Es una delicia pasear por sus calles. Ver las fachadas limpias, los adornos en los jardines. Se nota que desde el ayuntamiento y los vecinos se pone mucho interés por mejorarlo. Del futuro del pueblo no lo sé. Esto tiene que dar muchas vueltas y nunca se sabe. Yo pienso que los de mi generación que estamos fuera vamos a volver aquí algún día para residir largas temporadas, ¿por qué no? Ahora está todo más confortable y se tiene acceso rápidamente a las necesidades básicas. Con buenas comunicaciones no hay problema, todo está a la puerta de casa. Se tarda mucho más en llegar a los sitios en una ciudad que en los pueblos, si están bien comunicados.
¿Qué dirías a los que piensan que vivir en los pueblos es de paletos y de anticuados?
Les digo que es hora ya de que cambien de actitud y les invito a que vengan al pueblo y lo vean y lo vivan. Tanto mi mujer, Candelas, como yo, estamos seguros de que descubrirán un futuro más halagüeño que el de quedarse encerrados entre las cuatro paredes de un piso de la ciudad, pues con frecuencia no se llega más allá de dar un mero saludo a los vecinos con los que llevas viviendo más de cuarenta años. El pueblo, en sí mismo, es un espacio educativo socializador. Se descubre la convivencia y es saludable para el cuerpo y para el espíritu.
¿Qué me dices de tu larga vida en Cataluña? ¿Has tenido algún problema de integración?
Llevo aquí casi toda mi vida. Con Candelas, mi mujer, vivimos aquí nuestro noviazgo en un ambiente abierto a todas las diferencias. Nos casamos y somos muy felices. Tenemos dos hijos mayores que se han adaptado a los nuevos tiempos de esta nueva Cataluña; la vida del futuro será lo que los hijos de nuestros hijos quieran que sea. Nosotros les hemos educado en una mentalidad plural, muy universal y muy respetuosa con todos.
¿Qué vas a hacer una vez jubilado?
No lo sé. Es algo que tendremos que decidirlo como matrimonio. Puede ser que alternemos las dos opciones de ciudad y del pueblo. Sea como fuere no me quedaré parado. Yo seguiré siendo maestro de otra manera, es decir, educando desde el teatro, las actividades del tiempo libre, la charla, la participación en asociaciones, la colaboración con todo lo humanitario...
Hay que seguir desarrollando la vida sin tener en cuenta los años, ni la vejez. Uno deja de estar joven, no cuando envejece, sino cuando no tiene ilusiones para vivir.
Hay que disfrutar ocupando el tiempo de cada día y haciendo algo útil para seguir desarrollándose a sí mismo, y para hacer la vida agradable a los demás.
EPÍLOGO:
Termino mi escrito de esta conversación con un maestro, en el que se palpa la vocación, que va más allá de una magnifica profesionalidad, con la que Santi ha vivido su ya larga, y casi terminada, carrera educativa.
Sus palabras son como ríos de experiencias humanas que han forjado en grandes obras de arte, construyendo con las herramientas de la educación, la personalidad y los valores humanos en tantos niños y adultos.
Como en todos mis artículos, cuando destaco a una persona, quiero resaltar y homenajear a quienes se relacionan con su profesión.
La vida de Santi podría ser equiparada a la de tantos otros maestros y maestras que han nacido en la comarca o que ejercieron por las escuelas de cualquiera de nuestros pueblos, haciendo tanto bien a tantas generaciones de niños que aprendimos a ser personas de bien.
El maestro en general, y Santi así nos lo ha demostrado, ejerce de maestro y al mismo tiempo de psicólogo, de médico, de asistente social, de animador sociocultural y de un montón más de profesiones, que se funden en una sola para iniciar experiencias que humanizan.
El señor Porfirio, el albañil, su padre, a quien conocí y admiré, debe estar contento con su Santi pues, aunque no estudió la profesión de arquitecto de edificios, ha ejercido otro estilo de arquitectura que ha servido para edificar personas, que son los monumentos más maravillosos y las mejores obras de arte que un ser humano puede hacer.
Gracias, Santi. Gracias, porque con tu sencillez nos has hecho disfrutar de tus trabajos de marquetería, con los que nos comunicas una forma muy sana de vivir.
Gracias a todos los maestros y maestras que han nacido en este pueblo de Pedrosa del Príncipe, que con tanta ilusión lo lleváis en vuestro corazón, irradiando aquellos valores que aprendimos de nuestros antepasados.
En este sentido, vaya también mi homenaje a todos los maestros y maestras que han pasado por nuestros respectivos pueblos y nos dejaron marcada la huella de una buena educación, con su humanidad que con tanta generosidad nos regalaron.
¡Enhorabuena a los maestros y maestras que entregaron su vida a la tarea educativa en los tiempos del ayer!
¡Animo a los maestros de hoy que siguen abriendo surcos en la vida de los niños y de las niñas, que son las semillas que darán frutos abundantes de un futuro mejor!