jueves, 28 de octubre de 2021

La hoja caduca

Por Guadalupe Mínguez
(publicado en Regañón, número 50, enero de 2004)


El verano va acabando,
corre el viento en la alameda,
y en suelo revolando                  
hojas secas en su celda.


Son las hojas que en otoño
solas caen al pavimento;
pisadas son, como antaño,
y, también, las barre el viento.


Son las hojas que en verano
nos dieron sombra y frescura,
color al ramaje tierno
y al paisaje su hermosura.

En el suelo dibujaban,
muy finos, unos reflejos.
Encajes de sol lucían
con verdes dorados viejos.

Pero llegando el otoño,
y con los fríos primeros
las hojas, año tras año,
repiten el mismo sueño.


El árbol queda desnudo,
sus ramas mirando al cielo
como pidiendo un vestido
para abrigarse en invierno.


Al llegar la primavera
la hojas nuevas veremos,
pues tras la paciente espera
la recompensa hallaremos.  


Nuestra vida es como la hoja
de sentimientos cargada,
mas, cuando llega la hora,
en el suelo es enterrada.


Atrás quedan los trabajos
cual recuerdos olvidados,
sacrificios y desvelos,
de pocos hoy recordados.


Sólo quedan las arrugas,
que son las huellas del tiempo,
pues en ellas fueron marcadas
la soledad y el silencio.


¡Oh, naturaleza sabia
que todo vas renovando!,
lléname de fortaleza,
que el tiempo se va acercando.


Por eso, algún día habrá
en que las hojas no caigan,
pues el buen Dios las cuidará
para que no se distraigan.