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Thompson y Bernstein conversarn bajo el retratro de Kane. |
Cuando el periodista pregunta al afable anciano sobre el posible sentido de la expresión, Bernstein deja caer, como una simple hipótesis, si se pudiera tratar del nombre de una mujer conocida en su juventud. Al periodista le parece improbable, con todas las mujeres que pasaron por la vida de Kane. Pero Bernstein cuenta, para apoyar su teoría, un pequeño sucedido personal.
Un día cualquiera, allá por el año 1896 (cuarenta y cinco años antes del momento en que dialogan), contempló a una mujer vestida de blanco que avanzaba, tras desembarcar del transbordador de Jersey, en dirección contraria a a los pasajeros que montaban, entre los que se encontraba él. Es casi seguro que la mujer ni reparara en su presencia (aquella visión duró un segundo), pero él no la dejó de recordar a lo largo de toda su vida:
"iba vestida de blanco, y llevaba una sombrilla blanca también".
El anciano presidente del consejo evoca esta escena en su desmesurado despacho, antes de animarse a contar al periodista la barroca historia de quien fuera su jefe y amigo, a quien sirvió con una entregada devoción.
Un acto de romanticismo descabellado, como dejado caer en un apartado recodo de esta oceánica película, por parte de un personaje siempre a la sombra del gran hombre, un personaje sin nombre ni camino propio, pero que supo cuidar de su pequeño y frágil tesoro.
Gerardo Manrique