martes, 30 de agosto de 2022

Honrarás a tu padre, de Gay Talese

En el poema gastronómico más brillante y divertido de nuestra literatura, La cena jocosa, Baltasar de Alcázar, recibe así el primer trago de vino: 

Comience el vinillo nuevo
y échole la bendición;
yo tengo por devoción
de santiguar lo que bebo.

Cuando alguien me aconseja una lectura, y no digamos cuando me la facilita materialmente, yo también tengo por devoción "de santiguar lo que leo". 

Así que, a pesar de su volumen, un tanto disuasorio, me embarqué con decisión en la travesía de las más de seiscientas grandes páginas de "Honrarás a tu padre", del periodista neoyorquino Gay Talase, que Morillo gentilmente me había hecho llegar. 

De primeras, la obra, una suerte de documental novelado, tenía mucho a su favor: un tema siempre apasionante, la mafia norteamericana, en concreto, la historia de la familia Bonanno, una de las cinco de origen italiano que controlaron la actividad del crimen organizado en Nueva York tras la Gran Prohibición; una perspectiva periodística, a la que se presume una documentación abundante y precisa; el papel protagonista de Salvatore (Bill) Bonanno, que representa a una generación declinante, que no acaba de tener las ideas claras: aún se deja arrastrar por la inercia de los grandes capos, como su padre, Joseph Bonanno, pero, al mismo tiempo, le atrae la vida del hombre de negocios norteamericano que ha conseguido una buena posición sin problemas legales. 

Pero todos estos ingredientes, y algunos más, han tropezado con un relato demasiado errático, que llega a asuntos que parecen tangenciales y les dedica una atención larga y meticulosa en los detalles. No se aprecia con claridad un plan organizado en el desarrollo de la novela, ni una disposición cronológica bien ordenada, sino que se avanza a empellones, de manera distraída, en muchas líneas de fuga...

Y así, aunque la información es mucha y muy interesante, su lectura se hace pesada, demasiado trabada por la desmesurada extensión de los relatos periféricos. Tampoco ayuda una traducción que ofrece, con frecuencia, expresiones muy poco españolas, que parecen fruto de una traducción mecánica. 

Pero yo tengo por devoción, de santiguar lo que leo, así que he llegado hasta el epílogo y he terminado el libro. En ese epílogo, el autor cuenta la relación personal que sostuvo con Bill Bonanno (este último tramo, procede aclararlo, está escrito en 2008, tras la muerte del protagonista, y el resto de la obra ya se había publicado por primera vez en 1971). 

Esa relación es, a mi juicio, de lo más interesante de la obra. Ahí se aprecia la fascinación que ejerció sobre Gay Talese la figura del mafioso dubitativo y el peso que sobre él tuvo su familia (se dice que el libro inspiró muy libremente la magnífica serie televisiva de Los Soprano), lo difícil que le resultaba desembarazarse de su destino, marcado por su apellido, el aroma de fatalidad que desprende su historia.

La relación personal se hizo muy intensa, hasta el punto de que el autor aseguró la educación de los hijos de Bonanno mediante un fondo que pudiera esquivar los bloqueos del gobierno sobre los ingresos del mafioso, acusado en firme de defraudar grandes sumas de dinero al eludir el pago de impuestos. Curiosamente, fueron los beneficios de la venta del libro en mercados exteriores y los derechos de su versión cinematográfica los que costearon la universidad de la generación "no mafiosa" de los Bonanno, sus tres hijos (Charles, Joseph y Salvatore) y su hija Filippa.

Al final fue el uso fraudulento de una tarjeta de crédito lo que acabó por meterlo en la cárcel y condicionar toda su vida posterior, hasta su muerte por un infarto el día de año nuevo de 2008. 

A pesar del atractivo que tiene siempre la realidad sobre la ficción, me quedo con las historias noveladas de la mafia, comenzando por la más insigne de todas, El Padrino, de Mario Puzo, y sus fantásticas secuelas cinematográficas. Despojados de su aura mitológica, los mafiosos pierden mucho glamour. 

Por cierto, con el libro de Talase, venía otro, Plomo en los bolsillos, de Ander Izaguirre, un selecto anecdotario del Tour de Francia a lo largo de su historia. Suele suceder con la lectura que son las expectativas creadas las que acaban condicionando la impresión final sobre un libro. No tenía muchas sobre el libro de Izaguirre y, sin embargo, me han resultado deliciosas muchas de las historias que con buena pluma allí se cuentan. Algunas muy añejas, como las primeras ediciones del Tour, un puro caos romántico, en el que todo podía pasar, o la de la victoria usurpada al inefable Vicente Trueba, la pulga de Torrelavega, en 1933, en el que, al menos, quedó coronado como el primer ganador del premio de la montaña en la historia de la carrera ciclista gala. 

Pero también me ha encantado revivir mis propios recuerdos, algunos muy remotos, como la rivalidad entre Ocaña y Mercx, otros mucho más vivos, como las hazañas y desvaríos de Perico Delgado o las impresionantes victorias robóticas de Induráin. 

Un libro muy entretenido, muy bien contado (el autor domina con maestría el arte de la anécdota) y con un fino sentido del humor que sabe aplicarse también a sí mismo.