
Y esta circunstancia viene bien para dar la relevancia que merece a lo que se ha convertido también en un evento tradicional para cerrar el verano, una especie de rebote final festivo de los primeros días de agosto en los últimos del mes. Se recuperan de nuevo las camisetas y los petos, en un acto de inútil resistencia ante la inevitable entrada del otoño. Tiene la celebración un punto de nostalgia, un aire de despedida y cosa de los del pueblo que la hacen muy entrañable.
El PGB, maestros parrilleros, se encarga tradicionalmente de asar las viandas. Luego se bebe y se baila con más calma que en la fiesta de agosto, aunque se corre el riesgo de que impacte en la cabeza de algún despistado la hélice en forma de escoba que sobrevuela el pórtico del Teleclub. No puedo olvidar la del año en que se trajeron a Los Desiguales y su incesante estribillo de Highway to Hell para amenizar la velada.
Gerardo Manrique