lunes, 19 de julio de 2021

El camino de las estrellas y de las maravillas (PDP - Frómista)

Origen

Destino

Distancia en Kms.

Acumulado

PDP

Boadilla del Camino

15

15

Boadilla del Camino

Frómista

5,9

20,9

Frómista

Támara de Campos

8

28,9

Támara de Campos

Santoyo

4,8

33,7

Santoyo

Astudillo

5,3

39

Astudillo

San Cebrián de BM

7,5

46,5

San Cebrián de BM

Valbonilla

3,7

50,2

Valbonilla

La Pedraja

5,3

53,5

La Pedraja

PDP

6,1

59,6

Esta mañana he salido por la carretera de Itero. Una pequeña parada técnica para aprovisionarme de agua en la Fuente del Piojo, a cuyo amparo descansaban del tobogán de Mostelares tres simpáticas peregrinas extranjeras, y he seguido la ruta jacobea hasta Boadilla del Camino, donde no se puede dejar de admirar su famoso rollo gótico de justicia. Atrás quedan el misterioso albergue italiano de San Nicolás y la esbelta silueta de la Puente de Itero que salva el río Pisuerga y divide las provincias de Burgos y Palencia (y los antiguos reinos de Castilla y de León). 

El rollo de justicia de Boadilla proyecta
su sombra sobre el ábside de la iglesia.
Poco después aparecemos en Frómista, dejando a la derecha las esclusas del Canal de Castilla, poco antes de rendir tributo al icono románico de San Martín. Nada más salir del pueblo, ya de vuelta en dirección Astudillo, aparece una carretera a mano derecha donde está bien indicado su destino a Támara. Hay que contar con que, desde Frómista, nos pueda soplar, como hoy, el cierzo de cara, con lo que habrá que poner todos los dispositivos técnicos y humanos en modo “paciencia”.

Cruzamos en Támara la puerta de la antigua muralla para subir hasta los pies de la robusta torre de San Hipólito, esa incomprensible catedral que campea sin rival en las llanuras de Campos. 

Y no menos admirable es la iglesia de San Juan Bautista de Santoyo, sólo a escasos cinco quilómetros de Támara, todo un un libro de arte, que comienza con su sólida torre románica y avanza hasta su airoso ábside gótico, y entre ambos la puerta plateresca que da acceso al templo. 

Los recios volúmenes de la iglesia de San Juan Bautista de Santoyo
Sin tiempo para disfrutar de las maravillas de su interior, tomamos rumbo a Astudillo, que circunvalamos en dirección a Castrojeriz. Pero abandonamos esa dirección al pasar por el puente viejo sobre el Pisuerga en el que todavía se conserva la lápida conmemorativa de su arreglo en tiempos de Carlos III. 

A la salida del puente, no giramos hacia PDP, sino que seguimos recto, con rumbo a San Cebrián de Buenamadre. Parece que ya no campa por sus respetos la jauría de la Espejela, con lo que, abandonado este sorprendente y un tanto infatuado enclave, atravesamos el límite provincial de Palencia con dirección a Valbonilla, justo a la altura de los restos pétreos de un antiguo palomar circular. 

Cruzamos Valbonilla y, un poco después de salir del caserío, en dirección a PDP, tomamos un camino que nos llevará a la fuente de La Pedraja, que parece tener como un imán que nos atrae a ella, salgamos por donde salgamos. A la bici le cansa tanto asfalto y brinca alegre por los caminos del páramo. Aceptamos el regalo del abundante agua de la fuente (la más generosa y fresca que se puede encontrar) y las facilidades que nos da la mesa y los bancos de piedra que allí se han instalado y, después de regar ritualmente a uno de los árboles que en su día sombrearán el lugar, tomamos en sentido retorno la senda señalizada desde PDP hasta la fuente. 

A la altura de El Pinacho se nos abren a la vista el ordenado caserío de Pedrosa, las manchas forestales que dibujan el curso del Odra y el Pisuerga, el Aro y sus oteros hermanos, un tanto disminuidos desde esa altura y, más allá, la infinita tierra de Campos, a un lado, y las siluetas remotas de la montaña palentina, con los centinelas de El Espigüete y Curavacas, virando un poco al norte, al otro. Una imagen cuyo impacto y belleza es difícil describir.

Descender el Carril por el camino del Pinacho, y reposar unos instantes en las piedras de la ermita de la Virgen de la Olma, son el corolario espiritual a una ruta que ha sumado tantas maravillas. 

Gerardo Manrique