sábado, 24 de julio de 2021

El hombre que mató a Liverty Valance

El malvado Lee Marvin cae abatido, aparentemente,
 por el disparo de James Stewart
En el descansillo de mi bodega, creo recordar, allá por los últimos ochenta. Noche tibia de verano, las estrellas centellean vivas en el cielo, olor a mies recién segada y juventud fluyendo a raudales. La velada de una merienda, es de presumir, de aquellas que se alargaban sin límite empujadas por el alcohol. Para dar contenido a tantas horas, tocaba el viejo certamen, aunque siempre socorrido, de adivinar títulos de películas a partir de la mímica. Supongo que ya habrían sido descubiertas sin mucha dificultad y con cierto estruendo Superman, Lo que el viento se llevó o Dos hombres y un destino

No sé muy bien si le tocaban los gestos a Chisum o a Loren (me inclinaría por el primero, siempre tan actoral), aunque sí tengo la seguridad de que fue el otro quien acertó. Todavía hoy me pregunto cómo se pudo escenificar la mímica que hizo posible deducir que el título de la película era El hombre que mató a Liverty Valance. Me parece ver un amasijo confuso de gesticulaciones y muchos intentos previos de solución, a cual más ansioso y disparatado, para una película cuyo título consideraba yo inasequible a recreación gestual alguna. Así que, cuando se oyó la respuesta y su asentimiento, en la bodega estalló una enorme aclamación de júbilo, entre sorprendida e incrédula.

Porque aún no descarto que la conexión entre representación y enigma se improvisara sobre la marcha, simplemente para hacernos sentir el poder mágico del azar y el placer del entusiasmo ante los sucesos extraordinarios. No hay que olvidar, además, que uno de los pistoleros estudiaba por aquellos años la carrera de Filosofía y el otro debía estar terminando la de Derecho, y que el asesinato de Lee Marvin sigue planteando un fascinante debate ético y legal. 

Gerardo Manrique