Después de treinta y tres ediciones ininterrumpidas de la fiesta de verano, la funesta peste del Coronavirus hizo que en el año 2020 se interrumpiera la tradición por primera vez. El impacto de la pandemia ha sido tan brutal en nuestras vidas que parece hasta frívolo lamentar la suspensión de una fiesta. Pero, si uno se detiene a pensarlo, no lo es tanto. La fiesta es una de las manifestaciones del ocio, de la socialización, un indicador de vida y entusiasmo, un peldaño importante en la pirámide de Maslow. Esperemos que en el futuro se pueda reconectar con la tradición y que vuelvan las camisetas y las carretillas a ocupar su lugar.
Gerardo Manrique