Como es tradición, se saca del templo parroquial la imagen de la Virgen para transportarla al que es su asiento natural, la ermita. Se hace acompañar la talla a lo largo de ese breve trayecto con música, baile y blandir de pendones. Hace ya tiempo que son grupos contratados al efecto los que rinden los honores musicales y de danza a la Virgen, otra de tantas consecuencias del envejecimiento de nuestra población, a la que ya va siendo difícil sostener por sí misma las tradiciones heredadas de nuestros antepasados.
Coincidió que una de las integrantes del grupo de danzas de ese año salía a la vez que la escultura, y nos regaló esta hermosa instantánea, de la que se podrían extraer un montón de reflexiones. La imagen, me parece, es misteriosa y bella. En cuanto a la reflexión, que cada cual haga la suya.