publicado en el número 44 de Regañón, agosto de 2002
Con el verano las bodegas de nuestros pueblos recuperan la alegría escondida durante los meses del frío invierno.
Imaginar un pueblo sin bodegas es tan difícil como imaginar a una novia sin traje de bodas... aunque, quizá hoy, ya no sea tan difícil, pues observo que, salvo excepciones, las bodegas de ahora las están vistiendo con trajes muy extraños, y es que, fácilmente, como ya sucedió con otras construcciones, se puede caer en el error de creer que lo más novedoso y reluciente sea la mejor señal del anhelado progreso.
Un mal entendido concepto de progreso, que arrasa con todo lo antiguo ha llegado también a estos rincones de las bodegas de nuestros pueblos, que durante tantos siglos han guardado su mejor estampa para el disfrute de la posteridad.
Todo está quedando más bonito que antes -dicen algunos- y con muchas comodidades, -dicen otros-. ¿Hay algo de malo en todo esto?
Aquí no se trata de definir lo malo y lo bueno, ni de meterse contra nadie. Aquí se trata de reflexionar sobre lo que está pasando en nuestros pueblos: con las bodegas como conjunto paisajístico y con otras construcciones como fachadas, ventanales, portones, chimeneas, chozas, palomares, aleros calles... pues son los tesoros que embellecen a nuestros pueblos configurando el entorno paisajístico y cultural insustituible.
¿Habrá intereses ocultos, por los que se nos permite que desaparezcan las construcciones peculiares de nuestra comarca, mientras que en otras zonas, mejor consideradas, se recibe dinero para incluirlas como ofertas turísticas?
¿Estamos condenados a ser cementerios de residuos nucleares y, por eso, no se defienden ni se promueven nuestras riquezas paisajísticas originales?
Esto no significa que no tengamos derecho a mejorar nuestras construcciones antiguas, pero en todo ello debe existir un criterio y un sentido de la estética para armonizar las necesidades nuevas sin perder la originalidad de lo antiguo, pues, de otra forma, perderemos las señas de identidad de nuestros pueblos y se quedarán tristes sin gentes que vengan a vernos.
A mi mente acuden recuerdos entrañables de una época pasada, donde he vivido mi infancia asociada a las bodegas porque allí se festejaban los grandes acontecimientos familiares: cumpleaños, meriendas de homenaje a los tíos que venían de la capital, a los hermanos que se iban, fiestas religiosas, descansos del verano... Son señales de humanidad que aún hoy continúan entre los que allí se acercan.
En las bodegas de Pedrosa del Príncipe es muy frecuente escuchar una de las frases que mejor expresan la hospitalidad de este pueblo: ¡Eh, toma un trago!
Desde las líneas de este artículo yo también te invito a un trago literario, con la mejor intención de que te caiga bien y disfrutes un rato.
Primer trago: DE CÓMO QUITARSE LAS PENAS
Las bodegas de Pedrosa del Príncipe están situadas en un alto o "cotorro" que lo llaman "quitapenas". Dicen algunos que cuando se sube al "Cotorro Quitapenas" todo se transforma. Se entra en otra realidad.
Cuando se está en buena compañía se quitan todas las penas, aunque sólo sea un instante y la procesión siga por dentro.
Segundo trago: DE CÓMO MANTENERSE EN LAS SANAS TRADICIONES
La tradición de subir a las bodegas es tan antigua como el mismo pueblo. En otros tiempos era la única manera para contarse los secretos de las pandillas, y ponerse al día en el noticiario local.
No podía haber fiesta que se preciara sin tener una merienda en las bodegas. Fiestas locales, encuentros de familiares lejanos que regresaban al hogar en vacaciones. Cumpleaños, aniversarios, terminación de las faenas del campo... todo tenía que tener una celebración gastronómica y festiva en las bodegas del pueblo.
No podían faltar los caracoles, cangrejos, el pollo de corral, la tortilla de patatas, latillas en conserva, aceitunas, el conejo y las chuletas al ajillo... Todo es válido para hacer una fiesta de familia, comiendo las tajadas con las manos y chupándose los dedos de regusto.
Tercer trago: DE CÓMO LOS CAMBIOS NOS CAMBIAN
Durante muchos siglos las bodegas se han mantenido intactas, tal como las excavaron a mano nuestros antepasados. La luz de las velas o el candil era la única compañera al caer la tarde. En ese ambiente de penumbra, surgía espontaneo el chiste, la canción y hasta la confidencia más íntima.
Pero el tiempo no pasa en balde y también las bodegas se tienen que actualizar y mejorar por dentro y por fuera. Y así se ha hecho.
¡Es el progreso, dicen algunos. Es el dinero dicen otros. !Total, ¿a ti que te importa? Yo hago lo quiero con mis cosas y nadie tiene por qué meterse en mi vida.
¡Cada cuál con lo suyo hace lo que quiere!
Es lógico y es ley de vida ir al compás de los tiempos, pero teniendo en cuenta en las varias reformas no sólo los detalles de dentro, sino también los del entorno común.
¿Cómo compaginar lo antiguo y lo nuevo?
¿Cómo armonizar la comodidad sin romper la magia de sus rincones, puertas, chimeneas, piedras, cerraduras, lagares, candados, fachadas, arboledas... que son la esencia de los parajes más originales del pueblo?
Los ayuntamientos tienen que promover iniciativas culturales, deportivas, intercambios lúdicos, parques preparados para acampar, ríos sanos con pesca, paseos con arboledas, la gastronomía casera, la buena acogida, limpieza, vigilancia, productos artesanales, casas rurales... son detalles que atraerán al visitante a nuestros pueblos dándoles vida, color, interés, turismo, puestos de trabajo, dinero, futuro...
Nos toca a todos arrimar el hombro, tomar conciencia de lo que tenemos, valorándolo y cuidándolo para provecho y beneficio común, pues, de otra manera, nosotros mismos estamos sentenciando a nuestros pueblos a desaparecer ante nuestras narices y sin hacer nada, o no lo suficiente, para remediarlo, antes de que sea demasiado tarde.
Cuarto trago: DE CÓMO SE PIERDE Y SE ENCUENTRA LA LUCIDEZ
La gente ha hecho de buena fe lo que parece de beneficio para su propia bodega, pero como no hay ningún proyecto de conservación, quizá ocurre que la lucidez no sea la suficiente, y por eso, nos ocurre que no se valora lo que tenemos en casa, hasta que se pierde.
Pero, de nuevo, se puede encontrar la lucidez cuando los vecinos y las autoridades defienden el patrimonio común, aplicando las normativas correspondientes, impulsando iniciativas, ofreciendo ayudas... para así evitar el deterioro ambiental en el conjunto paisajístico de ese lugar tan emblemático.
Quinto trago: DE CÓMO "IN VINO VERITAS" Y LA VERDAD OS HARÁ LIBRES
Hay que destacar también, con toda verdad, que algunos han hecho reformas con muy buen criterio y belleza en detalles. Animamos a seguir esos ejemplos.
Propongo que se haga un proyecto general de embellecimiento de las bodegas y pedir un dinero a la Junta de Castilla y León para que al mismo tiempo que se hacen merenderos confortables, se mantengan también los pocos rincones que todavía están intactos y que son los que embellecen el paraje y donde se puede leer nuestra historia, pero... ¿Quién le pone el cascabel al gato?
Sexto y último trago: DE CÓMO TE PUEDES "PONER MORAO" SIN ESTAR "MORAO"
Con esa misma dosis de sensibilidad que se pusiera, con ese mismo amor que se tiene a la propia bodega, y ese trato de mimo para hablar del vino, todos saldríamos ganando y, hasta los de fuera nos admirarían por haber respetado y al mismo tiempo modernizado y embellecido nuestro "Cotorro Quitapenas".
Si entre todos: vecinos, propietarios, asociaciones culturales, autoridades... no hacemos algo organizado para salvar el paraje de las bodegas... estaremos acelerando su desaparición lentamente y, una vez perdido, ya no tendrán ningún remedio.