martes, 12 de abril de 2022

La caseta del feriante


Esta fotografía se remonta a agosto de 2011, en la fiesta de verano. En el cruce entre la Rambla y la calle Nueva se instaló la caseta de un feriante, una señal de que la fiesta iba cogiendo cierta entidad, porque lo que para los demás es divertimento para los barraqueros es un medio de vida y es raro que se muevan sin expectativa de negocio. 

La barraca haría las delicias del nacionalista español más arrebatado, con una acumulación de banderas y siluetas de toro casi imposible de superar. Pero lo más impactante de la fotografía es la oscuridad que rodea la escena y le da un cierto toque fantasmal, algo así como el vislumbre de un sueño. 

Esta barraca se fundaba en el juego de los muñecos. Consiste en sacar del estante tres pesadas figuras a bolazo limpio, mecanismo idóneo para que jóvenes carneros (entre los que yo me contaba) con ganas de demostrar su fuerza bruta, más que su puntería, la puedan acreditar. Lo más sorprendente de todo es que, por lo general, el premio que se otorga a la fuerza y la pericia del postulante vale mucho menos que el coste del derecho al lanzamiento. Por ejemplo, quien abate los tres muñecos tras pagar tres euros es premiado con una botella de cerveza que vale ochenta céntimos. 

Y, sin embargo, siempre hay quien prueba el tiro. Porque así de misteriosa es la condición humana.