viernes, 24 de diciembre de 2021

El discurso del Rey

Me gustaría tener una fotografía del Teleclub en alguna Nochebuena de hace ya unos años, a eso de las nueve y media de la noche. El poder evocador de las imágenes es tan intenso que a veces es capaz de transportarnos en el tiempo, aunque solo sea por un instante. 

Cuando me dirigí a vosotros el pasado año por estas mismas fechas...

En su ausencia, tenemos el pobre sucedáneo de las palabras. El Teleclub está abarrotado de gente. Todos hemos vuelto a casa de donde estuviéramos y, después de un rato por las bodegas (o de alguna excursión entre artística y etílica por los alrededores), cumplíamos con la sagrada tradición de acudir al bar del Teleclub, a desearnos Feliz Navidad. Al fondo, como un elemento decorativo más del atrezzo navideño y entre la colosal indiferencia colectiva, se veía hablar en la televisión, con monótono ademán, al entonces rey Juan Carlos I. 

El ambiente era de euforia, nos esperaba una cena opípara y el calor de la familia, aunque en el punto álgido de nuestra juventud había quien cuestionaba la ley no escrita de que aquella era una noche exclusivamente familiar y había que pasarla en casa (con la única exención posible de la Misa del Gallo, pero nada de salir de fiesta). Así que estirábamos todo lo posible la sesión del Teleclub, hasta que se impacientaban sus regentes, que reclamaban también su derecho al disfrute de la intimidad doméstica.

Esa hora u hora y pico que se repetía año tras año, nuestra charla animada, los saludos afectuosos y las dedicatorias efusivas de Feliz Navidad, nuestra alegría, los cristales empañados, el destello de las lucecitas del adorno navideño, el discurso del rey al fondo, marcando el tiempo hasta volver a casa… todo parecía que fuese a durar para siempre.

Gerardo Manrique