Decreto de Fernando VI que impulsa el Catastro |
[Información extraída de las respuestas al Catastro del Marqués de la Ensenada en Pedrosa del Príncipe, Burgos]
En la época del Catastro del Marqués de la Ensenada (1752), existían en Pedrosa del Príncipe nada menos que cuatro cofradías, siendo la más importante la de nuestra señora de la Concepción. Esta cofradía disponía de varias viñas entre sus bienes, así como de dos casas en el pueblo, una de ellas en la calle Arroyuelo, que además servía de sala de juntas o “casa del concejo”, que no tenía una casa propia en el pueblo (lo que hoy llamaríamos ayuntamiento), debiendo reunirse en la casa de esta cofradía. También disponía la cofradía de la concepción de una casa en la calle Real (hoy carretera de Castrojeriz a Astudillo), que lindaba por una de sus partes con el río Odra, y que era utilizada como Hospital para recoger a pobres, enfermos y transeúntes. Dotado de solamente tres camas, hay que imaginar que no eran muchos los pobres o transeúntes que se perdieran por Pedrosa. Su hospitalero era Juan de Losa, que además era zapatero, y que tenía dos hijos y una hija.
Por otra parte, se encontraba la cofradía del Santísimo Sacramento y Benditas Ánimas, con menos bienes y ninguna posesión inmobiliaria; la cofradía de la Vera Cruz, que aún hoy existe (la única de todas ellas), teniendo su fiesta mayor el día tres de mayo; y, finalmente, la cofradía de <nuestra Señora de la Olma, establecida en la ermita del mismo nombre, y que, entre otras actividades, regulaba el gasto realizado con los hermanos el día de Nuestra Señora de septiembre (día 8), siendo el mismo de 15 reales al año. Las cofradías eran asociaciones voluntarias de individuos, unidos por el vínculo de la caridad o la hermandad, con una finalidad religiosa y benéfica. Las sucesivas desamortizaciones eclesiásticas del silgo XIX propiciaron la venta de sus bienes raíces y su posterior desaparición.
Primera de las páginas dedicadas a Pedrosa del Príncipe en el registro del Catastro. |
Zenón de Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada |
Dentro de este mismo Catastro, un caso llamativo es el del organista, Martín Diego Ordóñez, también de 23 años (como el herrero), con una hermana y un hermano a su cargo (hay que pensar, pues, que todos eran huérfanos) y que también desempeñaba los cargos de sacristán y maestro. La curiosidad radica en que en Pedrosa hoy no existen indicios de ese órgano monumental, tan característico de otros pueblos de la zona, y del que fue maestro Antonio de Cabezón, oriundo de cercano lugar de Castrillo Matajudíos. Según la tradición oral, dicho órgano pudo desaparecer en torno a los años 40 ó 50, época en que se remozó la parte del coro de la iglesia parroquial que hoy presenta un aspecto absolutamente anárquico. El último organista de Pedrosa, que al mismo tiempo era campanero y veedor, fue el señor Teófilo, de la familia Toledano.
Relación de preguntas del "interrogatorio" |
El Catastro coloca las lindes de Pedrosa según los vientos dominantes: al cierzo (levante) con Castrojeriz e Hinestrosa, al regañón (noroeste) con Melgar de Yuso e Itero, al abrigo o abrigaño (oeste) con Astudillo y Villodre, y al solano (sureste) con Castrojeriz. En Pedrosa había 94 casas, 81 con “vividores”, 9 sin ellos y 4 arruinadas; casi cien años después (1845) en el Diccionario de Madoz se recogen 98 casas, un número lógicamente muy similar. Por otra parte, resulta curioso el reparto de las colmenas del pueblo, un total de 209, produciendo una renta de 5 reales cada una al año; de ellas 64 (la tercera parte) son propiedad de Don Andrés Escribano, uno de los cuatro clérigos del pueblo; 43 están en manos de la viuda Francisca Pascual, y 35 pertenecen a Don Francisco Guadilla, hijo de Pedrosa pero no vecino de ella, pues ejerce como capellán en la Capilla del Condestable de la Catedral de Burgos, repartiéndose el resto entre Joaquín Escribano (18), Juan Escribano (13), Josefa Toledano (7) y otros pequeños propietarios entre los que se encuentran Diego Lanchares, de Hinestrosa (3), Baltasar de Villazán, de Astudillo (4), o Fernando Aguado, de Zamora (2), en cuya casa vive el único noble del pueblo, Don Manuel Aguado, “sin oficio ni familia”, pariente suyo y el más longevo de los vecinos de Pedrosa en aquel tiempo, con nada menos que 80 años, edad casi impensable para la época.
En cuanto al ganado, se contabilizaban un total de 2.386 cabezas de “obejuno”, a repartir entre los 10 pastores de ganado lanar existentes, 10 yeguas, 16 vacas, 9 novillos, 7 novillas y 3 muletas cerriles (no domadas). El resto de la población de la villa lo componían el cirujano o médico (Narciso Gómez, 57 años, casado y con 4 hijos), el guarda del ganado mayor (Santiago de Roa, 58 años, casado y con 3 hijos), el guarda del campo (Lorenzo Grijalbo, 32 años, casado y con 3 hijos), además de 23 labradores de profesión, 19 jornaleros y 8 pobres de solemnidad que subsistían “ostiatim” (pidiendo limosna de puerta en puerta). Existía un mesón para transeúntes en una casa particular, la de Juan Pysán, y, como hoy, sólo existía una taberna pública, regentada por Joseph Ruiz, aunque ambos tenían poca gente y “no lo consideran que tenga utilidad”. Hay que suponer que (como hoy) las cuadrillas subirían a almorzar y beber vino a las bodegas, conocidas como la “cotorra de Santillana”, y que casi todas ellas contaban con lagar para la elaboración de vino para autoconsumo familiar; la producción vinícola, escasa pero impensable hoy en día, hace pensar que no quedarían excedentes de un año para otro.
Para los curiosos, el nombre de pila más común entre los vecinos de Pedrosa era Manuel (repetido 13 veces), José (10), Juan y Antonio (7). De los nombres femeninos es más difícil extraer conclusiones ya que sólo eran mencionados los cabezas de familia, y para que fuera mencionada una mujer, ésta debía ser o viuda (se cuentan 17) o moza soltera (3).