jueves, 24 de enero de 2019

1989: Día del amor a la mujer

Foto de grupo al comienzo del recital: de izquierda a derecha, Lorenzo, Ernesto, Ángel, Nacho, Gerardo,
Ramón, Isidro, Gonzalo, Borja, Carlos y Jesús.

La manifestación por la libertad de Nelson Mandela, y todas las actividades adicionales que completaron el día de fiesta en el verano de 1988, nos ofrecieron un modelo de celebración que seguiríamos en ediciones posteriores. Había que llenar de contenido las veinticuatro horas del viernes alrededor de lo que nos dio por llamar "acto central", que era el eje sobre el que giraba todo lo demás, empezando por el título. 
Un momento del recital, en la plaza mayor. Captura del vídeo
 con Chisum de recitante entre una nutrida concurrencia.


Esa performance era la clave, pues los juegos de los niños, el frontenis, las carreras de bicis, la comida en el Pisuerga, la carrera de carretillas, la tecnoverbena, etc. salían adelante por sí solos, y no requerían una planificación extraordinaria.

La idea era, también, involucrar a la mayor cantidad de personas posible, ya fuera como actuantes ya como espectadores, y que, a poder ser, la puesta en escena fuera itinerante, dejándose ver por todo el pueblo. Otro requisito era combinar espectáculo y cultura, con un cierto refinamiento y originalidad; hacer algo distinto, inédito, como había sucedido con la manifestación. Con estas premisas y con alguna afición a la literatura, se nos ocurrió organizar un recital poético.


Otra captura de vídeo, con Lorenzo en acción.

La idea se ajustaba bien al objetivo: íbamos a implicar, de alguna manera, a todas las mujeres del pueblo, íbamos a recorrer todas las casas y, además, en una actividad sin riesgo de que nadie se ofendiese o la tomase a mal. El título, grandilocuente, como siempre, no podía expresarse de modo más general y totalizador: Día del amor a la mujer; así, sin matices. Estos títulos, dicho sea de paso, pintados, además, a mano y con vivos colores, llamaban mucho la atención de los clientes de los bares en que pegábamos los carteles, por los pueblos comarcanos. Más de cien carteles, todos ellos distintos, que podían incluir cualquier mensaje y de cualquier manera, siempre que se facilitara la información esencial del lugar, el día y la hora de la verbena. Hubo veces que la inspiración desatada de alguno de los propagandistas a punto estuvo de procurarnos algún disgusto. 

Isidro recita con pasión, con Ernesto y Chisum atendiendo
a su declamación con gesto grave.
Concebida la idea, había que concretar sus detalles. Lo primero, la selección de poesías. Debíamos ser fieles a nosotros mismos, no ceder a la tentación de lo fácil. Y así, aunque concediéramos su espacio a lo más trillado (las golondrinas de Bécquer, o uno de los veinte sonetos de Neruda), la selección fue exigente, con algunos poemas difíciles, abstrusos, cargados de mitología o de sintaxis compleja. Ese ligero toque surrealista (quien recita apenas entiende lo que está diciendo, cuánto menos quien lo escucha) era otra de las premisas irrenunciables de nuestro modelo de fiesta. 

Chuchi tras concluir el soneto de Neruda.
La mayor parte de los poemas pertenecían a la literatura española del Siglo de Oro, aunque los había también de distinta procedencia. Traducidos de otra lengua solo se nos coló uno de Baudelaire, casi por razones personales. Vinieron en nuestro auxilio, sobre todo, dos antologías: Poesía lírica del Siglo de Oro, de la editorial Cátedra (Letras Hispanas) y Las mil mejores poesías de la lengua castellana, de Juan Bergua. Una buena tarde nos la pasamos haciendo la selección, que, si alguien tiene curiosidad, aparece en el fondo de esta entrada. Y no es que tengamos una memoria prodigiosa, es que quedó una grabación en vídeo del recital que aún obra en nuestro poder. Impresionante documento que nos mete de lleno en la Pedrosa de finales de los ochenta (todo un viaje en la máquina del tiempo), pero que resulta triste, por ver a tanta gente que ya no está entre nosotros.


Neoptólemo dando cuenta de un bello poema de
Baltasar de Alcázar
La brigada poética se reclutó acudiendo al "núcleo duro" de la organización, con alguna incorporación que se sumó sobre la marcha. En la foto icónica que ha quedado como principal testimonio gráfico del evento, aparecen once recitantes. Naturalmente, y dada la intención de dedicar nuestro amor a la mujer, así, casi en abstracto, el batallón lo compusieron sólo hombres. 

Otra cuestión importante era la indumentaria, pues estábamos dentro de una representación, que es forzoso que se distinga en todo lo posible del día a día. Así que sacamos trajes y corbatas de vete a saber dónde y nos disfrazamos para la ocasión. 

Por último, recitar la poesía nos parecía poco. Así que nos fuimos a Burgos a comprar claveles, en una jornada inolvidable, primero en la floristería, donde no había caja suficientemente grande para el volumen de claveles requerido y, sobre todo, en el transporte de aquel enorme paquete en el coche de línea, que resultó especialmente aparatoso. Así que lo que entregamos fue un pack de poesía, clavel y beso. 

Gonzalo y su verso gongorino.
Y pasamos la mañana de aquel soleado día de agosto deteniéndonos en cada una de las casas, calles y plazas, recitando las poesías un poco al azar, y muy satisfechos con las emociones y la sorpresa que provocó nuestra representación. 

Lo peor de todo era lo alto que nos estábamos poniendo el listón...


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Relación de poemas recitados, ordenados cronológicamente en razón a la época de su autor:

Cuando me paro a contemplar mi estado (soneto I), de Garcilaso de la Vega.
Escrito está en mi alma vuestro gesto (soneto V), de Garcilaso de la Vega
Oh dulces prendas, por mi mal halladas (soneto X), de Garcilaso de la Vega
Oh más dura que el mármol a mis quejas (Égloga primera, V), de Garcilaso de la Vega
Con mi llorar las piedras enternecen (Égloga primera, XV), de Garcilaso de la Vega
Más ya que a socorrerme aquí no vienes (Égloga primera, XVI), de Garcilaso de la Vega
Ojos claros, serenos, de Gutierre de Cetina
Rasga la venda y mira lo que haces (Madrigal), de Baltasar de Alcázar
Bella es mi ninfa, si los lazos de oro al apacible viento desordena, de Francisco de la Torre
La dulce boca que a gustar convida (soneto), de Luis de Góngora
Descaminado, enfermo, peregrino (soneto), de Luis de Gongora
Mientras por competir con tu cabello (soneto), de Luis de Góngora
No fueron tus divinos ojos, de Lupercio Leonardo de Argensola
A la que es demasiado alegre, de Charles Baudelaire.
Cuando sobre el pecho inclinas (Rima XIX), de Gustavo Adolfo Bécquer
¿Qué es poesía? (Rima XXI), de Gustavo Adolfo Bécquer
Volverán las oscuras golondrinas (Rima LIII), de Gustavo Adolfo Bécquer
Ayer te besé en los labios, de Pedro Salinas 
Secuestro de la mujer de Antonio, de Nicolás Guillén
Ana María, de Nicolás Guillén
Me gusta cuando callas porque estás como ausente, de Pablo Neruda.

Gerardo Manrique