sábado, 9 de octubre de 2021

Personajes de Pedrosa del Príncipe. Pedro Frías, el herrero.

 
Por Florentino Escribano Ruiz
(publicado en Regañón, número 43, abril de 2002)

Es muy común en los pueblos de nuestra comarca encontrarnos con grandes artistas anónimos que nos han dejado sus obras de arte repartidas por alguno de los rincones de nuestros queridos pueblos.

Son personas que aprendieron de sus antecesores las artes y oficios con los que se ganaban la vida trabajando como albañiles, carpinteros, carreteros, canteros, herreros. Su presencia, a pesar del tiempo transcurrido en tantos años, ha quedado permanentemente plasmada en los objetos de la vida cotidiana que están a la vista de todos.

Hoy quiero resaltar a uno de estos personajes de Pedrosa del Príncipe, muerto hace ya unos cuantos años, pero vivo en la memoria de todos. Su nombre es Pedro Frías Alonso, pero es conocido por todos como PEDRO, EL HERRERO.

¿Quién fue este buen señor que además de su profesión se entretenía en decorar balcones, puertas, verjas dándole un carácter artístico que expresaba una sensibilidad y un espíritu encomiable?

Lo recuerdo desde mi infancia, siempre en la fragua, al lado de donde aparcaba el coche de línea, con un gran martillo en la mano derecha y en la otra una gran tenaza que movía con una pericia sin igual. Mientras daba golpes y más golpes sobre el yunque a una variedad de objetos que tomaban forma en sus manos, aguantaba impertérrito los compases de una música rítmica que surgía de los sonidos del hierro.

En las frías tardes de invierno, muchos niños nos cobijábamos allí, en la fragua, al calor de los carbones encendidos, mientras esperábamos el gran acontecimiento de la llegada de los viajeros que venían de Burgos en aquel coche de línea casi destartalado.


Cada tarde era como una fiesta porque el coche llegada sin ningún percance, tras el largo recorrido por aquellas viejas carreteras blancas y polvorientas, recorridas un día tras otro por ese autobús blanco donde los viajeros llevaban de todo: viejas maletas de cartón atadas con cinchos y cuerdas, conejos, cajas con gallinas, ristras de ajos... y personas de humilde clase social que encontraban en él la forma de contarse sus penas y de convivir con los vecinos de los pueblos de al lado.

Allí, al lado de la cochera, estaba un día tras otro, nuestro personaje de este escrito: Pedro, el Herrero, metido en el mundo misterioso de la fragua iluminada por las chispas del fogón y amenizada por el inconfundible chirrido de los metales cuando los introducía al rojo vivo en las aguas frías de, quién sabe cuántos días estancada.

El arte de Pedro el Herrero, ha quedado plasmado en la forja del hierro de tantas puertas, balcones y rejas que todavía hoy adornan algunas de las casas del pueblo. Es un arte hecho a golpe de martillo, imaginativo en sus formas, austero en sus líneas, preciso, equilibrado en su estilo.

Rosario Frías, una de sus hijas, que vive muy cerca de mi casa me contó  de esta manera algunos detalles de la vida de este hombre, que es su querido padre.


¿Rosario, qué recuerdos tienes de tu padre?

Mi padre nació el 15 de Abril del año 1903 y murió a los 67 años un 5 de Septiembre del año 1970. 

Su padre se llamaba Ángel Frías y provenía de Guardo (Palencia). Su madre se llamaba María y era natural de Valbuena del Pisuerga, también de la provincia de Palencia. 

Por lo que le oí hablar a mi padre, se vinieron a vivir aquí, a Pedrosa del Príncipe, porque había posibilidad de vivir de su trabajo. 

Pusieron aquí su hogar, en una casa a la entrada del pueblo, y allí mismo, en esa casa, tenían el taller de fragua con el fuelle, el yunque y allí ejerció su profesión de herrero trabajando la forja del hierro.

¿Y dónde aprendió Pedro el oficio de herrero?

Pues allí mismo, en la misma casa de mis abuelos. Desde bien pequeño observaba a su padre en la fragua y muy pronto aprendió el oficio de herrero teniendo como maestro a su mismo padre, que era mi abuelo, claro.

¿Cuándo empezó Pedro a trabajar en su propia fragua?

En aquellos tiempos cuando uno se casaba empezaba a hacer su vida independientemente de los padres. Fue así como mi padre, puso un taller de fragua en esa calleja de la que hablabas antes, al lado de donde se aparcaba el famoso coche de línea blanco al que todos los niños iban a esperar y que después de su llegada había que recogerse en casa.

¿Qué tipos de trabajo realizaba como herrero?

Allí hacía de todo. Piezas que ya no se encontraban en el mercado, él era tan habilidoso que era capaz de reproducir la misma pieza igual que las originales.

Arreglaba los arados, hacía tenazas, parrillas, trébedes. Hacía también aros de hierro para los carros de labranza, cerraduras, calentaderos, chapas para chimeneas, verjas, balcones, puertas de hierro. Se inventaba piezas, componía modelos y dibujos nuevos para adornos de las verjas. Arreglaba las máquinas de segar y también las de beldar, sobre todo la Jolpa y la Ajuria. 

Sabía desarmar todas las piezas de las máquinas y era capaz de ponerlas de nuevo una a una sin planos ni nada... y eso que le faltaba un dedo, pues se lo cortó en un accidente cuando trabajaba con su padre. Tenía una paciencia increíble. 

A mi me gustaba ayudarle en lo que podía. Yo soy la hija mayor y me sentía muy querida, como todo padre quiere a sus hijos, claro, pero no sé, yo lo notaba como algo especial y todavía se me llena el alma de emoción cada vez que lo recuerdo.

¿Era muy trabajador? 

Bueno, era un hombre que no paraba de trabajar. Todo le parecía poco, pero era para ayudar a los demás, pues en aquellos tiempos las labores eran muy lentas y no tener la herramienta arreglada era perder muchas posibilidades para preparar la cosecha. 

Mi padre se levantaba a las seis de la mañana, igual que el señor Moisés, el padre de Evilasio y Doña Bea, que madrugaba para dar agua al ganado que tenían en los corrales antes de que los obreros se fueran al trabajo.

Mientras tanto cantaba la canción de "Antón, Antón no pierdas el son porque en la alameda, dicen que hay un hombrón, con un camisón que a las niñas lleva".

Cuando esta música se oía en el corral de al lado, Pedro, el Herrero, ya estaba en la fragua, al otro lado de la calleja haciendo cantar al martillo en la fragua con los golpes certeros sobre el yunque.

¿Trabajaba sólo en Pedrosa del Príncipe?

Pues como era un herrero tan reconocido, por lo bien que trabajaba y lo bien que trataba a la gente, se recorría todos los pueblos. 

Le llamaban para arreglar todo tipo de maquinaria. Iba a Valbonilla, a  Vallejera... Un día a la semana  iba a un pueblo diferente. Se iba en bicicleta, también a Castrojeriz, Hinestrosa, Villaveta, Sasamón... tenía una manos callosas pero divinas, le querían mucho en todas partes donde iba. Lo arreglaba todo.

¿Qué carácter tenía?

Pues muy bueno, trataba a todos con mucho respeto y tenía buenas maneras. 

Además él era un hombre muy religioso y muy caritativo. A todos los pobres les socorría y siempre había un trozo de pan para el más necesitado. Yo tenía admiración por  él. Cuando murió lo sentí en el alma.


CONCLUSIÓN:

Pues, gracias, Rosario, por la información que me has dado...

Seguro que quedan muchas cosas guardadas en lo más profundo de tu corazón, pero esas son solo para cada uno.

Son suficientes estos detalles, y valga este pequeño escrito, para homenajear a  Pedro, el Herrero, y todos los hombres y mujeres que han contribuido a embellecer nuestros pueblos.

Primero, porque nos han dejado el ejemplo de una vida dedicada a su trabajo bien hecho, y segundo, porque, además de su gran profesionalidad, nos han dejado la sensibilidad artística a través de su artesanía popular, donde sólo los grandes corazones son capaces de transmitir, en los objetos más sencillos, la belleza que llevan dentro de su alma y de su espíritu.

¿Qué artesanía dejarán a los pueblos las generaciones del futuro?