Por Guadalupe Mínguez (publicado en el número 45 de Regañón, octubre de 2000)
DON QUIJOTE: Oye, Sancho,¿dónde estamos, que no conozco estos camposy que diviso a lo lejos tantos guerreros armados?
SANCHO PANZA:
Don Quijote, ¿ya empezamos?
¡Usted, siempre delirando creyendo ver a gigantes
cuando no son más que cien molinos girando!
DON QUIJOTE:
¿Me está llamando alocado?
Yo sólo quiero saber
de quién son estas tierras que pisamos.
SANCHO PANZA:
La tierra que está avistando
no es la Mancha de sus sueños
sino la Castilla de ayer,
en la provincia de Burgos,
donde en las tierras del Cid,
de molinos van sembrando.
Y lo que mi amo divisa,
no son gigantes armados,
pues son molinos de viento,
de los nuevos inventados
que generan energía,
de esa que no contamina,
para no seguir matando;
y así, la gente que viene,
pueda seguir cabalgando.
Y, en este pueblo donde estamos,
al que Pedrosa del Príncipe llaman,
en su páramo han clavado
esas lanzas que destellan
hasta cuando el sol se apaga.
DON QUIJOTE:
Apellido ilustre tienen,
por el rey, Felipe, dado
que antes de llegar a reinar,
fue príncipe de este pago,
concediéndole el honor
de no ser un pueblo esclavo.
Y, así lo firmó para siempre
con el Rollo de Justicia,
que por su majestad fue otorgado.
Pero... ¿Qué es eso de la energía?
Respondedme, mi buen Sancho.
SANCHO PANZA:
La energía es una fuerza
que hasta a los muertos anima, mi amo.
DON QUIJOTE:
Entonces,
¿estarán contentos los habitantes hallados?
SANCHO:
Como en todo, mi señor,
Aquí, también, hay dos bandos:
unos están satisfechos
y otros no lo estarán tanto,
pues dicen que estos molinos
traerán una batalla
donde el cemento es la mecha
que dispara la granada
que esparce por todos lados
la muerte con la metralla,
y, donde ésta se posa,
ya no nacerá nada.
Atraerán las tormentas
que arrasarán lo sembrado,
se escaparán las aves
y los conejos de campo,
el cazador no verá,
siquiera, volar un pájaro
y con el impacto visual se asustarán
hasta los turistas de antaño.
DON QUIJOTE:
Y si eso está por llegar
¿por qué se los han plantado?
SANCHO PANZA:
Dicen que así lo mandó el gobierno,
pues de esa manera ha hablado.
Tras darles buenos dineros,
la voz del pueblo han callado.
DON QUIJOTE:
Pues, ¡vamos a derribarlos!
SANCHO PANZA:
No, no, mi señor, no, no, mi amo.
¿Por qué buscar la aventura
si siempre sale apaleado.
Son guerreros muy furiosos
y por medida tan altos,
que ni con ejércitos fieros
podríamos derribarlos.
DON QUIJOTE:
Si observas un poco, Sancho,
no tienen más que tres brazos;
en la batalla de ayer
a todos les corté cuatro.
¡Contigo, mi lanza y yo,
seguro que los ganamos!
SANCHO:
De los brazos no se fíe, mi buen amo.
Cervantes nos dio la vida,
y eso que era manco,
pues un brazo lo perdió
en la batalla de Lepanto,
y nadie pudo con él,
aunque le atacaran tanto.
DON QUIJOTE:
¡Cuánto sabe mi escudero!
¡Cuánto sabes, mi buen Sancho!
Mas, ¡vámonos ya de aquí!
Prepárame a Rocinante,
que hoy no quiero pelear.
¡Vámonos para otra parte!
¿Aquellos serán molinos,
o quizá sean gigantes?
De todo tienen un poco,
mas yo soy caballero andante.